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Clases para la guerra: la magia del loctite y la cinta americana

El Ejército de Tierra celebra durante toda esta semana sus Jornadas para Corresponsales de Guerra.

El Ejército de Tierra celebra durante toda esta semana sus Jornadas para Corresponsales de Guerra.
Militares españoles combatiendo en Afgnanistán. | Archivo

Desde la comodidad de sus hogares, millones de españoles reciben información diaria de los principales conflictos bélicos que sacuden el planeta. Son guerras ajenas, a las que cubre una gris nebulosa cimentada tanto en la excesiva lejanía de los países en los que se desarrollan como en las enormes diferencias de desarrollo socio-económico que tienen respecto a los países occidentales.

Para formar a todos los periodistas que trabajan en trasmitir esa realidad diaria, ya sea desde Herat o Beirut, ya sea como corresponsales o enviados especiales, la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra está celebrando desde este lunes una nueva edición de sus Jornadas de Corresponsales de Guerra.

El objetivo de las mismas es proporcionar a los participantes unos conocimientos y habilidades que les permitan desarrollar su trabajo con mayor seguridad y eficacia cuando ponen pie a tierra en una zona en crisis o conflicto. "Es un curso de sensaciones, las sensaciones no se olvidan nunca", dice el teniente coronel Carlos Benito, coordinador de las jornadas.

"Hay que conseguir que nadie se quede parado cuando explote una mina en sus cercanías o que puedan distinguir el tipo de munición con el que se está disparando. Es importante saber que si están disparando con un calibre 50, como le llaman los americanos, no sirve de nada refugiarse detrás de un muro porque la munición puede atravesarlo", continúa.

La primera jornada se centró en la prevención sanitaria en zonas de conflicto. Y sirvió, sobre todo, para saber que cuando un periodista está realizando la maleta para ir a una zona de guerra no puede olvidarse productos tan importantes como el loctite o la cinca americana, por mucho que los no iniciados en la supervivencia en estas áreas nunca hayan pensado que tales productos pueden ser productos vitales.

Y es que, por ejemplo, el loctite no sólo sirve para pegar la suela de una bota cuando se despega en un momento inoportuno o arreglar piezas sueltas del equipo de trabajo, sino también en momentos de emergencia para pegar heridas y ponerlas a cicatrizar a lo burro en cuestión de segundos o, quién lo iba a decir, para sustituir a un buen odontólogo cuando andas en medio de un desierto o de una ciudad medio derruida y se tiene un diente moviéndose en exceso o se ha caído una corona.

"Esta solución es mejor que ponerte a buscar un barbero en un pueblo perdido, de esos que van a utilizar como anestesia, con suerte, una botella de whisky y te van a arrancar el diente a la antigua usanza", dice uno de los expertos odontólogos del Ejército de Tierra. Y parece que no le falta razón, pues pocas ganas habrá en esos momentos de querer convertirse en los protagonistas de una escena que se ha recreado hasta la extenuación en multitud de western estadounidenses.

La utilidad de la cinta americana no se queda atrás. No sólo sirve para arreglar cualquier posible desperfecto en el material de trabajo, sino también para reparar algunas roturas en el vehículo, completar un cabestrillo con el que inmovilizar una extremidad o ayudar a montar una camilla improvisada con la que sacar a un herido de una zona caliente y transportarle hasta una zona segura.

Pero el tema no se queda ahí. Por mucho que sorprenda, también es útil para tapar un orificio en el cuerpo humano provocado por la metralla de una explosión e impedir que el aire entre al cuerpo por ese orificio y no por la boca o nariz, impidiendo la normal respiración del individuo.

Aparte de lo anecdótico de la utilidad del loctite y la cinta americana, la información sobre prevención sanitaria en áreas de conflicto tocó temas de vital importancia sobre vacunas y formas de evitar enfermedades como la malaria o paludismo, el dengue, la hepatitis A y B o el VIH. También sobre cómo llevar a cabo el control del agua que se puede beber y que métodos portátiles existen en el mercado –eso sí, preparen la billetera- para poder recoger agua de un charco de cualquier parte del mundo y poder beberla sin que el agua daño al cuerpo.

No faltó tampoco talleres sobre vectores y animales peligrosos en zonas de conflicto -¡ojo!, pese a que lo hayan visto en millones de películas jamás succionen el veneno de una serpiente-; primeros auxilios y la cura de heridas o quemaduras de diversos tipos; técnica de soporte vital básico; extricación, inmovilización y transporte de heridos; y control del estrés en situaciones de conflicto.

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