Parece una perogrullada, pero los expertos en políticas de empleo no dejan de repetirla desde hace tiempo: lo más peligroso para un parado es, precisamente, seguir parado. De todos los factores que influyen a la hora de encontrar un empleo (edad, sexo, sector profesional, educación,...) el que más peso tiene es el tiempo que se haya permanecido en el paro. Es decir, que cuanto más tiempo permanece uno sin trabajar, menos posibilidades tiene de subirse de nuevo al tren del empleo.
El problema es que en España ha sido precisamente el colectivo de parados de larga duración el que más ha crecido durante esta recesión. A finales de 2007 había 434.000 personas que llevaban más de un año de desempleo; una cifra que se ha multiplicado por 4 desde entonces, hasta los 1.810.000 que marcaba la última EPA; mientras que el número total de parados "sólo" se ha multiplicado por 2,5. En los últimos doce meses, 716.000 desempleados entraron en esta categoría, lo que implica un aumento del 65% respecto a 2009.
Estos datos son preocupantes por sí solos, pero además, empeoran en el caso de España debido al sistema de prestaciones por desempleo. Según el último Observatorio Laboral de la Crisis que publica Fedea, "la duración del desempleo se manifiesta como el factor más relevante para una salida hacia el empleo" y el "cobro del subsidio se manifiesta como un freno a la salida del desempleo", algo que se relaciona con "la intensidad de búsqueda, que decrece claramente con la existencia del subsidio". Además, este mismo estudio resalta que son los más jóvenes (menores de 25 años) y los más mayores (por encima de 45) los que mayores dificultades encuentran para entrar en el mercado laboral.
La semana pasada, la Comisión Europea dio a conocer el documento que analiza el uso de los Fondos Europeos de Adaptación a la Globalización (FEAG). Según este informe, sólo 170 de los 1.589 trabajadores de Delphi en Puerto Real que se beneficiaron de las ayudas para la búsqueda de empleo han encontrado trabajo.
Las soluciones que proponen los expertos suelen apuntar a la reducción temporal de los subsidios, a la posibilidad de ligarlos a la búsqueda activa de empleo, el cambio de un subsidio estatal predeterminado por un seguro contra el paro individualizado y la flexibilización del mercado laboral, que permita al desempleado acceder a puestos en diferentes sectores y lugares. Nada de esto está planteado en la última reforma laboral, que únicamente ha supuesto un avance por cuanto admite la posibilidad de que el Inem colabore con las agencias de trabajo temporal privadas en determinadas circunstancias.
En general, en todos los mercados analizados las características son las mismas: los parados de larga duración son el grupo con menos posibilidades de encontrar un empleo y los subsidios reducen aún más este porcentaje. En EEUU, los datos de desempleo de larga duración empiezan a ser preocupantes porque el siempre dinámico mercado laboral estadounidense muestra un número creciente de desempleados con varios meses en paro (ver gráfico). Así lo muestra el profesor Juan Rubio-Ramírez en su última entrada en Nada es Gratis, aunque viendo el gráfico se observa una "ligera" aunque significativa diferencia: al otro lado del Atlántico miden en semanas lo que aquí se mide en meses o, incluso, en años.