La Vanguardia viene hoy entregada en cuerpo y alma a la Diada y abre su portada con una foto de la "insólita ofrenda en el Fossar". "Mas dice a Rajoy que aún está a tiempo de escuchar". Silvia Hinojosa narra la "Vigilia en la Llotja", uno de los actos lúdico-festivos de la víspera. "La Diada arrancó anoche marcada a fuego por el tricentenario, impregnada del sentido de la tragedia". "No había más que ver las caras sobrecogidas de los 400 invitados al acto institucional, que por primera vez se celebró entre las paredes centenarias de la Llotja de Mar. Nadie se atrevía a sonreír. Todos clavados en su asiento, con un nudo en el estómago. Fue media hora completa de sangre, sudor y lágrimas". Cómo se lo pasan. El acto era un "recuerdo a los hechos de 1714", y claro, los muertos de hace tres siglos les provocaron tal desconsuelo que la muerte de Botín pasó totalmente desapercibida. Si eso mandamos a un equipo de psicólogos.
El segundo acto de la festividad de la Diada en La Vanguardia corre de la pluma de Albert Sánchez Piñol, la última víctima de la tiranía española. La Vanguardia le pidió que "escribiera la crónica de la jornada del 11 de septiembre, como si aquel día hubiera circulado por las calles de la ciudad con ojos de periodista". ¿Y qué es lo que vio ayer Albert en Barcelona? Pues hacía una "noche oscura", se disculpa por la falta de precisión, pero así a ojo vio "inmensas, compactas filas de soldados borbónicos, miles y miles de uniformes de color blanco, veinte mil casacas de un blanco ceniciento". "Barcelona está perdida. La ciudad ha caído antes de que salta el sol", "el Fossar de les Moreres desborda de cadáveres" y unas monjitas gritan "resistid, los ángeles ya vienen en nuestra ayuda". ¿Qué te tomaste, Albert? La clave está en un parrafito medio escondido. "La mujeres ejercen de aguadoras: reaprovisionan a los hombres, sobre todo de vino y aguardiente". Haber empezado por ahí. Era delirio tremens.
El editorial nos trae de golpe y porrazo a 2014. "No es fácil trasladar 1714 a las categorías actuales. No podemos reconstruir políticamente el pasado como si visitásemos un parque temático", dice. "Trescientos años después, el rey de España se llama Felipe VI, habla catalán, y ha llegado al trono con el propósito de alentar una verdadera regeneración en España. Puesto que no se trata de convertir 1714 en un parque temático, el mejor deseo que podemos esperar hoy es el siguiente: que la inteligencia nos acompañe". Pues a vosotros el parque temático os salido bordado.