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La libertad del monstruo de Alcácer

Miguel Ricart secuestró, violó y torturó hasta la muerte a las tres niñas de Alcácer en noviembre de 1992

Miguel Ricart secuestró, violó y torturó hasta la muerte a las tres niñas de Alcácer en noviembre de 1992
Miguel Ricart, junto al cartel de las tres niñas desaparecidas

En 1992 la gran mayoría de españoles no hubiera podido ubicar en un mapa la pequeña localidad valenciana de Alcácer, situada en al Huerta Sur de la provincia, de apenas 10.000 habitantes. Pero desde entonces, ese nombre está asociado indefectiblemente a una de las mayores conmociones que ha sufrido nuestro país. La noche de un 13 de noviembre de hace 21 años, viernes, Míriam García Iborra, Toñi Gómez Rodríguez y Desirée Hernández Folch, tres amigas de entre 14 y 15 años, desaparecieron cuando pretendían acudir haciendo autoestop a la discoteca Coolor de la cercana localidad de Picassent. Dos meses tardarían en aparecer sus cuerpos en un terreno cercano a la presa de Tous.

Las menores habían sido violadas y torturadas hasta la muerte por Antonio Anglés y Miguel Ricart, dos delincuentes veinteañeros. El primero huyó y dos décadas después sigue desaparecido. Es el mismo periodo que el segundo ha pasado en la cárcel. Tras la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la doctrina Parot, Miguel Ricart saldrá a la calle en los próximos días y no dentro de diez años como estaba previsto, un hecho que regurgita las peores experiencias en Alcácer: los dos meses de búsqueda de las niñas; el golpe brutal del hallazgo de los cadáveres descompuestos; la imposibilidad de que uno de los criminales pagase con la cárcel y el escarnio público que sufrieron unas familias expuestas a la entonces incipiente televisión de los Reality.

Las cadenas privadas andaban sus primeros pasos y una de ellas, Antena 3, decidió trasladar sus platós a Alcácer, desde cuyo Teatro Municipal se retransmitió uno de los magazines más populares de la cadena, convirtiendo la tragedia en todo un espectáculo mediático. Una pauta de conducta profesional que no parecen haber abandonado del todo los profesionales del medio televisivo ante cada nuevo crimen de similares características, como el reciente de la niña Asunta en Santiago.

En la otra gran cadena nacional, Tele 5, el popular programa Esta noche cruzamos el Misissipi, del ínclito Pepe Navarro, exprimió el caso a mayor gloria de su share y alimentó la teoría, defendida por las familias de dos de las tres niñas, de que Ricart era simplemente el cabeza de turco que servía para ocultar a los verdaderos responsables, además del desaparecido Anglés. Veinte años después, el Psicólogo municipal del Ayuntamiento de Alcácer, José Gil Martínez, se muestra extremadamente crítico en declaraciones a Libertad Digital con el papel que jugaron entonces los medios audiovisuales: "El pueblo de Alcácer trató de olvidar aunque a veces no le dejaron. Los medios de comunicación no han aprendido la lección. Sólo atienden a criterios de audiencia y la actuación de las televisiones creó fricciones entre las familias. Lo único que se consiguió es que alguna víctima dijese cosas o diese detalles escabrosos con el afán de seguir siendo protagonista principal y todo eso deterioró la relación entre los padres. Seguirían haciendo lo mismo, porque dependen de la audiencia"

La sentencia que condenaba a Ricart a 170 años de cárcel, dada a conocer en septiembre de 1997 por la sección segunda de la Audiencia provincial de Valencia, lanzaba una andanada a los medios, al considerarse "objeto de agresión continuada previamente y durante las sesiones de la vista, con informaciones parciales en algún medio de comunicación, tendentes a crear un ambiente de oscurantismo en el trámite procesal seguido".

Fernando García, el primer Padre Coraje

Recordar el caso de las niñas de Alcesser es recordar a una de sus víctimas: Fernando García. Desde el primer momento, el padre de Miriam, un comerciante de colchones, se mostró muy activo y tomó un gran protagonismo en la búsqueda de las tres niñas y en la posterior petición de responsabilidades penales. De hecho, cuando aparecieron los cuerpos en enero de 1993 se encontraba en Londres para solicitar la colaboración de Interpol en la búsqueda de su hija y sus dos amigas.

Fernando García se erigió enseguida en portavoz de las familias y se convirtió en todo un 'padre coraje'. Pero pronto su camino se separó del de las familias de Toñi y Desirée: decidió cambiar de abogados, inició una estrecha relación con el criminólogo Juan Ignacio Blanco y sostuvo en el juicio contra Ricart, a cuya primera vista llegó en 1997 aclamado por la multitud, que los verdaderos responsables del brutal asesinato de las niñas era una trama organizada de "gente importante". Una trama que habría utilizado a Ricart como Cabeza de Turco y que habría asesinado al desaparecido Anglés, cuyo rastro, según los investigadores, se perdió cuando llegó a Dublin a bordo de una carguero procedente de Lisboa.

La sentencia que condenaba a Ricart a 170 años de cárcel decía que éste "circulaba en compañía de otro varón identificado (…) y posiblemente de alguna persona más" y señalaba que el único condenado incurrió en "contradicciones en el relato de las torturas". Sin embargo, José Gil Martínez zanja rápidamente cualquier hipótesis alternativa sobre lo ocurrido "irónicamente podría decir que una cosa son las creencias, las opiniones y otra los hechos. La Policía Científica no se puede mover con especulaciones, es absurdo"

El 30 de julio de 1997, cuando el juicio quedó visto para sentencia, Fernando García anunció la creación de la Fundación Niñas de Alcácer que nunca llegó a constituirse por el desacuerdo con las otras familias. Sin embargo, sí que se habilitaron diversas cuentas bancarias en las que se recibieron donaciones solidarias. En 2002, coincidiendo con el décimo aniversario del crimen, un reportaje con cámara oculta de la recién desaparecida Canal 9 cuestionaba el manejo de esos fondos.

El impacto psicológico

Del dolor provocado por los crímenes, desde su óptica profesional, opina José Gil Martínez "todas las víctimas viven mal el que la persona que es la culpable de su sufrimiento quede en libertad. Es muy difícil y no todos tenemos la fortaleza suficiente como para perdonar a los que nos han causado tanto dolor. Nadie se acordaba ahora de que fue un 13 de noviembre cuando desaparecieron las niñas. Lo que remueve es ver ahora que Ricart tiene la posibilidad de vivir en libertad".

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