Las últimas elecciones en Estados Unidos han puesto de relieve la importancia que la comunidad latina ha conseguido, como principal minoría del país. Los candidatos republicanos y demócratas parecen haber interiorizado que el español es uno de los idiomas oficiales de los procesos electorales.
La primera vez que un aspirante a la Casa Blanca quiso pedir el voto de los latinos fue Jacqueline Kennedy. Corría el año 1960 y la mujer del candidato demócrata John. F. Kennedy se dirigió a la nación por televisión haciendo lo que a nadie se le había ocurrido hasta entonces para conseguir conquistar a los hispanos: hablarles en su propio idioma.
Aunque con un marcado acento anglófono y vestida de negro, la estrategia, ideada por el asesor Carlos McComirck, quien también dejaría para la Historia el famoso grito de guerra de “Viva Kennedy”, le servía al 35º presidente de los EEUU para ganarse el apoyo de un segmento que en aquel entonces suponía apenas un 3,5 % de la población estadounidense.
Sin embargo, cuatro décadas después de que se diera cuenta del potencial electoral del llamado “voto en español”, más de 44 millones de hispanos han convertido a esta comunidad en la principal minoría del país, por encima incluso de los afroamericanos.
Con una fuerte presencia además en dos de los cuatros estados claves en los que tradicionalmente se juegan las elecciones -los latinos suponen un 13% del electorado en Florida y un 37% en Nuevo México-, no es de extrañar que seducir y reclutar las papeletas con “Ñ” se haya convertido en las pasadas elecciones en una de las principales prioridades de los dos candidatos a la presidencia.
Evolución y trascendencia
Y la trascendencia de “lo español” es creciente. Se estima que en el año 2050 la población que se expresa -inicialmente- en nuestro idioma pasará de los 44 millones actuales a cerca de 132 millones.
Sin embargo, según el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, “se pone demasiado énfasis en lo cuantitativo”, mientras que lo verdaderamente importante es lo cualitativo. Los 40 millones de hispanohablantes de EE.UU., se pregunta el académico, “¿serán bilingües, abandonarán la lengua materna?”.
En este sentido, cabe apuntar el escaso apoyo institucional que recibe el español en EE.UU. -a diferencia de lo que ocurre en Brasil-. Y la paradójica situación que se vive en el país del dólar: pese al boom poblacional, recientemente se han cerrado las dos únicas librerías de español que había en Nueva York.
El peso demográfico del español, aseguró el escritor Antonio Muñoz Molina, ex director del Instituto Cervantes en Nueva York, “no se corresponde ni de lejos con su importancia cultural, de modo que a la buena noticia sobre su pujanza y sobre la demanda de su aprendizaje debe contraponerse un cierto escepticismo sobre su futura relevancia social, cultural e incluso política".
Sea como fuere, y pese a la injerencia que supone el spanglish y otros derivados del español original, nuestro idioma debe hacer un esfuerzo para situarse como segunda lengua. Detrás de este posicionamiento se encuentran los intereses de no pocas firmas editoriales que ven en el mercado estadounidense una oportunidad de oro para abrir un nicho de gran valor.No en vano, el nivel de consumo de los latinos representa un gran aliciente comercial para un buen número de firmas que antes los ninguneaban.