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Roubini: la deuda pública, "próximo gran problema" del mundo desarrollado

Si los gobiernos mantienen sus políticas monetarias y fiscales expansivas "los inversores se preocuparán cada vez más por la sostenibilidad fiscal y, gradualmente, saldrán de los mercados de deuda” pública, según los analistas de la firma de análisis que dirige Nouriel Roubini.

El año 2007 marcó el inicio de las turbulencias financieras con las hipotecas subprime. Pero pocos hablaban de crisis profunda y global. 2008 marcó el recrudecimiento y continuación de las amenazas que se habían mostrado el año anterior. Los mercados financieros y el sector bancario estuvieron a punto de colapsarse, especialmente en el último trimestre del año, tras la quiebra de Lehman Brothers.

En 2009 parece que ya pasó lo peor. Las bolsas se disparan, al igual que la economía china, pero las economías desarrolladas siguen cayendo, y el desempleo aumentando. Algunos analistas hablan de brotes verdes y apuntan a que 2010 será el año de la recuperación.

Endeudamiento público desorbitado

No obstante, permanecen grandes nubarrones sobre el horizonte, derivados de graves problemas que en lugar de solucionarse, se trató de parchear con medidas intervencionistas temporales que venían a responder a la demanda política de “hacer algo”, independientemente de si “no hacer nada” era la mejor solución real, aunque dolorosa.

Una de las consecuencias que más preocupan a corto plazo del rampante incremento del intervencionismo de los gobiernos es el desorbitado aumento de la deuda pública del conjunto de las naciones más desarrolladas. Y con él, el consecuente peligro de que los inversores pierdan parte de la total confianza que hasta ahora han depositado en la deuda pública, como activo cuasi refugio. Así seguirían rebajas de la calidad de la deuda soberana de los países, lo que generaría más pérdida de confianza.

Los costes de la deuda pública -que recaen sobre los ya cargados hombros de los contribuyentes- se incrementarían notablemente, lo que podría llevar a un efecto dominó sobre otros tipos de deuda, haciendo subir peligrosamente los tipos de interés, añadiendo más leña al fuego. En última instancia, peligraría la salud financiera misma de los estados, poniéndose en duda su capacidad de responder ante el pago de sus deudas. El impago de ésta y el colapso del estado, serían las culminaciones del escenario más pesimista.

Sin embargo, no son escenarios que pertenezcan a la ciencia ficción o a los aficionados a los “apocalipsis económicos”. Desgraciadamente, son asuntos que están encima de la mesa, y generan quebraderos de cabeza y numerosos informes y artículos con frecuencia. Ahí tenemos el caso de Dubai, el de Grecia o el de California. Y en España existe un creciente riesgo de degradación de la calidad de la deuda del Gobierno -algo que atestiguan diversas instituciones y agencias de rating-. De hecho, tanto Goldman Sachs como Deutsche Bank ya se han pronunciado aconsejando no comprar deuda pública española.

Las instituciones europeas están preocupadas por este hecho, el BCE nos ha llamado la atención, pudiendo seguir el camino de otros países en los que se han tenido que tomar medidas drásticas para suavizar estos problemas -como el recorte de salarios a los funcionarios-. En Europa se baraja incluso la posibilidad de expulsión por parte del BCE de algunos países miembros de la zona euro.

En Estados Unidos las cosas tampoco pintan nada bien, y prestigiosos analistas como Nouriel Roubini, ya han alertado acerca de un “esquema ponzi” en la deuda pública norteamericana. Otros como el gurú inversor Warren Buffet, también han advertido del peligro que presenta un déficit público desbocado.

A pesar de todo esto, economistas de la influencia del Premio Nobel de 2008, Paul Krugman, aún insisten en recomendar un segundo estímulo público, diciendo que el primero no ha sido lo suficientemente grande y ambicioso. Irónicamente, el tamaño del estímulo aprobado por Obama fue mayor del que recomendó él mismo en su libro El retorno de la economía de la depresión.

El problema de la deuda soberana

Una de las novedades de la presente situación con la deuda pública es que la preocupación sobre sus dificultades de financiación, y en los casos más graves, sobre su impago, no sólo se cierne sobre países con sistemas económicos y financieros poco consolidados y economías poco desarrolladas. Este sería el caso de gran parte de los países que lideran la lista de candidatos a impagar la deuda, como Argentina, Ucrania, Venezuela, Pakistán o Letonia.

Ahora incluso se levantan sospechas acerca de la sostenibilidad de la deuda pública, especialmente en un contexto de continuo crecimiento y malas perspectivas económicas, de países desarrollados como Irlanda, España, Grecia, o incluso Reino Unido y Estados Unidos.

Estas preocupaciones -el deterioro de la situación financiera de los estados y la amenaza de rebajas de calidad de la deuda soberana de distintos países- las expresaban los analistas de Roubini Global Economics en su nota semanal de los miércoles, titulada: “Deuda soberana: ¿El siguiente gran problema del mundo desarrollado?”.

Para Roubini, diversos acontecimientos sucedidos en 2009 en países como Reino Unido, Grecia, Irlanda o España, fueron un “duro recordatorio de que a menos que las economías avanzadas pongan en orden sus situaciones fiscales, los inversores y las agencias de calificación podrían convertirse de amigos en enemigos”. Las consecuencias de la crisis económica sobre el déficit público pueden prolongarse debido a una muy débil recuperación y al envejecimiento de la población.

Aunque en 2008-09 las preocupaciones de los inversores en los mercados financieros se suavizaron, dada la predisposición de los gobiernos de hacer todo lo posible para evitar un colapso financiero, ahora los riesgos se han trasladado a la salud financiero de los gobiernos: “Si los países permanecen predispuestos a la continuación de políticas monetarias y fiscales expansivas para apoyar el crecimiento en vez de centrarse en la consolidación fiscal, los inversores se preocuparán cada vez más por la sostenibilidad fiscal y, gradualmente, saldrán de los mercados de deuda”, alertan. De esta manera podría producirse el pinchazo de lo que algunos consideran como la burbuja de la deuda pública.

Los analistas también dedican espacio para tratar sobre la encrucijada en la que se encuentran los policy-makers -en especial las autoridades monetarias-, en lo referente a la retirada de las masivas medidas de estímulo fiscal y la desactivación de las bombas monetarias introducidas por los bancos centrales, dos hechos que se encuentran muy relacionados entre sí.

Roubini apunta un hecho preocupante: aunque los bancos centrales retirarán buena parte de la liquidez en 2010, las necesidades fiscales permanecerán elevadas, con lo que aumentará la probabilidad de monetización de deuda y, en consecuencia, la expectativa de inflación. Por ello, los inversores exigirán mayores rentabilidades sobre la deuda pública, con lo que aumentaría el coste de esa deuda, afectando al crecimiento económico.

En esta disyuntiva a la que podrían enfrentarse los inversores los compromisos verosímiles de los gobiernos para atajar y solucionar la delicada posición fiscal serán de crucial importancia para atraer a éstos, así como la capacidad para pagar sus deudas, los movimientos de tipos de cambio, la credibilidad del gobierno en cuestión o la estructura de plazos de la deuda.

España, gracias al Gobierno de Zapatero, no parecen ser el candidato más aventajado para atraer a los inversores hacia la deuda pública española. Más aún cuando, hasta el momento, el déficit público español ha estado en gran parte soportado y financiado por las facilidades crediticias del Banco Central Europeo.

Efectivamente, la sostenibilidad y financiación a corto plazo de los elevados déficits públicos se ha debido principalmente a la actuación del BCE, que ha llevado a cabo expansiones de liquidez extraordinarias, implementando nuevas facilidades y programas crediticios. Pero estas medidas tienen los días contados, como ha insistido Trichet en los últimos meses.

Así, como informa The Wall Street Journal, muchos analistas esperan que la situación de liquidez empeore notablemente en junio de este año, momento en el que expirará una de las operaciones del BCE a un año, y que asciende a 442.000 millones de euros en fondos, con lo que los bancos ya no tendrán la posibilidad de hacer roll-over (refinanciación) sobre estos fondos.

Otro de los momentos clave sería a final de año, cuando el BCE planea volver a sus estándares crediticios de antes de la crisis. La consecuencia de este hecho sería gravísima en el caso de que algún país hubiera perdido la calificación más alta de su deuda soberana por esas fechas. Implicaría una restricción dramática del acceso al crédito por parte de esos países, lo que significaría dificultades extremas para financiar la deuda.

En la actualidad, Grecia es el primer candidato a pasar por tan gris escenario, mientras que, según Roubini, Alemania, a pesar de su deterioro fiscal reciente, es una de las mejores posicionadas fiscalmente. Estados Unidos y Japón podrían ser las últimas en enfrentarse a estos riesgos. El resto de países, donde se incluye a Reino Unido, España o Irlanda, serían los más afectados después del país heleno.

Por todas estas razones, los analistas de Roubini advierten de que los desequilibrios fiscales deben atajarse inmediatamente si no se quieren afrontar riesgos notables. Sus soluciones pasan por la combinación de subidas de impuestos y recortes en los gastos a pesar de las dificultades y problemas que estas medidas presentan, afirman. No son los únicos. Otros expertos, como el ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff, ya dijo para el caso de España que "los españoles tendrán que enfrentarse a unos impuestos mucho más altos".

Los intentos de resolver una crisis de deuda con más deuda, parecen haber sido infructuosos en el medio plazo. Una crisis incluso peor que la que trataron de evitar, amenaza a las economías más desarrolladas.

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