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La sombra del poder: un thriller periodístico a prueba de bombas

Adaptación de la miniserie State of Play, La sombra del poder es un buen thriller que desvela las interioridades del periodismo como oficio y la política como plaga ineludible. A ratos brillante, se beneficia de un elenco de actores excelente en un entretenimiento a prueba de bombas.

Adaptación de la miniserie State of Play, La sombra del poder es un buen thriller que desvela las interioridades del periodismo como oficio y la política como plaga ineludible. A ratos brillante, se beneficia de un elenco de actores excelente en un entretenimiento a prueba de bombas.

L D (Juanma González) A modo de reflejo actual de los modos y maneras del thriller setentero, La sombra del poder se las apaña, y muy bien, no sólo para adaptar el gusto actual cintas como Todos los hombres del presidente, sino para presentar una intriga y una investigación sólida y un entretenimiento veraz que no sacrifica rigor por velocidad, ni empaña su notable intensidad con ínfulas de fatuidad oscarizable. Una virtud que esperemos se repita también en The international en su variedad de espionaje: cinta americana del alemán Tom Tykwer de inminente estreno, los fans del thriller están este mes de enhorabuena.

El asesinato de una joven desvela una peligrosa trama de corruptelas políticas en la que está en juego la amistad entre un periodista y un prometedor político, y que por el camino descubre al público el difícil equilibrio de la prensa como cuarto poder y sus intrincadas, necesarias relaciones con el ámbito político, presentado, aquí sí, como la definitiva quintaesencia de la corrupción moral.

El film de Kevin McDonald sabe sacrificar su ortodoxia de género desde el minuto uno, guardando además un sabio equilibrio entre un look contemporáneo que, sin embargo, no acusa la necesidad de alardes estéticos dispuestos a crear un compás trepidante. El film tampoco sacrifica su credibilidad en aras del enésimo giro de guión, también presente, sino que apuesta por la cohesión de un guión bien armado presentado con una vigorosa, a la vez que sobria, puesta en escena. De modo que con pasmosa seguridad, el film de McDonald coge velocidad y no suelta al espectador en ningún momento, sabiendo que sus entretenidísimos fuegos de artificio van por otro camino y que su suficiente duración -y su enrevesada trama, presentada de forma intuitiva y lógica-, va a pasar, de todas formas, en un suspiro.

Además de ese cuidado en su confección, el film, adaptación de la miniserie británica de seis horas State of Play, muestra con soltura y convicción el mundo periodístico como contrapuesto y complementario a las altas esferas políticas, a modo de guerrilla de asalto en permamente peligro de desaparecer. Llamativa y humana –por extremadamente actual- es la afortunada comparación del periodismo escrito con el digital, todavía más dinámico pero aquejado de numerosos defectos. Representado esta última tendencia en la película por la joven becaria Rachel McAdams, con su entrañable relación con su maestro Russell Crowe, de ambos se desprenden algunos de las más inesperadas y lúcidos momentos de la cinta. Y atentos a la reflexión que del oficio plantean, porque no es ningún disparate.

Dotada de esa contundente regularidad, el relato no decae en ningún momento, y sabe beneficiarse también de un plantel actoral de primera , de esos capaces de convertir un film correcto y sin arrebatos de originalidad como La sombra del poder en un algo por encima de la media. Desde un Russell Crowe perfectamente cómodo en la piel del desgarbado pero astuto periodista McCaffey hasta un Ben Affleck que asume su posición secundaria y sorprende cada día un poquito más –atrás puede que queden sus desmanes mediáticos y comerciales-, se agradece también la presencia de la siempre estimulante Rachel McAdams y una Helen Mirren que consigue levantar un personaje que oscila entre lo plano y lo tópico. Pues eso, que no se la pierdan.

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