Ocultar y al mismo tiempo externalizar las ideas internas, son las tareas de la vestimenta. Y no hay nadie que escape de ella. Elige una palabra, ponla en inglés, añádele ‘chic’ 0 ‘style’, y ya suena ‘cool’. Son neologismos propios de la moda que prácticamente se vuelven como el “Padre nuestro” para la biblia que es ahora la revista ‘de moda’ que nutre a esta sociedad.
Demos un gran salto desde el estilo neoclásico, pasando por lo que llaman el ‘exotic chic’ –ya de moda con las Compañías Orientales del S.XVII y la decoración ‘Chinoisiere’-, llegando hasta las famosas décadas del siglo XX, para alcanzar los movimientos actuales como el ‘urban chic’ o el ‘street style’, el ‘vintage’, o los extremos como el ‘porno chic’, el ‘sado chic’ o el ‘cocaíne chic’, por el que, en silencio, grandes marcas apuestan.
Dime cómo vistes, y te diré a quién votas
Si bien en los comienzos vestíamos por pudor, higiene y para externalizar nuestro estatus social, ahora se ha evolucionado hacia el deseo de mostrar una estética, una ideología y un mensaje; además, se ha llegado al objetivo de seducir física o intelectualmente a los demás mediante la indumentaria.
Aquí es cuando nos podemos plantear: ¿es la estética la que crea una ética o al contrario? Como una pescadilla que se muerde la cola, hay individuos que optan por pensar de una determinada manera, por desgracia, según la forma de vestir; mientras que otros, primero piensan, y después visten.
Siendo honestos, ¿a cuántos indignados durante la concentración del 15M hemos visto con náuticos, camisas y polos de firmas conocidas en colores pastel, con jerseys anudados al cuello y peinados con la raya al lado? Sin embargo, de ese deseo de colectivismo social, en donde la gente se agrupa en comunidades que piensan parecido y visten similar, también emerge una nueva tendencia de marcar cierto individualismo de diferenciación, para destacar entre la muchedumbre. Un individualismo, a veces ligeramente estrambótico, buscando prendas poco usuales, que, a corto y medio plazo, no obstante, son masificadas y se vuelve así, de manera cíclica, al colectivismo grupal, y toca reinventarse nuevamente.
La moda se democratiza y las ‘monas de seda’ se multiplican
Aquella triple tradición histórica –higiene, pudor y estatus- ha evolucionado a un pragmatismo funcional muy cercano a la comodidad en el que el hombre, por ejemplo, abandonó el chaqué y el frac, y optó por los trajes con corbata tras la Primera Guerra Mundial.
Y, mientras que los hombres se ‘desencorsetaban’ a su manera, Coco Chanel sacó al mercado el famoso zapato de tacón ‘bicolor’, en donde la punta del mismo era de color negro, en tanto que el resto era blanco. Se trataba de una búsqueda de un calzado cuya perdurabilidad sería mayor, al ser la punta de un zapato lo que más se ensucia. El resultado: llevar zapatos blancos para ir a trabajar no era ya un imposible. Ahí observamos ese guiño de la diseñadora francesa hacia la mujer trabajadora.
Pero mostrar el estatus socioeconómico mediante la indumentaria, en estos tiempos, es tarea difícil. Entre los outlets de firmas de lujo, las imitaciones, las compras online o las tiendas low cost a simple vista ya no se diferencia si la camisa es de Zara o de Prada. Vestir muy bien a poco precio es hoy una realidad.
Sin embargo, la situación de penuria económica reconduce a una nueva tendencia ausente de toda ostentación. Y no sólo eso. Muchas firmas de lujo intentan disminuir esos logotipos que se ven a 10 metros de distancia. Si bien el caballo de Ralph Lauren fue creciendo en los últimos años, muchas firmas intentan omitir –o al menos limitar- el ‘sellar’ de cualquier forma sus productos, por un sentimiento de solidaridad hacia el momento que se está viviendo, como nos contaba recientemente Covadonga Oshea, presidenta y fundadora del ISEM Fashion Business School.
Y ocurre que algunas firmas españolas se están viniendo abajo, como el caso de AD de Adolfo Domínguez o como ocurrió con José Miró –otro cadáver ya enterrado. Ambas firmas vivieron sus ‘felices años 80’, intentando abrirse un nuevo camino en el mercado de la mujer, aunque José Miró fracasara. Pero la falta de renovación de Adolfo Domínguez, y quién sabe si también una mala gestión, le ha colocado en números rojos. Sus hermanos, que encabezan la dirección y gestión de Bimba y Lola, CH Carolina Herrera y Purificación García, tampoco sabemos adónde van a ir a parar. Aunque este tema merece un editorial entero.
Claro está que falta un plus que podrían añadir estas firmas de ropa españolas. “Si hacen cosas parecidas a las de Zara o H&M, pero en la factura hay dos ceros más, la gente opta por estas últimas”, nos contaba Covadonga hace unas semanas en una entrevista. Así, la democratización de la moda liderada por el sistema de funcionamiento de INDITEX y seguida por el gigantesco sueco H&M o también MANGO ofrece un enorme abanico de posibilidades para vestir.
La tendencia, puede acabar en una moda, y permanecer como un estilo
¿Qué está de moda, entonces? Hay que partir de la base de que una moda es aquello que matemáticamente se repite en diferentes momentos, de manera popular. Pero también podemos hablar de una Moda como arte funcional. Mientras que una tendencia es un periodo en el que un producto tiene una demanda alta, que, una vez masificada, se convierte en moda. Y, como toda moda, tiene su crecimiento, su auge y su caída. Si, tras la caída de una moda, ésta vuelve a tener éxito en un futuro, se convierte en estilo, que engloba casi una forma de pensar y vivir.
Así vemos, ya que empezábamos hablando de estilos, cómo algunas modas han terminando creando estilos. Algunos son propios de movimientos histórico-políticos: el estilo militar; o el ‘exotic chic’ que nació como consecuencia del colonialismo de las potencias europeas en los S.XVIII y S.XIX, y que ahora vuelven a estar de moda como fruto de la globalización, y por simple capricho de algunos diseñadores.
Otros estilos en la vestimenta van acordes a una práctica, un uso: el estilo náutico o marinero, que surge como la forma idónea para navegar, y se expande en la actualidad a todas las tiendas en cada temporada primavera-verano. Tenemos en España el emblemático ejemplo de Amarras que, tras su auge en los 80 y su desaparición años más tarde, fue relanzada hace menos de un año; o ropa para la equitación, el golf o el paddle, etc. Un tipo de ropa ponible que no tiene por qué ir acompañado de dicha práctica con la que, en su día, nació.
También destacan los movimientos revolucionarios, como es la aparición de los ‘jeans’ en los 70, el hippismo, el estilo punk/rock como una forma de romper con la ropa ‘impuesta’, o el ‘vintage’ actual que consiste en vender ropa con un aire ‘desgastado’. Por no omitir aquellas tendencias como el ‘Porno Chic’ de Prada –desde que ha salido a bolsa la empresa italiana, le va de maravilla- o el ‘Lesbian Chic' de Gucci.
Al final, cuando nos preguntamos qué está de moda, no hallamos una respuesta clara. Como hemos analizado, hay una mezcla de estilos, décadas, estampados; por otro lado, la moda ya no va por temporadas –en invierno, puedes comprar prendas de baño para verano; y en primavera, bufandas-; los escaparates se renuevan prácticamente cada quince días y en Internet hay tal saturación de los “outlets” y clubes de moda que casi apunta a una burbuja que comienza a deshincharse.
Unos visten de manera racional, otros siendo manipulados; algunas tendencias surgen en la calle, otras se maquinan en las redacciones de algunas revistas. Los diseñadores independientes españoles pelean por mantenerse a flote, mientras que los grandes grupos de moda experimentan un gran crecimiento gracias a la expansión internacional en países como Rusia o India. Pero, en definitiva, sin duda alguna, como diría Flügel, nos vestimos para desplegar nuestra atracción y ocultar nuestra vergüenza, y eso es algo de lo que no podemos huir.