LD (José Carlos Rodríguez) En el año 2002 un economista español, Javier Sala i Martín, cobró fama mundial por un estudio realizado sobre la evolución de la pobreza en el mundo entre los años 1970 y 1998. Según los datos oficiales, recogidos y analizados por Sala i Martín, el porcentaje de la población que vivía con un dólar al día o menos (la definición de pobreza extrema por el Banco Mundial) había caído entre esos años del 20 por ciento de la población mundial al 5 por ciento. Y el porcentaje de quienes se mantienen con 2 dólares o menos cayó en el mismo período del 44 por ciento de la población al 18 por ciento.
500 millones de pobres menos
Según el primer criterio (1 dólar día) habían salido de la pobreza 300 millones de personas, que se elevaban a 500 millones si tenemos en cuenta quienes viven con dos dólares al día o menos. En una generación la integración económica, la globalización, el crecimiento habían arrancado de la pobreza a una población doce veces la española.
- El cuadro muestra la evolución por áreas del mundo del porcentaje de la población mundial que vive con un dólar al día o menos.
Pero este espectacular avance no está igualmente repartido por el mundo. India y China concentran la mayor parte de la población que ya no se considera pobre por los criterios del Banco Mundial. Especialmente notable ha sido el avance en el sudeste asiático y el área del Pacífico, que según el Banco Mundial de 1998 a 2003, en sólo cinco años, vio cómo 250 millones de personas habían dejado de ser pobres. En ese período la población bajo el umbral de la pobreza pasó de ser la mitad a un tercio (34 por ciento).
Gracias a la globalización
Aliviar la pobreza sólo se puede conseguir con riqueza, y esta ha venido acompañada de crecimiento económico, no de ayudas desde fuera. Y el crecimiento parece bastante caprichoso, porque no se produce en cualquier entorno. Tanto el Índice de Libertad Económica como el informe Libertad Económica en el Mundo observan que allí donde la actividad económica está menos regulada y perseguida la prosperidad y el crecimiento son mayores.
La efectividad de las ayudas está en entredicho, pero el poder de la integración en la economía global es visto por la gran mayoría de los expertos como clave en el crecimiento y por tanto en el abandono de la pobreza. Oxfam, un grupo revidicativo, estima, por ejemplo, que un incremento en un uno por ciento en la participación de África en las exportaciones mundiales tendría el valor de cinco veces la participación del continente en ayuda y condonación de la deuda. "No obstante", decía un reciente artículo del semanario The Economist, "la liberalización requiere de los políticos de los países ricos que se enfrenten a los portavoces de los intereses proteccionistas en casa. Esto puede resultar penoso y políticamente costoso, por lo que requiere coraje".
El mismo semanario británico decía que "En los países ricos ha sido posible cambiar el foco de la política social de la pobreza absoluta (ahora una rareza) a la relativa; un enorme paso adelante. En los países pobres, también, hemos visto en las dos últimas décadas un aumento sin precedentes en los ingresos y en los niveles de vida de cientos de millones de personas, principalmente en Asia, que ya no tienen que luchar simplemente para sobrevivir de un día para otro". Pero estos saltos adelante no son algo excepcional o pasajero, ya que "la continuación de los recientes ratios de rápido crecimiento económico en India y China solamente, promete liberar a centenares de millones más de la pobreza durante la próxima década".
Las ayudas no funcionan
Los países ricos no lo fueron siempre. Y pudieron salir adelante sin necesidad de ayudas desde el exterior. La misma efectividad de las ayudas no está clara, porque según muchos analistas desvía los esfuerzos desde la creación de la riqueza hacia la captación de rentas. Es más, gran parte de las ayudas acaban repartiéndose entre los miembros de los regímenes. Como les interesa seguir recibiendo el dinero tampoco tienen ningún incentivo para favorecer el progreso de su pueblo. La miseria de pueblos enteros, que es utilizada por intelectuales y artistas como demostración de que el mundo es injusto, se filtra a los votantes de los países ricos por los medios de comunicación, y éstos exigen más y más ayudas. Pero el destino de las mismas no tiene porqué ser el que imaginan.
De hecho un reciente estudio, elaborado por varias organizaciones no públicas, como Intermon Oxfam, revela que gran parte de los fondos que nominalmente van al desarrollo se acaban convirtiendo en armamento y en financiación de las guerras que están enquistadas en el África Subsahariana. En los últimos 15 años se habrían perdido unos 300.000 millones de dólares.