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Las claves del mea culpa de Pujol: Convergència sacrifica al rey y el proceso queda en suspenso

Un empleado de banca andorrano puede activar el principio del fin de 40 años de régimen pujolista, exclusión lingüística, odio a España y corrupción.

Un empleado de banca andorrano puede activar el principio del fin de 40 años de régimen pujolista, exclusión lingüística, odio a España y corrupción.

Jordi Pujol ha conseguido dejarlo todo atado y bien atado en el seno de Convergència, el movimiento que creó en el monasterio benedictino de Montserrat con un grupo de fieles, la mayoría desaparecidos, poco antes de la muerte de Franco. Un "Falciani" andorrano es el "culpable" de la confesión preventiva de Jordi Pujol, presidente de la Generalidad durante 23 años y muleta de Felipe González y José María Aznar. El español del año de 1989 tiene el mismo crédito y prestigio a estas horas que el Dioni o Strauss Khan, hasta el punto de que el número dos de Convergència, amigo íntimo, en teoría, de todos los hijos varones del matrimonio Pujol-Ferrusola, ya divaga en público sobre la conveniencia de enviar a Pujol padre al gulag de los Millet, Bustos, Prenafetas, Alavedras y De la Rosas.

La sede de Convergència, embargada por financiación ilegal del partido a través del "caso Palau" (de la Música) permanece cerrada a cal y canto el día después del gran petardazo pujolista. El padre y el hijo dedicado a la política, Oriol, apañaron el nombramiento de Josep Rull dos segundos antes de que un empleado de la Banca Privada de Andorra abriera la subasta sobre los documentos que referencian las cuentas de la familia Pujol Ferrusola. Ni el juez Pablo Ruz ni la unidad policial de la Udef habían logrado desactivar el blindaje político y financiero de los Pujol, hasta el punto de que el fundador de Convergència había logrado, con el apoyo de los medios de comunicación afines, convertir la investigación de Ruz sobre el fabuloso e internacional patrimonio de la familia catalana por antonomasia en una reedición del caso Banco Catalana, un nuevo ataque de España a Cataluña, una persecución política motivada por el proceso separatista.

Tampoco la mujer despechada, clave en todas las historias de auge y caída, logró minar la credibilidad de un personaje, Jordi Pujol, que se paseaba por el cortijo catalán con los aires vegetarianos y austeros de un Vicente Ferrer. Sin embargo, el "empleado desleal" ha ejecutado la puntilla. La certeza de que decenas de copias de los comprometedores documentos circulaban por los principales cenáculos políticos de Barcelona y Madrid desató los nervios en el clan Pujol y decantó la balanza a favor de su equipo jurídico, partidario de una confesión preventiva y una regularización fiscal. Es la táctica Messi, consistente en mostrar una ignorancia absoluta y pagar una multa ridícula en comparación con las dimensiones del fraude y la proporción de la fortuna de los Pujol, dueños de terrenos, hoteles, puertos y toda clase de negocios en Hispanoamérica dirigidos en empresas localizadas en Madrid.

El "patriotismo" económico de los Pujol ha causado conmoción en las bases separatistas, que musitan con pesar que no sólo España les roba. La impresión generalizada en los círculos nacionalistas es que el escándalo será pasajero y que el próximo 11 de septiembre la Asamblea Nacional Catalana sacará a miles de personas a la calle. La teoría es que el separatismo digerirá con naturalidad las mentiras de los últimos cuarenta años y que una gran parte de los catalanes prefieren que les roben "los nuestros" que "Madrit".

En ámbitos más formados e informados, la tesis generalizada es que la "confesión" de Pujol ha sido su último servicio a España y un rejón letal para el proceso separatista. También se apunta a un descalabro interno de Convergència de proporciones más dramáticas que las del fin de la UCD, a una sangría de votos hacia ERC y a una desactivación gradual del proceso. Todo ello, a cuatro días de la reunión en Moncloa entre Rajoy y Mas y a una semana de la "deserción" de Duran, que ha pasado de cadáver político a esperanza blanca en cuestión de horas.

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