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The Spirit: Frank Miller no vence ni convence, aunque se agradece la rareza

A Frank Miller, leyenda viva del cómic, casi le sale el tiro por la culata con The Spirit, su primera película como director en solitario. El film no es tan lamentable como dicen, pero uno se pregunta qué diablos le querían decir...

A Frank Miller, leyenda viva del cómic, casi le sale el tiro por la culata con The Spirit, su primera película como director en solitario. El film no es tan lamentable como dicen, pero uno se pregunta qué diablos le querían decir...

L D (Juanma González) Después de codirigir la primera entrega de Sin City junto al copista Robert Rodríguez, y desertar de la algo superior adaptación de 300, Miller ha decidido coger el testigo él solito y embarcarse en la adaptación del comic fundacional de Will Eisner utilizando la estética creada por éstas.

Apostando por un infantilismo voluntariamente demodé dirigida a contrastar con la violencia inocua de sus estilizadas imágenes, a The Spirit le espera el destino de toda película que osa desafiar los gustos de la audiencia para la cual está empaquetada. Lástima que los hallazgos luego sean -en parte- arruinados por la propia película, confundida también por cierta indecisión en su tono. De todas formas, al Miller director no se le puede reprochar haber caído en la seducción por el aparato de la alta producción del cine superheroico norteamericano, fabricando ya en serie franquicias originadas en el octavo arte.

A Miller cabe reconocerle la evidente comodidad con la que chapotea en la estética de pantalla azul (o verde, tanto da) para ofrecer algunos momentos notables y varias proposiciones visuales más que suficientes. Ahí está el flashback que narra la juventud de su protagonista con la heroína de la función, reforzado por una adecuada partitura del inofensivo David Newman, o algunos de los momentos de reflexión vía voz en off de su protagonista, verdadera mezcla entre héroe estoico y lúdico.

En este sentido, el film está concebido voluntariamente como una rareza de difícil paladeo entre su público adolescente de multicine, y Miller juega a propósito con la perplejidad que provoca su sentido del humor, su retórica sentenciosa y la estilización noir del invento. Y en esa tesitura hallamos su belleza, pero también todos sus defectos, aquellos que la harán intragable para no pocos.

Pero fuera de esto, lo que definitivamente no funciona en The Spirit es la escasa contundencia de todo aquello que plantea, un error que sí hiere de muerte al producto. Al final, la adaptación chirría debido a un exceso de palabrería que convierte en eternos algunos de sus episodios (como aquel en el que hace aparición una descolocada Paz Vega), defecto mortal al que se añade el hecho de que Miller no sepa, no quiera, cerrar como es debido algunos de sus aciertos, como ésa relación amor odio entre Denny Colt y Sand Sharef, o entre el primero y el villano Octopus.

A medio camino entre la reflexión sobre el héroe atormentado de vuelta de la tumba, su énfasis en el erotismo es sin duda lo que más sorprende. Tratando a su ciudad como una mujer, su protagonista es un súper hombre anónimo atrapado en una ciudad de féminas “preparadas para los nuevos tiempos”. Todo ello según el peculiar de Miller, autor de ideas no aptas para todos los públicos y de una sinceridad innegable, voluntariamente hosca y fuera de lo políticamente correcto.

Y como el film tampoco apuesta por la acción desenfrenada, al final lo que sí queda para el recuerdo es su espectacular repertorio de actrices: desde una Eva Mendes reivindicando con nobleza su estatus de mujer fatal para los nuevos tiempos, hasta una Scarlett Johansson aprovechando su sosería para bien. Si a ello se suma un Samuel L. Jackson que, aparte de estar hasta en la sopa, nos deleita con uno de sus monumentales cabreos de hora y media, monólogo incluido, pues ya está todo dicho.

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