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Los grandes retos de Munilla: poner fin al "nefasto influjo de ETA" y reevangelizar el País Vasco

Un libro recoge sus cartas pastorales en San Sebastián. En ellas se muestran el giro de la Iglesia en el País Vasco y sus retos como obispo.

Un libro recoge sus cartas pastorales en San Sebastián. En ellas se muestran el giro de la Iglesia en el País Vasco y sus retos como obispo.
Munilla, con jóvenes de su diócesis | EFE

Es uno de los obispos más claros a la hora de hablar y de hacerse entender. Esa firmeza y defensa de sus principios le ha granjeado más problemas que alabanzas. Y si no que se lo digan en su diócesis, una de las más complicadas de España.

Desde que fue nombrado obispo de San Sebastián por parte de Benedicto XVI, José Ignacio Munilla tuvo que enfrentarse a un sinfín de dificultades ante una gran parte del clero que le rechazó de plano y una curia que dimitió tras su elección. Él lo tenía claro. Su camino sería ser pastor de las ovejas pesase a quien le pesase. Y entre esas ovejas heridas había muchas víctimas del terrorismo, que se sentían indefensas ante los lobos que merodeaban libremente.

Por ello, Munilla desde su llegada a la diócesis cuidó de las víctimas y dejó muy claro el mal causado por ETA y exigió que los terroristas se arrepintiesen y respondiesen ante la Justicia por sus actos. Y así lo ha hecho en los últimos años.

Esta actitud ha quedado reflejada en sus cartas pastorales a los fieles de la Diócesis de San Sebastián. Se han publicado en un libro titulado Hablaré a mi pueblo (Idatz, San Sebastián 2014) y en él se ven los grandes temas y preocupaciones de los que ha hablado Munilla a los fieles del País Vasco. El cambio con respecto a sus predecesores es radical. La condena a ETA aparece de manera clara y contundente pero sobre todo la importancia de ser católico antes que nacionalista.

El "nefasto influjo" de ETA

En una entrevista en el portal Religión en Libertad, Munilla responde cómo es pastorear al mismo pueblo en el que él ha nacido. "Es un gran reto para un obispo dirigir su predicación al propio pueblo en cuyo seno la ha recibido. En cierto sentido, esto lo facilita; pero no es menos cierto que también añade retos importantes... En cualquier caso, creo que la resolución de este dilema está en priorizar nuestra eclesialidad sobre nuestra identidad cultural. ¡No somos la Iglesia vasca, sino la Iglesia en el País Vasco!", afirma.

Del mismo modo, explica las diferencias de sus homilías cuando era obispo de Palencia e indica que entonces "no tenía la necesidad de iluminar algunas realidades específicas de nuestra tierra vasca, como es el caso del nefasto influjo de ETA en nuestra sociedad".

Según explica, "en estos cinco años en San Sebastián que llevo como obispo se ha producido el anuncio del final definitivo de la banda terrorista. Las circunstancias han cambiado mucho, pero era necesario subrayar la necesidad de un arrepentimiento sincero por parte de los asesinos y sus cómplices, para que el fin de la violencia no escondiese un engaño, y para poner las bases firmes de la futura convivencia".

Tampoco se olvida del boicot que sufrió a su llegada a la diócesis. Munilla afirma que "las circunstancias de mi nombramiento han tenido un influjo importante en estos años. El relevo episcopal fue difícil y ello requería por mi parte un esfuerzo especial en pro de la comunión interna".

Secularización y nacionalismo

Sin embargo, no olvida que la misión más importante pasa por el anuncio del Evangelio por lo que el obispo vasco incide en que "las circunstancias particulares a las que me he referido no deben hacernos perder la perspectiva de que nuestro reto es básicamente el mismo de cualquier otra diócesis europea: evangelizar a una sociedad secularizada, que piensa equivocadamente que ya conoce el mensaje que rechaza; y, sin embargo, lo necesita como agua de mayo...El reto es la Nueva Evangelización, y no otro".

Este reto que propone es enorme para puesto que se enfrenta ya a la zona más descristianizada de España junto a Cataluña. Munilla es consciente de que la práctica religiosa se ha desplomado y que la divinización del nacionalismo ha acabado prácticamente con la fe en estas comunidades.

Donde abunda el nacionalismo escasea la fe. Y este virus se ha infiltrado también en el seno de la Iglesia en el País Vasco, lo que ha aumentado los daños y donde se ha producido incluso la complacencia con ETA, provocando una desafección aún mayor entre los fieles. Ahora el virus está detectado y la vacuna puesta por Munilla comienza a dar frutos pero los cambios tardarán en poder verse.

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