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Ortega Lara a Pedro J.: "Si no fuera creyente, me habría suicidado"

El exfuncionario de prisiones lamenta que su sufrimiento pueda haber sido estéril, ante la política de concesiones a ETA.

El exfuncionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA durante 532 días, se lamenta de la política antiterrorista del Gobierno, que en su opinión hace que su sufrimiento haya sido "estéril".

En una entrevista realizada por Pedro J. Ramírez y que este domingo publica El Mundo, Ortega Lara rememora algunos momentos de su larguísimo cautiverio y admite que se sintió traicionado y con mucha rabia e indefensión cuando salió de prisión su carcelero, Josu Uribetxeberria Bolinaga, por motivos de salud.

El ahora candidato a las elecciones europeas por VOX afirma que ya le ha perdonado, porque intenta vivir sin miedo y sin odio, aunque cree que el Estado no debe perdonarle. A oscuras la mayor parte del día, y con las paredes de madera que siempre despedían humedad, Ortega Lara narra que superó aquello aferrándose a su familia, a la oración y al sentido del método, de la rutina diaria.

Desvela, por ejemplo, que escribía notas que envolvía con un mechón de pelo y que escondía luego entre las rendijas de las tablas de la pared con la ayuda de un alambre. También hacía bolitas con mensajes más extensos, que llegó a ocultar hasta en las fosas nasales, por ejemplo sobre el tiempo que llevaba en cautiverio. Todos ellos solían acabar con una idea: "Díganle a mi mujer y a mi hijo que les quiero mucho".

Ortega Lara dice incluso que ensayó suicidarse hasta en dos ocasiones y que "discutía" con Dios, al que pedía que por lo menos le mataran para acabar con aquel "sufrimiento atroz". Al final, la oración y su familia lo salvó. Por eso, el exfuncionario de prisiones admite que "con toda probabilidad" se habría suicidado "si no hubiera sido creyente". "Para un creyente el suicidio es lo más degradante, lo más humillante. Cada vez que me lo planteaba me sentía fatal conmigo mismo. Pero aquel dolor era insoportable. Siempre discutía con Dios. Luego me arrepentía, me disculpaba y volvíamos otra vez, así día tras día. Al final le decía: "Hombre, por favor, dame una salida. Si no consideras oportuno que salga de aquí vivo, haz por lo menos que me maten. No hagas que tenga que acabar yo mismo con mi vida".

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