Pues nada, felicidades. Pero que deje de llorar y de romper raquetas cuando pierde. No se puede arruinar una imagen pública meticulosamente construida (por él, pero sobre todo por ella, su representante y asesora antes incluso de ser su novia) ahora que las victorias ya no son tan fáciles.
Sobre todo para ella, que como un día se levante caprichosilla, se divorcia y se lleva la mitad de la pasta.
¡Que viva l'amour!