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2015, la tormenta perfecta: crisis, corrupción y Cataluña en año electoral

El año que comienza llega con varios frentes abiertos. El desafío separatista seguirá siendo tema central junto a la ansiada recuperación económica.

La crisis, la corrupción y el caso catalán son los ejes invariables de la política española. A una u otra causa responden los grandes cambios de los últimos meses y los que se aproximan. La abdicación del Rey, la confesión de Jordi Pujol, el referéndum del 9 de noviembre, con sus efectos sobre el crédito político del Gobierno, la excarcelación de etarras, un insulto a las víctimas, la puesta de largo de Podemos, los ERES de Andalucía, las tarjetas opacas y que con Errejón, en todas las casas cuecen habas son algunos de los impactos gráficos de un año en el que se habla de recuperación económica. Recuperar la política costará aún más, sobre todo si se cumplen algunos de los pronósticos más plausibles del próximo año, tales como unas elecciones en Cataluña a destiempo, encadenadas a unas municipales y autonómicas con Podemos trasteando en las grandes capitales y a rebufo de unas generales a finales de año bajo los efluvios griegos de Syriza.

Si al calendario electoral que puede descomponer aún más los desequilibrios territoriales y romper los equilibrios de poder se añaden más casos de corrupción y la más leve desviación a la baja de las previsiones económicas, 2014 habrá sido una broma en comparación con lo que puede pasar en 2015. En Cataluña, un adelanto electoral supondría la celebración de un nuevo referéndum, un experimento separatista como el 9N pero a escala real y cuyos resultados podrían, como mínimo, agrandar la dimensión ya descomunal del problema. Mas presume de haber desarbolado al Estado, de haberse cargado al fiscal general, de ser poco más o menos que inmune. Sin embargo, el tiempo se le agota y si no adelanta las elecciones para romper con España como le exigen la ANC, Òmnium y la "sociedad civil" que han engordado a través del FLA de Montoro, se perderá la "ventana de oportunidad" para proclamar una república catalana. Es ahora o nunca, le insisten.

Se da por descontado que Podemos provocará una cuña entre PP y PSOE de cuyo alcance se sabe que en teoría demoscópica crece robusto con el paso de los días. Y se acaba de saber que eso mismo pasa en Cataluña y en el País Vasco, lo que en el primer caso sugiere más complicaciones en las ya de por si abundantes del proceso catalán. La izquierda catalanista se arrodilla al paso de Pablo Iglesias en una desvergonzada exhibición de debilidad propia y adulación al personaje. David Fernàndez, el líder de las radicales Candidaturas de Unidad Popular, ha pedido literalmente perdón por haberse abrazado a Artur Mas (al final del 9N) tras el reproche que le lanzó Pablo Iglesias en su primer mitin en Barcelona. Los dirigentes de Podemos para Cataluña son partidarios del "derecho a dedicir", pero antes quieren barrer a los partidos tradicionales del "Parlament" y de las administraciones, lo que les ha causado la enemistad de los separatistas hasta el punto de que hay quien ha definido al partido de Pablo Iglesias como "un invento de Faes para cargarse el proceso".

La corrupción sobre la que cabalgan las expectativas de Podemos es un proceso de largo recorrido cuyos efectos son desiguales. Mientras que la abdicación del Rey y la situación judicial de la Infanta Cristina no parecen meras coincidencias, la confesión de Pujol ha tenido, hasta el momento, un efecto nulo sobre el proceso separatista. El desembarco podemista en Cataluña puede alterar esa invariable situación al abrir la agenda a temas ajenos al meollo de la independencia.

La aparición a última hora del pequeño Nicolás remueve el hedor de las tarjetas opacas y de los casos que afectan al PP, dada la propensión del muchacho a los autorretratos con políticos y personajes de esa cuerda. No es un mal ajeno ni al PSOE ni a los sindicatos, por lo que la lucha contra la corrupción se parece más a un pacto de silencio que a un pacto de Estado, con el telón de fondo de príncipes (Urdangarín, Granados, los Pujol...) y plebeyos (Bárcenas y la Pantoja) en los banquillos o entre rejas. El Gobierno se aferra al discurso del "milagro español" y confía en el voto del miedo para superar los múltiples retos del próximo año, que vuelven a ser la crisis, la corrupción y Cataluña.

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