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ESTRENO: 24 DE JULIO

Nueva York para principiantes: un inglés suelto en Hollywood

El comediante británico Simon Pegg cruza el charco y es contratado en una revista de tendencias en Nueva York. La fabricación de ídolos de cartón, el romance y el eterno contraste cultural entre ingleses y EEUU es eje de una comedia negra de excelente reparto que promete, pero no da.

El comediante británico Simon Pegg cruza el charco y es contratado en una revista de tendencias en Nueva York. La fabricación de ídolos de cartón, el romance y el eterno contraste cultural entre ingleses y EEUU es eje de una comedia negra de excelente reparto que promete, pero no da.

Simon Pegg es una de las últimas personalidades del humor británico exportadas a EEUU a multitud de proyectos. De personalidad encantadoramente "friki" y cotidiana, estrena protagonismo en medio de un reparto estelar en una comedia negra en la que se revela como un histrión en el mejor sentido del término, un verdadero robaplanos que acapara la película con facilidad pasmosa, y que deja literalmente tirado en la cuneta a todo el fenomenal elenco del que presume la cinta.

Porque nada menos que a Jeff Bridges, Gillian Anderson, Kirsten Dunst y la inevitable Megan Fox pululan por Nueva York para principiantes. Da igual, Pegg se eleva por encima de ellos, y también de la propia película, para aportar la mala leche necesaria a una correcta comedia que reflexiona sobre las zonas grises de la fama, pero que se queda a medio camino de todo lo que plantea.

Basada en hechos reales, lo que promete el film de Robert Weide es esperanzador. Una afinada disección acerca de la fabricación de ídolos y el reverso de la fama, un vistazo a la elaboración de una revista de tendencias de influencia mundial (Vanity Fair, bajo pseudónimo para evitar la conveniente demanda), y una exhibición de secundarios notable, bañado todo ello en humor británico. Pero acaba conformándose con una exhibición de las patosas torpezas de su protagonista (que incluyen, incluso, el asesinato de un perro), y que finalmente son lo mejor de la película. Es cuando se mantiene en esta tesitura cuando la gamberrada se deja ver muy bien y resulta razonablemente desvergonzada.

Pero el conjunto es menos sangrante de lo que podría. Pese al atractivo de la propuesta, que bascula entre lo ácido y lo directamente payaso gracias a la habilidad de Pegg para la mímica y su locuacidad made in Britain, el permanente choque de su protagonista con la sequedad de sus colegas y jefes norteamericanos se acaba, y el film se queda desarmado y sin chollo antes de su desenlace.

Y es en ese momento que el componente romántico llega a imponerse por encima de lo que hasta ese momento había sido el eje del relato, una válida comedia negra sobre los pormenores de lo que aquí, en cutre, ha derivado en lo que llamamos corazón o prensa rosa.  Durante sus últimos treinta minutos, Nueva York para principiantes decide volar bajo y parecerse más a la fórmula El diablo viste de Prada o Confesiones de una compradora compulsiva en versión hombre, olvidándose de lo expuesto anteriormente y conformándose con ser una amable reflexión sobre las zonas grises de la fama y el precio moral que se paga por ella.

El film, que empieza y sigue bien, acaba como una comedia romántica de encuentros y desencuentros que se deja ver pero que ya hemos visto, lo que defenestra la buena impresión inicial de una película que no pasa de entretenida.

En Chic

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