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ESTRENO: 23 DE OCTUBRE

El imaginario del doctor Parnassus: La fantasía salvó al hombre

El imaginario del doctor Parnassus llega por fin a las carteleras con la desgraciada etiqueta de ser el último film del fallecido Heath Ledger. La película es un irregular pero honesto y singular despliegue de fantasía habitual de su director, Terry Gilliam.

Mucho se ha hablado sobre las vicisitudes del ex Monthy Python para acabar El imaginario del doctor Parnassus tras la desaparición de Heath Ledger, aunque parece que finalmente ha llegado a nuestras pantallas sin ningún cambio relevante en relación a su planteamiento inicial. La película finalmente ha podido ser terminada gracias a la extraordinaria inventiva visual de su director y la colaboración desinteresada de tres estrellas del calibre de Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell, que acabaron la parte del desaparecido Ledger sin que la lógica interna del film se resintiera en exceso (aunque me quedo, de lejos, con la aportación de un espléndido Christopher Plummer).

Gilliam es el paradigma del cineasta maldito: todos sus proyectos, incluida su ansiada versión de Don Quijote, se han visto afectados de todo tipo de imprevistos, imponderables o injerencias externas de productores y estudios. Si uno echa un vistazo a cualquier título de su filmografía comprederá la razón de ello. De todos sus defectos habituales se ve aquejada El imaginario del Doctor Parnassus, film desequilibrado y atropellado donde los haya, pero que pese a ello no deja de resultar estimulante.

Porque pese a los desequilibrios en su construcción y que por momentos al quijotesco Gilliam parezca escapársele la película de las manos –no hay quien entienda, a veces, su fábula-, éste es un noble cuento de extraordinario significado, que utiliza las surrealistas maneras de su autor para afirmar con rotundidad cómo la fantasía supera a la realidad y punto, sin que haya posibilidad de hurtar a Gilliam un palmo de verdad en su tesis.

Esto la convierte en una película a contracorriente, que huye de los socorridos y serializados tópicos de Hollywood y nos propone un genuíno, imperfecto arrebato de genio personal a pesar de los pesares, que los hay, y a manos llenas. Decir que El imaginario del doctor Parnassus es aburrida por momentos, lenta, desequilibrada, que tarda como media película en comenzar, o insistir en su confusión narrativa sería restarle puntos a su personalidad ampulosa, exagerada y rarita. Un film echo a mano por un soñador extravagante, un obrero del circo y un incontestable superviviente de la industria. 

En Chic

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