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La proposición: Sandra Bullock tuvo, y retuvo

La proposición forma parte de ese privilegiado grupo de comedias románticas que no resultan una experiencia traumática. La película, que ha logrado dar una buena campanada en la taquilla USA pese a tanto Transformer, resulta fresca y divertida, gracias en parte a una recuperada Sandra Bullock.

La proposición forma parte de ese privilegiado grupo de comedias románticas que no resultan una experiencia traumática. La película, que ha logrado dar una buena campanada en la taquilla USA pese a tanto Transformer, resulta fresca y divertida, gracias en parte a una recuperada Sandra Bullock.

La proposición se presenta como la enésima comedia romántica de la temporada, sólo que a diferencia de la desabrida Ejecutiva en apuros -título con el que comparte género, e incluso algún elemento de su argumento- se deja ver muy bien, al aparecer todo presentado con un cierto entusiasmo que demuestra una inequívoca voluntad de divertir al público, sin aderezos dramáticos o falsos dramatismos.

Y si eso sucede es gracias a un guión que respeta de pe a pa los lugares comunes el género, pero que no se acaba de tomar en serio a sí mismo. Prolongando muy bien la tensión romántica entre sus protagonistas, una Sandra Bullock que sabe que quien tuvo, retuvo, y un Ryan Reynolds en el que se atisba talento de comediante, La proposición sabe situarse en un cómodo -y dificil- lugar intermedio entre la necedad y el almíbar.

Las aventuras de una jefa malencarada y su fiel ayudante se trasladan a la fría Alaska, en un vano intento de ella de prolongar su visado estadounidense casándose con su voluntarioso empleado. Por supuesto, allí descubrirá que la familia de éste no es lo que parecía, y el corazón frío de la bruja comenzará a derretirse.

Y durante ese proceso, el film no inventa la rueda ni falta que le hace: sin desvincularse de todos los tópicos del género y sin tener que recurrir a la pura anarquía o a arrebatos de autoconsciencia, la película -producida también por la Bullock- se mantiene ágil y constante, razonablemente creíble y cocinada con premura pero acierto.

Ayudados por una notable corte de secundarios que enriquecen el invento, el film prolonga hasta casi su desenlace las broncas de la improvisada y falsa pareja, y basa su fundamento cómico en el fingimiento obligado de su amor eterno, primero en el ámbito laboral y luego en el familiar. Y carente aspamientos dramáticos de sobremesa y siesta, se chotea con razonable desvergüenza del inicial odio y previsible enamoramiento de los tórtolos.

Si todo ello se adereza con un razonable paisajismo –tanto neoyorkino como en su variente montañosa- y de gags convencionales pero nada mediocre –desde el rescate del lanoso perro de las garras de un águila, o ese desnudo inesperado y gratuito-, La proposición se presenta como un altamente funcional y entretenido pasatiempo de verano.

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