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Barricadas, broncas, envidias, odios, hostias y cacerías: el debate fue una carnicería

Los columnistas no dan abasto con tanto material como procuraron ayer las cuatro fichas del parchís político.

Arcadi Espada, en El Mundo, ve ventajas en los "incoherentes alaridos" que nos regaló ayer Pablo Iglesias. Dio "sólidos argumentos a los ciudadanos para que en las próximas elecciones tomen decisiones basadas en un conocimiento de la realidad harapienta que no tenían". ¿Que no tenían? Será que el personaje se esconde. No hay más que mirar a Casimiro García-Abadillo, que fascinado por la violencia del líder podemita, ve en él a un "líder carismático" y no a un macarra de discoteca. Con un discurso "vibrante y brillante, no perdió nunca de vista la dimensión mediática de su aparición en escena. No dejó nada a la improvisación, ni la bajada en tromba hacia la mesa de los taquígrafos para abrazar y besar a Domenech". Sólo le faltó inclinarse y saludar al respetable haciendo las delicias de Ferreras.

Jorge Bustos dice que lo que estamos presenciando es un documental de animalitos de la 2. "En el ecosistema tetrapartidista no hay caza para todos, y cuando eso pasa lo más urgente es expulsar de tu territorio a los depredadores que se alimentan de la misma especie que tú". Según las audiencias, a partir de aquí el 99% de los espectadores se iría a Sálvame, pero yo lo encuentro interesante. "PP y Ciudadanos se nutren del votante de centroderecha, y eso explica los murmullos de rencor que recorrían la banda pepera cada vez que Rivera tomaba la palabra. Simétricamente, el fuego que encendía la retórica bolchevique de Iglesias no lo prende el PP sino el PSOE, partido traidor y aburguesado al que reserva la cal viva de sus odios más puros. Los dos grandes predadores del actual ecosistema, uno viejo y otro nuevo, uno con barba y traje y otro coletudo y en camisa, salieron ayer de cacería en nombre de una sola ley: ley de la selva". ¿A que oyen la sintonía de El hombre y la Tierra? De Rivera dice, y dice bien que "no es un gran mitinero, no es un orador cálido, y que sus citas churchilianas suenan a máxima de máster pijo", que se las podía ahorrar, vamos. De Iglesias, que le tiene esa tirria a Rivera porque "envidia esa agilidad que su propio radicalismo le niega, del mismo modo que Rivera quisiera para sí la llama verbal del jefe populista". Deja, Rivera, deja, que con un energúmeno medio zumbado en el Congreso tenemos más que de sobra. Y Raúl del Pozo nos chiva lo que le dijo un ministro de Aznar. "Si esto sigue así Pedro y Pablo van a acabar a hostias". Tampoco hacía falta ser ministro de Aznar, se ve a la legua.

En La Razón se dividen entre los encargados de cantar las loas de Rajoy y los aterrorizados con Pablito. Martín Prieto es del primer grupo. "Rajoy tendrá una página en la Historia frente a los pitufos que distorsionan su imagen". José María Marco también destaca el "análisis irónico de la situación" que hizo Rajoy, pero se le ve una patita fuera del tiesto. "Eso no le va a proporcionar más apoyos (…) Hay en el discurso y en la actitud de Rajoy una complacencia que probablemente no corresponde al fondo de su propia convicción, ni a su carácter ni a su experiencia". "Las últimas elecciones han dejado claro que no todo se puede dejar al sobreentendido y al supuesto sentido común de la gente. También el principio de realidad, que siempre es relevante, puede llegar a pecar de narcisismo". ¿Será un infiltrado de Rivera? A Cristina López Schlichting casi le da un soponcio cuando escuchó a Iglesias. "¿De veras se va a consolidar en el poder un señor que grita en la tribuna como Stalin?". Pues chica, a tu director Marhuenda le pareció su discurso lo más de lo más. En Es la tarde de Dieter de esRadio le puso un 8 de nota, por encima de Rajoy.

En ABC Gabriel Albiac dice que qué cruz, "estamos bajo la amenaza de ser gobernados por una panda de criaturas de patio de colegio" y que "Rajoy lo tenía muy fácil" con Sánchez. "Lo destrozó en diez minutos. No fue un debate; fue una carnicería". Isabel San Sebastián dice que el único que se salvó fue Albert Rivera. El debate "se convirtió en el contrapunto de un debate bronco, plagado de alusiones personales, agrio hasta el extremo del guerracivilismo cuando Pablo Iglesias tomó la palabra" y convirtió "la tribuna en una barricada". "Rajoy y Sánchez se odian, es evidente". Y lo mismo cree Ignacio Camacho. Si lo que vimos ayer "no es puro teatro", "el antagonismo entre Rajoy y Sánchez no tiene más solución que la desaparición de uno de los dos, o de ambos". Que se batan en duelo, no queda otra. Claro que si nos paramos en el PSOE y Podemos, ufff, "el conflicto fue ayer demasiado lejos. La soflama incendiaria de Pablo Iglesias, una perorata de populismo quincemayista con lenguaje de barricada, un mitin callejero de chavismo mesiánico, contenía dinamita para volar cualquier puente de entendimiento". Y ahí tenemos a Albert Rivera, que según Gistau "ya solo necesita calzarse un casquito azul" para poner paz, aunque "una de las dos partes del Hemiciclo le helará el corazón, si no ambas". Procura que no te pillen en medio las bofetadas, Rivera, que te puedes llevar por las dos partes.

En El País, Manuel Jabois dice que Rajoy "habló desde la mayoría absoluta con tanto aplomo que se la termino creyendo. Si durante estos años perdió la conexión con la realidad de España qué no hará ahora que la ha perdido consigo mismo. Su discurso tuvo el humor desesperado de quien no tiene nada que ganar o nada que perder", hala, de perdidos al río, "un desahogo personal que aísla al PP entre delirios de grandeza".

Enric Juliana en La Vanguardia sigue apostando por el Gran Centro. Destaca que Rivera, "con cara de buen chico, llamó a la rebelión" en el PP. "El joven líder de Ciudadanos pidió indisciplina a los diputados del PP para que quiten de en medio a Rajoy y se adhieran la Gran Centro. ¡Traidor!, le gritó una voz desde la bancada popular" que cree, y no se sabe por qué lo cree, pero lo cree, que los votos de Ciudadanos son suyos. "Rajoy se quedó mirando a Rivera, atónito" porque, según explica "el PP es un avispero" y encima "tiene fuertes apoyos fuera de la política. Rajoy lo sabe". De Podemos, pues bueno, ya los conocemos, "quiere ser la sorpresa permanente. Y su líder es un buen polemista. Ágil, rápido, mordaz". Se salió de madre con la cal. "Esa cal acabará de corroer las imposibles relaciones entre el PSOE y Podemos. Un ataque frontal al tiempo de Felipe González es una declaración de guerra". Ya la inició ayer Pablo Iglesias. Hala, elijan posiciones.

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