Todo son encontronazos, divergencias y problemas en el autodenominado "bloque soberanista", compuesto tan sólo por Convergència y Esquerra. La foto de familia del separatismo es cada vez menos numerosa y el presidente de la Generalidad se aferra a cualquier ofensa o circunstancia para poner en duda su propio anuncio de elecciones autonómicas para el próximo 27 de septiembre.
Fue el pasado 14 de enero, tras una maratoniana reunión con Junqueras, Carme Forcadell (ANC), Muriel Casals (Ómnium) y Vila d'Abadal, alcalde de Vich y presidente de los Municipis per la Independència, cuando Mas convocó de forma oral e informal las elecciones, de carácter "plebiscitario", en dicha fecha. Y por dos razones de "peso": la campaña comenzaría el "Onze de Setembre" y se cumplirá un año de la firma del "decreto" de convocatoria del 9-N.
A partir de esa momento comenzaba la desconexión de España y se empezaba a formalizar las "estructuras de estado" en una "hoja de ruta" vertiginosa hacía un 27-S que según Mas debe o debería, según el día, ser "el referéndum que no nos dejaron hacer".
Tres meses después, todo está por hacer y Mas reprocha a ERC un insuficiente apoyo parlamentario. En esas condiciones, alega, no puede haber 27-S y se plantea agotar la legislatura. A esa queja se suma el insistente rumor en Barcelona de que Rajoy sopesa convocar las elecciones generales para ese mismo 27 de septiembre. Según ERC, no pasaría nada, pero Mas ya ha declarado que de confirmarse esa hipótesis citaría a Junqueras y al "frente civil" para aplazar las autonómicas. La creciente falta de sintonía entre convergentes y republicanos y la "contaminación" de las generales son las excusas que Mas comienza a difundir para no cumplir su compromiso.
En cualquier caso, el líder convergente intenta que la campaña de las municipales gire en torno al proceso separatista y que la cita se convierta en unas primarias de unas autonómicas "plebiscitarias" cuya fecha definitiva está en el aire.