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El desastroso balance de la Iglesia vasca tras décadas de nacionalismo

Los actuales obispos hacen frente como pueden a una situación crítica tras décadas en las que el nacionalismo ha mandado en la Iglesia.

Los actuales obispos hacen frente como pueden a una situación crítica tras décadas en las que el nacionalismo ha mandado en la Iglesia.
Los obispos Munilla e Iceta han cambiado el rumbo de la Iglesia vasca | Archivo

La adhesión de un grupo de sacerdotes vascos a las manifestaciones en favor de los presos de ETA y las últimas incursiones del obispo emérito Uriarte en el ámbito político defendiendo las tesis batasunas han vuelto a poner en el primer plano a la Iglesia Católica en el País Vasco, un auténtico quebradero de cabeza para el Vaticano y para el conjunto de la Iglesia.

Desde Roma hace ya tiempo se ha puesto coto a una politización sin parangón de una parte importante del clero que además durante décadas ha mostrado connivencia con el entorno etarra, sin condenas explícitas al terrorismo. Y comenzando por pastores como Setién o Uriarte.

Las consecuencias de cambiar a Dios por el ídolo nacionalista han sido desastrosas para la Iglesia en el País Vasco, y no sólo por la credibilidad pérdida y que será difícilmente recuperable. ¿Cuál ha sido el balance de tantos años de nacionalismo eclesial y de desprecio a miles de fieles?

Las consecuencias del nacionalismo

La realidad es implacable. Hoy en día es un erial espiritual que se demuestra con datos. Según el CIS, el número de españoles que se declara católico asciende al 72,1% de la población, vascos incluidos. Pero si estos datos se analizan por regiones se observa que el grado de secularización que afecta al País Vasco es realmente preocupante. Y es que en esta comunidad autónoma se declara católico tan sólo el 58,6% de la población, es decir, 13,5 puntos menos que la media española.

Este dato se agrava aún más si se tiene en cuenta que precisamente el País Vasco ha sido una de las regiones de España con una fe más arraigada y auténtica cuna de misioneros. De hecho, miles de vascos han propagado la fe católica por todo el mundo. Ahora, lo difícil es encontrar alguna iglesia llena.

El proceso de secularización acelerado por este virus del nacionalismo ha tenido otras consecuencias muy visibles. No hay relevo generacional para el clero. Los antaños repletos seminarios vascos se han vaciado completamente y la crisis vocacional es quizás el mayor reto que tienen ahora los obispos.

El pasado curso Bilbao era con nueve la diócesis vasca con más seminaristas. Mientras tanto, San Sebastián aumentaba a cinco su número de seminaristas y Vitoria disminuía hasta un único alumno. Quince seminaristas para todo el País Vasco para una población de 2,2 millones de personas. Entre las tres suman menos que diócesis con muchísima menos población como Ciudad Real, Cádiz, Almería o Alcalá y aún mucho más lejos de los más de 200 seminaristas de Madrid, los 61 de Valencia o los 74 de Toledo.

Y es que en 2012 se ordenaron entre las tres diócesis únicamente seis sacerdotes, lo que impide que se pueda realizar de una manera correcta la actividad pastoral. El País Vasco aporta 15 seminaristas del total de 1.278 que hay en toda España. Un auténtico problema que muestra las consecuencias nefastas de una línea que ha llevado al precipicio al catolicismo en esta región.

Tal era la situación en los centros de estudios que incluso el obispo Munilla decidió sacar a sus seminaristas del País Vasco y llevarlos a estudiar a Pamplona. Hasta entonces lo hacían en la Facultad de Teología de Vitoria.

Clero envejecido y nacionalista

En este momento, el clero vasco es de los más viejos de España y muchos de estos sacerdotes son los que comparten esta tendencia nacionalista. Se estima que ya menos del diez por ciento del total sería de tendencia batasuna. Precisamente son éstos los que más oposición han mostrado a los nuevos obispos vascos y los que apoyan los actos proetarras, como está ocurriendo en las últimas semanas.

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, el de Bilbao, Mario Iceta y en menor medida el de Vítoria, Miguel Asurmendi, se tienen que enfrentar día a día a este clero de tendencia batasuna, una minoría pero perfectamente organizados en grupos como las llamados Comunidades Cristianas Populares, Herria 2000 Eliza y la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria.

Sin embargo, ha sido monseñor Munilla el que más problemas ha tenido pues es precisamente San Sebastián la diócesis con mayor clero nacionalista y de tendencia proetarra de todo el País Vasco, en parte auspiciada por los anteriores obispos Setién y Uriarte. Dimisiones de la Curia, protestas, cartas abiertas y hasta desplantes. Esto es lo que ha soportado el prelado vasco en los pocos años que lleva al frente de la diócesis.

El gran esfuerzo de los nuevos obispos

Pero las cartas del Vaticano están sobre la mesa y los aires que llegan de Roma son muy distintos a los que querrían este grupo de sacerdotes. Aunque muy despacio, los obispos vascos van consiguiendo enderezar lo que se puede enderezar y por ejemplo las víctimas del terrorismo ya no son unas proscritas. El cambio iniciado con Munilla e Iceta concluirá cuando Asurmendi renuncie por edad para lo que quedan dos años. Para su lugar en Vítoria suena el obispo auxilar de Pamplona, Juan Antonio Arnáez. Tres obispos vascos pero sin ideas nacionalistas y más centrados en lo evangélico que lo político.

Conseguir revitalizar la fe en el País Vasco será harto complicado y para ello estos nuevos obispos saben que necesitan nuevas fuerzas y para ello están consiguiendo que vascos que sintieron una llamada al sacerdocio pero que no querían formarse en su tierra estén volviendo. Éstos ya van ocupando puestos importantes en la diócesis. Además, se están ayudando de clero proveniente de otros países demostrando que la Iglesia es universal y no vasca.

El camino será arduo y lento pero al menos ya es recto. Con respecto al clero más radical es también el más viejo. Gran parte de los sacerdotes con ideas marxistas y conniventes con ETA superan los setenta y ochenta años y no han encontrado ningún tipo de relevo. Los jóvenes de la izquierda proetarra y sus ideas marxistas-leninistas simplemente no creen y en buena medida odian a la Iglesia. El tiempo irá haciendo el resto.

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