LD (EFE) En su primer día, a través del Ibex, que permitió la puesta en marcha del primer mercado español de opciones y futuros sobre un índice, se movieron 117 millones de euros, mientras que en la sesión del pasado viernes, la contratación de las 35 principales cotizadas superó los 3.300 millones de euros. El 14 de enero de 1992, el selectivo cerró en 2.693,2 puntos, cinco veces menos que los 14.368,20 enteros con los que terminó la última jornada.
La mayoría de las compañías cotizadas que entonces formaban el índice permanecen actualmente en él, aunque en algunos casos se han fusionado. Así, continúan en el selectivo Telefónica, Repsol, Endesa, Iberdrola, BBVA (fusión de BBV y Argentaria), BSCH (unión de BCH y Santander), Popular, Banesto, Altadis (entonces Tabacalera), Unión Fenosa, Gas Natural (entonces Catalana de Gas), Bankinter, Aguas de Barcelona, Mapfre, Focsa (embrión de FCC), Vallehermoso, Metrovacesa y Acerinox.
En sus primeros doce meses de vida, el Ibex-35 -sin incluir dividendos- perdió el 9 por ciento, mientras que en 1993 se revalorizó el 54,20 por ciento y en 1994 cayó el 14,59 por ciento. Con dividendos incluidos, acabó con avances en 1993 (61 por ciento), en 1995 (22,38 por ciento), en 1996 (47,05 por ciento), en 1997 (44,46 por ciento), en 1998 (38,64 por ciento), en 1999 (20,08 por ciento), en 2003 (32,19 por ciento), 2004 (21,09 por ciento), 2005 (21,98 por ciento) y 2006 (31,79 por ciento).
En 1994, la bolsa española cedió el 14,59, afectada, entre otros motivos, por el desplome de la economía mexicana; mientras que en los años que siguieron al estallido de la burbuja tecnológica cedió el 20,54 por ciento en 2000, el 6,06 por ciento en 2001 y el 26,5 por ciento en 2002.
La mayoría de las compañías cotizadas que entonces formaban el índice permanecen actualmente en él, aunque en algunos casos se han fusionado. Así, continúan en el selectivo Telefónica, Repsol, Endesa, Iberdrola, BBVA (fusión de BBV y Argentaria), BSCH (unión de BCH y Santander), Popular, Banesto, Altadis (entonces Tabacalera), Unión Fenosa, Gas Natural (entonces Catalana de Gas), Bankinter, Aguas de Barcelona, Mapfre, Focsa (embrión de FCC), Vallehermoso, Metrovacesa y Acerinox.
En sus primeros doce meses de vida, el Ibex-35 -sin incluir dividendos- perdió el 9 por ciento, mientras que en 1993 se revalorizó el 54,20 por ciento y en 1994 cayó el 14,59 por ciento. Con dividendos incluidos, acabó con avances en 1993 (61 por ciento), en 1995 (22,38 por ciento), en 1996 (47,05 por ciento), en 1997 (44,46 por ciento), en 1998 (38,64 por ciento), en 1999 (20,08 por ciento), en 2003 (32,19 por ciento), 2004 (21,09 por ciento), 2005 (21,98 por ciento) y 2006 (31,79 por ciento).
En 1994, la bolsa española cedió el 14,59, afectada, entre otros motivos, por el desplome de la economía mexicana; mientras que en los años que siguieron al estallido de la burbuja tecnológica cedió el 20,54 por ciento en 2000, el 6,06 por ciento en 2001 y el 26,5 por ciento en 2002.
Más rentable que la vivienda
El diario Cinco Días, en su edición del 20 de octubre pasado, con motivo del 175 aniversario de la Bolsa de Madrid, incluyó un reportaje que decía que "La Bolsa renta más que la vivienda en 10 años". Como prueba recogía el dato de que "el Ibex 35 ha acumulado una rentabilidad del 203,18 por ciento, frente al 183,16 de la vivienda".
Libertad financiera en 30 años
El Instituto Juian de Mariana publicó un estudio que plantea varios supuestos en los que una familia realiza inversiones a lo largo del tiempo, partiendo de “la rentabilidad media de la Bolsa de Madrid que en las últimas décadas ha estado en torno al 10 por ciento. Si a ello le restamos tres puntos de inflación previsible, la rentabilidad real media rondaría el 7 por ciento”. En un supuesto, un individuo parte de una aportación inicial de 700.000 pesetas anuales (4.200 euros), que se aumentaría anualmente en un 4 por ciento. En 30 años y con un interés real del 7 por ciento acumularía un capital de 102 millones de pesetas (613.000 euros) que le otorgaría una renta de más de siete millones de pesetas anuales (42.900 euros). El estudio considera que “ser independiente económicamente no supone un esfuerzo necesariamente mayor ni tiene por qué ser laborioso, o al menos, no más difícil que formarse para trabajar por cuenta ajena”, y está al alcance de todos.
El estudio propone liberar a las familias de la dependencia del trabajo como única fuente de renta. Una vez liberado de esa atadura, el individuo puede reducir el tiempo que dedica al trabajo, de manera que pueda ampliar el que consagra a otros objetivos diversos como, por ejemplo, el ocio, la adquisición de nuevos conocimientos o la atención a los demás.