Tenía que suceder. La política de Hong Kong de "no intervencionismo positivo" era demasiado buena para durar. Iba contra todos los instintos de los funcionarios gubernamentales, a quienes pagan para gastar el dinero de los demás y entrometerse en sus asuntos. De ahí que, lamentablemente, no haya sorprendido que el mes pasado el actual líder de Hong Kong, Donald Tsang, condenara a muerte al sistema en que se ha basado la prosperidad del territorio.
Lo realmente sorprendente es que a lo largo de medio siglo sus predecesores resistieran toda tentación de promulgar impuestos e intervenir. Aunque era colonia del Reino Unido socialista, Hong Kong siguió una política de capitalismo laissez-faire, gracias en gran parte a un funcionario del Gobierno británico, John Cowperthwaite, encargado de los asuntos financieros de Hong Kong en 1945, que llegó a ser secretario de Finanzas en 1961 y manejó las políticas económicas hasta 1971.
Cowperthwaite, fallecido el pasado el 21 de enero, defendía tanto la libertad individual que rehusó elaborar estadísticas económicas, por temor a que los funcionarios las utilizaran para entrometerse más aún en la vida de la gente. Su sucesor, Sir Philip Haddon-Cave, inventó el término de "no intervencionismo positivo" para describir su enfoque.
Los logros de tales políticas fueron extraordinarios. Al terminar la Segunda Guerra, Hong Kong era una pobre isla con un ingreso per cápita equivalente a una cuarta parte del de Gran Bretaña. Para 1997, cuando fue transferida a China, su ingreso per cápita era similar al del Reino Unido, aunque éste también había crecido mucho. Eso constituyó una prueba contundente de la productividad de la libertad, de lo que la gente logra cuando goza de libertad para buscar y alcanzar sus propios intereses.
El éxito de la libertad individual en Hong Kong fue un factor importante a la hora de estimular a China y a otros países hacia la libre empresa y el libre mercado; como resultado, también éstos se han beneficiado de un rápido crecimiento económico. El destino de China, yo creo, depende de si continúa avanzando hacia Hong Kong más rápido de lo que retrocede Hong Kong hacia China.
El Sr. Tsang insiste en que sólo quiere que el Gobierno intervenga "cuando haya imperfecciones obvias en la operación de los mecanismos del mercado". Eso es ignorar la realidad, porque, de surgir "obvias imperfecciones", el mercado las eliminará mucho antes de que el Sr. Tsang lo pueda hacer. Mucho más significativas son las "imperfecciones" –obvias o no– que introducen los gobiernos intervencionistas.
Medio siglo de "no intervencionismo positivo" ha enriquecido a Hong Kong lo suficiente para hacerlo capaz de aguantar tantas injurias y malos consejos sobre intervencionismo gubernamental. La simple inercia podría asegurar que el intervencionismo se mantenga limitado. A pesar del cambio en la política, es probable que Hong Kong siga siendo rico y próspero por muchos años. Pero, aun si el territorio sigue creciendo, no seguirá siendo un símbolo brillante de libertad económica.
Sin embargo, esto no reduce los logros de Cowperthwaite. Pase lo que pase en Hong Kong, la experiencia de los últimos 50 años seguirá procurando enseñanzas y animando a los amigos de la libertad económica. Y seguirá siendo un modelo de buenas políticas económicas para aquellos que quieran brindar una prosperidad similar a sus compatriotas.
Este artículo fue publicado originalmente en el Wall Street Journal. Tanto este diario como el profesor Friedman autorizaron a la agencia AIPE su traducción al español.
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