Dicen que en época de crisis las mujeres compran más barras de labio; también se experimenta una largura de la falda, en tanto que en época de 'vacas gordas', paradójicamente, la falda encoge de tamaño. Pero estos no son los únicos fenómenos sociológicos que tienen su traducción en la moda –frente a la injusta etiqueta de frivolidad que, desde el desconocimiento, se empeñan en colocarle. Al aclamado y, a veces, casi invisible bikini, por el que tantas –e incluso tantos- han luchado hace décadas, le ha salido ahora un competidor: el bañador.
La emulación de la intimidad propia de la lencería femenina, sumada al pragmatismo de dejar al descubierto más partes del cuerpo para la radiación solar –cuyos efectos entonces todavía se desconocían- fueron las razones, y siguen siéndolo, por las que, en aquellos años sesenta, con perfecta armonía, se integró en términos sociales el bañador de 'dos piezas'.
Aquellas bombas de verano
Hoy todos conocemos la representación del término bikini pero muy pocos se podrían imaginar que la etimología de la palabra procede de los ensayos militares que realizaban los estadounidenses con bombas atómicas, el mismo año, 1946, en el que el francés Louis Réard lo inventa y la striper Michelle Bernardini lo 'pasea' en un casino de París.
El atolón Bikini, una de las 36 islas perdidas del Océano Pacífico, fue el lugar elegido por EEUU para las pruebas nucleares durante algo más de una década. 'Explosiones' como las que, en aquellos años, experimentaban los hombres al ver, por primera vez, a una mujer con tan reducida indumentaria de baño. Eran, pues, los primeros bikinis.
Sin embargo, no podemos asegurar que el retorno del bañador de una pieza, que vuelve a abundar en los últimos años entre numerosos diseñadores de alta costura, sea una tendencia sociológica natural. No sabemos si es un indicador efectivo para medir fenómenos de psico-sociología, como sí lo es el de las barras de labio o, como cabe esperar, es un retroceso más, de corte estético, a las décadas de los 40, 50 y 60.
La fórmula de los pintalabios es también conocida como el Índice BigMac en una peculiar traslación de los utilizados para los tipos de cambio de las divisas. En 2000 una prestigiosa marca de cosméticos encontró una inesperada correlación estadística entre la evolución de las ventas de barras de labio y los archiconocidos ciclos económicos, tan naturales casi como la coquetería femenina. La sorpresa fue que las ventas no aumentaban en los ciclos alcistas, sino en los periodos de contracción de la economía.
¿Será que las mujeres abusan, inconscientemente, de sus barras de labio para buscar maridos potenciales con poder adquisitivo ante el temor de arruinarse ellas mismas por una depresión económica? O, como parece más lógico, ¿es la barra de labio, al igual que las colonias, el lujo más accesible? No es lo mismo comprar un bolso de Chanel de 1.000 euros, por ejemplo, que gastarse 80 euros en un perfume–y eso que las fragancias de la firma francesa son de las más caras-.
Zara salvando el Ibex35 y las rebajas siguen siendo una salida
Siguiendo por el camino de la sociología y su moda interna –causa o consecuencia de aquella-, todos ganamos con las rebajas: el comprador y la empresa. Acotex –Asociación de Comercio Textil y Complementos- prevé que las empresas de moda registren unos ingresos de 3.500 millones de euros durante el periodo de rebajas estivales. En la Comunidad de Madrid empezaron el pasado 21 de junio y al resto de España llegarán el 1 julio.
Mientras, unos no dejan de crecer y otros se hunden. Envidiados y admirados son los casos de Inditex –Amancio Ortega es ya el cuarto hombre más rico de Europa– y el gigantesco competidor de Zara, los suecos de H&M, ha cerrado el primer semestre de este año con un beneficio del 16%. Son dos paradigmas del modelo de negocio que triunfa en estos tiempos, en los que marcan la pauta las redes sociales y los dispositivos electrónicos. Se ha impuesto un pasotismo apático, habitual en periodos de crisis, en el que cualquier parecido a 'ostentación', también en el vestir, está mal visto.
Ahora que tanto se habla de 'rescates', no podemos omitir el de Inditex al Ibex 35 el pasado 12 de junio. El valor de sus acciones subió un 11,57% -75,40 euros por título- mientras otros pesos pesados del selectivo español estaban en números rojos. Sí, la moda, también consigue que suba la bolsa. Así que de banalidad, nada de nada.
Lógicamente no todo es de color de rosa en este sector. Según informa el Observatorio del Textil y de la Confección –CYTIC- la industria textil española perdió a lo largo del pasado año un total de 1.199 empresas. Esta tendencia negativa que se está dando desde 2008 es un claro indicio de que, el éxito de unos pocos –que llegan a muchos- es el fracaso de otros muchos –que al parecer llegan solo a una minoría-. ¿Mala gestión? En palabras de Fernando Aguirre, presidente de Ágatha Ruíz de la Prada, el éxito de una industria de moda reside en la suma del talento con el trabajo, multiplicado por una correcta gestión:
ÉXITO= TALENTO + TRABAJO x GESTIÓN
Sin embargo en España, no nos falta el talento, que abunda entre nuestros diseñadores. Sin tener que salir fuera del país contamos, de la mano de Covadonga O’shea, con el máster líder en gestión de esa aptitud artística para diseñar a través del ISEM Fashion Business School.
Y, ahora… toca reiventarse
La alta costura es, actualmente, un arte de difícil traducción práctica en la calle; dicho de otra manera, ¿cuántos españoles se visten con la ropa que se presenta en la pasarela? Y no solo hablamos de precios, sino también de pragmatismo. La pasarela es show, es espectáculo, es la esencia de un diseñador resumida en unos minutos; pero hace falta aplicarla –como ya algunos hacen- al día a día, siendo funcional.
Diseñadores independientes –aquellos que no están agrupados en ningún conglomerado textil- ven la necesidad de cerrar sus tiendas del Barrio de Salamanca: liquidaciones, out-let, descuentos del 40 ó 50%... No importa cómo atraer al cliente; lo que importa es hacerlo. Amaya Arzuaga, por ejemplo, ya cerró su tienda de la calle Lagasca de Madrid. Hablando de reinventarse, hay quienes, como Roberto Verino, nos ofrecen otros productos. Un lujo enológico que algunos afortunados se pueden permitir. Su Terra Do Gargalo es un placer para el paladar indescriptible e imposible de plasmar en tejidos.
El actual modelo de negocio en la industria textil casi obliga a los empresarios y/o diseñadores independientes a trabajar para algunas marcas con mayor estabilidad, relativa, para hacerse más fuertes. Es el ejemplo de Juanjo Oliva quien acaba de diseñar una colección limitada para Elogy o el de Miguel Palacio con Hoss Intropia. Otra salida es optar por showrooms situados en lugares clave para evitar alquilar una tienda que no sea rentable, como la joven leonesa María Lafuente en Madrid. Así, muchos más. Internet es siempre una oportunidad, pero ya empieza a sufrir cierta saturación.
Reinventarse, al final, es la clave. Como diría cualquier economista con algo de sentido común –de esos que saben que el liberalismo económico, a largo plazo, favorece a todos-, las burbujas permiten a las economías deshacerse de aquellas manzanas que solamente pudren el cesto: negocios que no pueden adaptarse al cambio, que no son productivos, que no se ajustan a las exigencias del mercado y la cultura. Es la famosa destrucción creativa, y, si la aplicamos a la moda, va como anillo al dedo. Por eso, es sociología, es economía, es moda.