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ESTRENO: 3 DE ABRIL

La Duquesa: puro cine inglés en un drama femenino sin empalagos

La duquesa juega sus cartas con la solidez y precisión del cine inglés, pero también con algunos de sus flemáticos defectos. Con una consolidada Keira Knightley, especializada ya en la época victoriana, el film es un correcto drama de época que juega con la equivalencia actual de su heroína.

La duquesa juega sus cartas con la solidez y precisión del cine inglés, pero también con algunos de sus flemáticos defectos. Con una consolidada Keira Knightley, especializada ya en la época victoriana, el film es un correcto drama de época que juega con la equivalencia actual de su heroína.

L D (Juanma González) Haciendo gala de un ajustado tono en el que destaca una ironía que nunca llega a mofarse de los personajes, sino que sirve a un relato palaciego de pasiones encontradas y conspiraciones políticas, el film logra la implicación del espectador en el drama de su protagonista sin ahondar en lo lacrimógeno, perder el decoro o rayar su formal compostura de cine bien hecho. Pero a ello suma el silencioso paralelismo de su figura principal, una joven duquesa atrapada en un matrimonio imposible, con figuras mucho más contemporáneas que aportan ese sentimiento universal necesario para trascender las formalidades del género, por no mencionar alguna misteriosa sugerencia erótica que será mejor no desvelar.

El film sirve además de plataforma para que la jovencísima Keira Knightley oculte relativamente sus ademanes y pucheros habituales y muestre la actriz que sí hay en ella, utilizando el compacto guión como plataforma para realizar una interpretación igualmente sólida, en la que la susodicha consigue servirse y beneficiarse de lo que en otras ocasiones han sido defectos para incorporarlos al personaje con fortuna, como ya hizo en sus anteriores asaltos al cine de época (donde, sin duda, mejor se desenvuelve).

Utilizando el esperado estilo clasicista en el que nada ni nadie se sobrepone a la historia o a los presupuestos de la razonable economía narrativa del relato, La Duquesa consigue que el trasfondo victoriano, retratado de forma extraordinariamente sólida gracias a un excelente vestuario (merecedor del Oscar) y a un diseño de producción estupendo, sólo sea, sin embargo, un radiante ornamento para las vicisitudes de su protagonista, una mujer cuyas universales aspiraciones se ven coartadas por la reservada codicia del elemento que la sustenta, el duque de Devonshire ( interpretado por su habitual y ambigua maldad por el siempre valioso Ralph Fiennes).

En el lado negativo, el escaso peso de algunos de los personajes secundarios (los nobles y el escritor, fundamentalmente) limitan parte del alcance de una historia que podía haber extendido sus miras todavía más. Tampoco satisface la tan cacareada trayectoria de la duquesa en la trastienda política de la Inglaterra del XIX. Y, si bien el film dirige con seguridad sus pasos en lo relativo a la trayectoria personal y sentimental de su protagonista, no habría venido mal apuntalar esta parte de la historia.

Así pues, sin caer en complacencias excesivas o refinamientos estéticos más allá de su correctísimo aspecto y su cuidada estructura, el film de Saul Dibb lucha por huir de empalagos, toma la directa en dirección opuesta a la también aceptable La vida secreta de las abejas –correcto drama femenino con joven actriz destacable-, y huye de lograr a toda costa la implicación del público dejando que sea éste el que se implique con naturalidad a medida que se desarrolla una historia sin tratar de rizar el rizo o acentuar su seriedad.

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