El embrollo político que ha generado en el seno de la Unión la crisis de deuda griega crece paso a paso. Por el momento, el único mensaje transmitido por Bruselas en las dos reuniones sobre la crisis griega se limita a ofrecer todo su apoyo en caso de que sea "necesario" pero, por el momento, no ha ofrecido ningún plan financiero concreto en caso de que Atenas no pueda afrontar sus pagos.
En la reunión que tuvo lugar el lunes y el martes en Bruselas, los responsables de finanzas de la zona euro han concedido a Atenas un plazo de 30 días para empezar a ofrecer los primeros resultados visibles en la necesaria reducción de su déficit público. El Gobierno heleno se ha comprometido a reducir su déficit en un 4% del PIB, desde el 12,7% (cifra oficial) en 2009 al 8,7% el presente año.
En caso contrario, la UE obligará en marzo a Grecia a adoptar reformas estructurales y medidas adicionales para tratar de reducir la brecha fiscal, tales como aumentar el IVA, implantar una nueva tasa sobre los artículos de lujo -incluidos los coches privados- o aumentar todavía más los impuestos especiales sobre los productos energéticos.
Por su parte, el Gobierno heleno, en un cambio significativo de discurso, solicitó a Bruselas un plan de rescate detallado para salvar países en caso de que sea necesario, con el fin de calmar los mercados de deuda. Además, advirtió de que no puede asumir recortes presupuestarios excesivos.
"No" al rescate
El juego, pues, continúa. Sin embargo, crece la oposición a un posible rescate europeo. Holanda es el último país miembro en rechazar frontalmente la concesión de ayudas financieras a Grecia. El Congreso holandés (Tweede Kamer) ha aprobado de forma unánime una moción que prohíbe el uso de dinero público para rescatar a Atenas, ya sea de forma bilateral o a través de los órganos de la UE. "Ni un céntimo para Grecia", ha sido la conclusión del Legislativo holandés.
Este rechazo se suma al dictamen aprobado, recientemente, por el Parlamento alemán (Bundestag), en el que se rechazaba frontalmente la compra de deuda pública de otro país miembro, en referencia a Grecia. Pese a ello, la canciller, Ángela Merkel, acordó con el presidente galo, Nicolas Sarkozy, apoyar (de momento, tan sólo políticamente) a Atenas.
La opinión pública es muy clara al respecto. El 53% de los alemanes considera que la UE debería expulsar a Grecia de la moneda única si fuera necesario, según una encuesta elaborada por Emnid para el diario Bild am Sonntag. Además, el 67% se muestra en contra de que su país y el resto de la UE concedan miles de millones en créditos para rescatar la economía griega de la quiebra.
Por si ello fuera poco, varios altos cargos de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), que lidera Merkel, también rechazan las ayudas a Grecia: "Si empezamos ahora, ¿dónde pararemos?", afirmó el viceportavoz del grupo parlamentario de la CDU en el Parlamento, Michael Fuchs. "No puedo explicar a la gente que cobra el paro que no recibirá ni un céntimo, pero que los griegos reciben pensiones a los 63 años".
Y más teniendo en cuenta que el Gobierno alemán retrasó la edad legal de jubilación de los 65 a los 67 años. Por su parte, el Partido Liberal Demócrata (FDP), socio del Gobierno de Merkel, va mucho más allá y ha pedido directamente la expulsión de Grecia del euro.
A esta posición contraria al rescate se suma ahora una voz experta en esta materia. Otmar Issing, ex economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), señala en el Financial Times que el rescate griego supondría un "golpe importante" para la credibilidad del euro. "La viabilidad de toda la estructura está en juego".
Issing, que en los años 90 insistió en que una auténtica unión política facilitaría el desarrollo de la moneda única, advierte de que ayudar a un país como Grecia, que ha incumplido las reglas de juego de la Unión, sentaría un precedente indeseable. "Una vez que se ayude a Grecia, la presa se rompería". La Unión Monetaria e, incluso, el futuro de Europa asiste en estos momentos a un "punto de inflexión".
"Ésta es una gran oportunidad -probablemente, la última para Grecia y otros- para adaptarse a un régimen de estabilidad monetaria y sólidas finanzas públicas", añade.
Mucho más contundente es, si cabe, la opinión de Albert Edwards, estratega del banco francés Société Genérale. Según este analista, la crisis presupuestaria griega es tan sólo un síntoma de los profundos desequilibrios que "conducen a la desintegración de la zona euro".
En la denominada Europa de los velocidades, los países del sur están atrapados por una moneda sobrevaluada y por la baja competitividad. El problema de Portugal, España y Grecia es que los "años de tipos de interés incorrectamente bajos han conducido a un sobrecalentamiento [de la economía] y a una rápida inflación".
De este modo, incluso si estos gobiernos logran reconducir sus déficits públicos "la falta de competitividad dentro de la zona euro necesita años de relativa (y, probablemente, dadas las perspectivas de otros lugares, absoluta) deflación", incide. Por ello, "cualquier ayuda a Grecia sólo retrasará la ruptura inevitable de la zona euro". El debate, a favor y en contra, continúa mientras el tiempo corre para Atenas.