Este miércoles, otra vez, los madrileños viviremos las últimas horas del día pendientes de la contaminación; o mejor dicho de la decisión que el Ayuntamiento de Manuela Carmena tome una vez consultados los datos de las estaciones medidoras de la calidad del aire de la capital. Son esas horas que todos deberíamos poder aprovechar para relajarnos y descansar de una dura jornada de trabajo pero que últimamente nos hurta la incompetencia de un ayuntamiento que se ha propuesto no dejarnos vivir.
Es cierto que el protocolo de actuación ante episodios de alta contaminación, actualmente en vigor, lo aprobó el anterior gobierno de Ana Botella y también es verdad que se trata de un protocolo erróneo, por cuanto no concede a la administración el tiempo necesario para comunicar a la población las medidas a tomar.
De hecho, ayer miles de madrileños se fueron a dormir sin saber si podrían aparcar hoy en las zonas de estacionamiento regulado. Si está demostrado que este protocolo falla, ¿por qué no lo suspenden hasta que aprueben el nuevo? algo que ocurrirá dentro de unas tres semanas. ¿Acaso nos vamos a morir todos por estar ese tiempo respirando el aire de Madrid cuando llevamos toda la vida haciéndolo?
El caso es que hasta que nos rijamos por un nuevo sistema seguiremos en vilo, pendientes de que el gobierno municipal decida a las diez, a las once o a las doce de la noche, prohibirnos "por una cuestión de salud pública", conducir a más de 70 kilómetros por hora, aparcar en Madrid o incluso utilizar nuestro coche para movernos. Prohibir, prohibir y prohibir que es lo que priva realmente a la extrema izquierda que ostenta el poder en la capital.