Pilar Rahola examina hoy la polémica presencia de Pascual Maragall, enfermo de alzheimer, en un mitin de ERC. Reconoce Rahola que hubo un momento en el que tuvo escrúpulos, pero estos se desvanecieron en cuanto escuchó a su mujer, Diana Garrigosa, en la radio. "Las dudas se han evaporado. Pasqual expresó su deseo de ir a ver a su hermano y Diana hizo lo que viene haciendo desde siempre, intentar que su marido fuera feliz. Ni estrategia, ni planificación, ni tactismo oportunista, nada, la sencilla y espontánea decisión de una pareja", dice. "¿Quién es nadie para decir nada sobre eso? ¿Qué sabemos quienes no lo vivimos de cómo se construye la felicidad de un enfermo de alzheimer? ¿Qué importa nada, si lo único que importa es verle sonreír?", dice con esa encantadora ingenuidad que la caracteriza.
"Quería ir al mitin, pues allí fueron, y seguro que su alegría fue un bálsamo", continúa como si estuviera narrando Caperucita Roja. "Aunque tendamos a mirarlo todo con la lupa de la política", que hay qué ver cómo son algunos, mezclar con la política algo tan ajeno como un mitin de campaña, "no podemos olvidar que detrás del líder existe un hombre cuya vida se va borrando inexorablemente, y cualquier momento deseado deber ser un momento vivido. No hay mucho más por decir, excepto expresar respeto y cariño”. Yo que la esposa de Maragall contrataba a Rahola para que lo cuidara. Lo mismo se lo lleva a su tertulia.