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La pobreza en África cae más rápido de lo que se piensa

La población africana que vive con menos de 1 dólar al día se ha reducido sustancialmente en los últimos años, según un estudio de los economistas Maxim Pinkovskiy y Xavier Sala i Martín. El bienestar del continente olvidado crece debido al aumento de la renta per cápita.

La población africana que vive con menos de 1 dólar al día se ha reducido sustancialmente en los últimos años, según un estudio de los economistas Maxim Pinkovskiy y Xavier Sala i Martín. El bienestar del continente olvidado crece debido al aumento de la renta per cápita.

Son tiempos adversos para la economía mundial. Desde que fue golpeada con fuerza hace algo más de dos años, los países tratan de salir de esta situación, pero en muchos casos los intentos han sido infructuosos. Las enfermedades todavía no han sido curadas, y se piensa que esto puede alargarse por más tiempo.

Los doctores gubernamentales no se han mantenido impasibles, aplicando unas medidas que pensaban que solucionaría los problemas. Pero lo cierto es que, como opinan algunos analistas, éstos están transformando una grave enfermedad en otra mucho peor.

Las buenas noticias brillan por su ausencia, y lo que caracteriza el panorama actual son las caídas en la actividad, los elevados niveles de desempleo y los dramas particulares que esto conlleva. Las previsiones de futuro tampoco son demasiado halagüeñas; incluso los más pesimistas hablan de colapsos o crisis monetarias, del default de la deuda soberana (quiebra) de algunos estados, y de que lo peor todavía no ha llegado.

¿Acaso se han evaporado todas las buenas noticias?

En el terreno de los países del Tercer Mundo, especialmente, África, el continente más afectado por la pobreza, organismos internacionales como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advertían hace unos meses de que la cantidad de pobres en el mundo era ahora más alta que nunca.

Pero no todos coinciden en este panorama negativo sobre los países más pobres, poniendo en duda los cálculos del PMA, y resaltando el crecimiento de los países en desarrollo de las anteriores décadas.

Es en esto último donde dos economistas, Maxim Pinkovskiy y Xavier Sala i Martín, acaban de darnos una gran noticia, y un motivo de alegría en tiempos de tribulación. Acostumbrados a que en los últimos años los economistas sólo anunciaran malas noticias, el trabajo titulado “La pobreza en África está cayendo... más rápido de lo que pueda pensar” (African Poverty is Falling... Much Faster than You Think!) supone una excepción.

Con este artículo, y dentro de la línea de investigación que desde hace años lleva desarrollando Sala i Martín, se pretende revisar algunas de las preconcepciones que se tienen acerca del continente africano y su desarrollo económico. “La sabiduría popular de que África no está reduciendo la pobreza es falsa”, afirman estos economistas.

Este mensaje de esperanza y de optimismo acerca del futuro de los países más pobres y los países en desarrollo -en un ambiente de globalización y libertad económica- no es nuevo en este economista catalán, sino que está en línea con otros trabajos anteriores.

Xavier Sala i MartinUno de sus artículos de más difusión (“La distribución mundial de los ingresos: la pobreza se reduce, periodo de convergencia”), tanto entre la academia como en los medios, trataba sobre la distribución de los ingresos a nivel mundial, y en él mostraba cómo entre 1970 y 2000, la pobreza y la desigualdad económica se habían reducido significativamente. Así, en contra de lo que en ocasiones se dice, Sala i Martín rechazaba la idea de que “los países ricos cada vez son más ricos, mientras que los pobres cada vez más pobres”.

Crecimiento sostenido

Tampoco es la primera vez que dibuja un panorama de esperanza sobre el continente más pobre del mundo. Así, por ejemplo, escribía en 2008 un artículo en La Vanguardia titulado “Soplan vientos de esperanza”, referido a África. Señalaba que las tasas de crecimiento del continente se habían mantenido en terreno positivo durante 12 años consecutivos (desde 1995 a 2007), algo nunca visto: “El crecimiento ha sido tan importante y tan beneficioso, que los niveles de pobreza extrema han caído desde el 46% del 1995 al 37% del 2007”.

Y concluía con optimismo: “África reúne las condiciones para salir del pozo de la miseria”, aunque matizado por varios factores, como la fragilidad de las democracias, la actuación de sus políticos o los acontecimientos de la crisis internacional. “No será fácil, pero lo que sí que es verdad es que, por primera vez décadas, en África soplan vientos de esperanza”, añadía.

En el reciente trabajo que acaban de publicar en el prestigioso National Bureau of Economic Research (NBER) norteamericano, realizan un estudio empírico de los datos disponibles, utilizando una metodología novedosa que difiere de otros análisis.

Las principales conclusiones del estudio ya han sido resumidas por José Carlos Rodríguez para Factual, de las que destaca la reducción sustancial en la pobreza -población que vive con menos de 1 dólar al día- y los aumentos en los indicadores de bienestar del continente africano -medido en su conjunto, no sólo de algunos países-, debido al crecimiento de la renta per cápita.

Como muestra el siguiente cuadro, la tasa de pobreza en África cayó en diez puntos porcentuales después de 1995, un avance muy notable, aunque menor que el acaecido en el este asiático, apuntan.

Sin embargo, como señalan los mismos autores, esta tesis contradice otros estudios, como el informe de 2008 de la Organización de las Naciones Unidas bajo el programa de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que afirmaba que apenas se habían conseguido éxitos en la reducción de la pobreza en el continente africano. El estudio de Pinkovskiy y Sala i Martín viene a reflejar el hecho de que muy a menudo las ideas preconcebidas son erróneas.

Y en el caso particular de la situación de África, esto se agrava todavía más. En una parte sustancial, nuestra concepción sobre el continente suele provenir de las imágenes que vemos por televisión, de reportajes esporádicos en los medios, de declaraciones de estrellas del rock como Bono de U2 o celebridades como Angelina Jolie, de noticias que difunden organismos internacionales u ONG’s -en ocasiones interesadas en pintar una situación muy negativa-, las pocas películas que se lanzan sobre el tema; y los más lectores, de libros superventas como “El fin de la pobreza” de Jeffrey Sachs.

Todas estas fuentes suelen apuntar a un excesivo pesimismo sobre la situación africana -y a no ver algunos desarrollos positivos que están aconteciendo- y, además, defienden un modelo de desarrollo cuya efectividad podría ponerse en duda, donde la ayuda externa (normalmente en forma de transferencias gobierno-gobierno, o por medio de agencias altamente burocratizadas como el Banco Mundial) juega un papel importante.

Pero además de los datos que muestra el trabajo de estos dos economistas, existen más razones para el optimismo, aunque siempre matizado. Una de éstas son algunas de las historias exitosas de individuos africanos que, a pesar de los obstáculos, y fruto de su esfuerzo, dedicación y creatividad, salen adelante, no solo ellos mismos, sino que contribuyen a generar riqueza a su alrededor, primero en su entorno más cercano. Y no sólo generan riqueza, sino también un ambiente social más favorable hacia la cooperación y la integración.

El problema para estos éxitos, muchas veces, tiene el origen en los cuantiosos obstáculos legales y regulatorios a los que se enfrentan estas personas para iniciar sus pequeñas actividades o negocios, y beneficiarse así de los frutos de su propio trabajo.

Por ello, el ambiente institucional es básico para generar este tipo de marco favorable al crecimiento -fruto de la inversión productiva-, que fomente la búsqueda del beneficio legítimo en el mercado -mediante la satisfacción de las necesidades de sus prójimos- en vez de la búsqueda del beneficio de rentas y privilegios estatales (rent-seeking). Y esto se consigue, principalmente, a través de unas instituciones de mercado, que defiendan y protejan los derechos de propiedad privada –ante los intentos de extorsión de agentes del sector público y privado.

Otra de las razones para el optimismo es cómo en África están prosperando -relativamente- alternativas privadas a parcelas que se supone deberían estar bien cubiertas por los sectores públicos. Es el caso de la educación. Aunque parezca increíble, lo cierto es que los africanos -al igual que chinos o indios- han conseguido crear sus propias escuelas privadas, ante la percepción de los padres de que las públicas estaban fracasando. Y los resultados son esperanzadores, constituyendo una revolución educativa silenciosa, hasta el punto de que estas escuelas no suelen aparecer en las estadísticas oficiales.

Pero quizá lo más esperanzador es la muestra de ganas y capacidad de salir delante de los africanos, quienes no se conforman con una educación de pésima calidad. Estas ideas se las debemos principalmente al investigador británico James Tooley, quien lleva décadas estudiando este fenómeno.

Su último libro se titula “El precioso árbol: Un viaje personal a cómo los más pobres del mundo están educándose ellos mismos” (The Beautiful Tree: A Personal Journey Into How the World’s Poorest People are Educating Themselves). Tooley lo tiene claro: la educación privada es buena para los más pobres.

Desde occidente, no es fácil llegar a una comprensión precisa de lo que sucede en África, y menos aún de cómo evoluciona a lo largo del tiempo. Quizá África esté mejor de lo que pensamos. Lo que, por otro lado, en absoluto relativiza ni subestima la tragedia del que algunos denominan como el continente olvidado.

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