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Juntos por el Sí cierra campaña entre escándalos de corrupción y advertencias de corralito

Última exhibición de fuerza de los separatistas en la avenida María Cristina donde ya se pidió el voto para el 9N

Última exhibición de fuerza de los separatistas en la avenida María Cristina donde ya se pidió el voto para el 9N
Artur Mas, durante el cierre de campaña de su candidatura separatista | EFE

La sombra del escandaloso 3% ha perseguido a los separatistas durante una intensa campaña que comenzaba dos semanas después del registro de la sede de Convergencia, la de su fundación CatDem y cuatro ayuntamientos vinculados al partido. Una semana más tarde, en el Parlamento de Cataluña y ante la mirada atónita de los diputados, Artur Mas, como ya hiciera su padre político el ex presidente Jordi Pujol, negó cualquier sospecha de corrupción señalando directamente al gobierno central y al ministro del Interior en concreto, de querer ensuciar la campaña independentista.

Ésta se ha convertido en la línea y discurso a seguir durante toda la campaña en la que el único objetivo ha sido vender las bondades del separatismo escondiendo las cifras reales, negando las advertencias de los empresarios que han entrado en combate para desmontar sus argumentos y escondiendo sus propios documentos oficiales en los que se advertía de un posible corralito en caso de una hipotética independencia.

Y ésta ha sido otra de sus estrategias, hacer oídos sordos a cualquier argumento o aviso que pudiera dañar su plan hacia las llamadas estructuras de estado. Después de que el Tribunal Constitucional en plena campaña suspendiera de manera cautelar su Ley de Hacienda Catalana, los separatistas han seguido intentando captar adeptos ente los funcionarios estatales que residen en Cataluña para trabajar en su proyecto de agencia tributaria propia o incluso en el Banco Central y el servicio postal que también pretenden crear en un plazo de 18 meses antes de declarar la independencia.

El liderazgo en el aire

Hoja de ruta improvisada que sigue escondiendo muchas incógnitas entre ellas, quién será investido en caso de victoria para liderar el llamado proceso de desconexión con el Estado. Ni en esto se han puesto de acuerdo los separatistas, tanto el cabeza de lista, Raúl Romeva como el número 5 y líder de ERC, Oriol Junqueras ha sido muy tibios a la hora de confirmar que será Artur Mas quien repita como presidente.

Ni el lenguaje apache le ha servido a Mas para convencer a los suyos de que él es la mejor opción. Tanto es así, que a diferencia de lo que ha venido defendiendo en los últimos días, horas antes del cierre de campaña, Mas no solo dejaba abierta la posibilidad a no encabezar el proceso sino que tampoco desmentía su dimisión en caso de no obtener la mayoría absoluta este domingo.

No es un secreto el descontento en las filas de ERC por las últimas manchas de corrupción en el historial de convergencia que les hace arrepentirse ahora de haberse presentado unidos y no en solitario. Los rumores de maniobras para designar a un presidente que no sea Mas han provocado que en el ultimo día de campaña el líder convergente acabe pidiendo el voto de la CUP.

La avenida María Cristina de Barcelona ha sido el lugar elegido para la última puesta en escena de una candidatura que todavía maneja Artur Mas escondido en el número 4 y que podría suponer su muerte política después de una complicada separación de su socio Unión después de 37 años.

Otra estrategia fallida para el presidente de la Generalidad que el próximo domingo para vivir la noche electoral cambiará el balcón del Majestic, donde la última vez apareció con 12 escaños menos, por el mercado del Born con una enorme carga simbólica para los independentistas.

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