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Rivera cambió la moqueta por las vacas

Su visita a una granja en Cantabria culminaba una campaña mucho más cercana a los españoles que en diciembre.

Su visita a una granja en Cantabria culminaba una campaña mucho más cercana a los españoles que en diciembre.
Albert Rivera y Félix Álvarez, en una granja de Cantabria. | EFE

No es ningún secreto que Ciudadanos tiene, al menos de momento, sus principales caladeros de votos en los entornos más urbanos de España. Tampoco que dos de sus propuestas estrella para la regeneración del país, como son la eliminación de las diputaciones provinciales y la fusión de municipios (de los servicios, para que se presten más eficazmente, recalcan una y otra vez los portavoces del partido naranja) tienen difícil ‘venta’ en los entornos rurales. Una circunstancia que ha aprovechado hasta la saciedad el PP, presentado a los centristas como enemigos del campo. No ha sido raro en los últimos meses escuchar al propio Mariano Rajoy, normalmente en visitas a pueblos, hablar con sorna y maldad de aquellos que, a juicio del presidente del Gobierno en funciones, "pisan demasiada moqueta y no conocen la España real". A ello se suma el perfil medio del dirigente de Ciudadanos: joven, universitario, moderno y, cómo no, profundamente urbano. El propio Rivera responde a ese retrato robot.

Lo cierto es que hasta esta campaña electoral, Ciudadanos había hecho poco por quitarse de encima ese sambenito. Pero el pasado martes la caravana naranja se detenía en Revilla de Camargo, una localidad de Cantabria en la que, junto al candidato local Félix Álvarez Felisuco, Rivera dedicaba dos horas a conocer la realidad y los problemas de los pequeños ganaderos. Aquellos que, como le explicaban dos jóvenes hermanos, no pueden tener un día libre ni siquiera en una boda familiar: "Cuando se casó mi hermano ni baile ni nada, después de la ceremonia me vine para cuidarlas" le explicaba uno de ellos al líder centrista, refiriéndose a las vacas que pastaban a escasos metros. Aquellos que tienen que enfrentar los problemas de la competencia internacional a sus productos y que, como le repitieron una y otra vez, ven con preocupación la lejanía, cada vez mayor, entre quienes viven en las ciudades y desconocen el origen de los productos que consumen. Rivera visitó las instalaciones donde se ordeñan las vacas, recibió el ofrecimiento de un conejo como regalo que declinó amablemente (y que no se atrevió a coger por su alergia al pelo animal) se llevó un queso y pudo probar la joya de la corona, esa leche que, según le recordaban sus interlocutores, "mancha el vaso, no como la que tú desayunas en casa".

Haciendo honor a su propósito de campaña, "escuchar más que hablar", el candidato centrista a la presidencia del Gobierno escuchó mucho y sólo intervino para asegurar que Ciudadanos defiende a los autónomos y a las pequeñas empresas, "porque un día pueden ser grandes".

La burocracia en el campo

Entre las quejas que más pudo escuchar, aquellas que afectan a las cuestiones burocráticas, que a decir de los ganaderos les roban tiempo de su tarea y les obligan a entregar papeles que la propia administración posee. Durante un discurso previo, el líder centrista sacó a relucir una de las medidas de las que más presume y que también tienen relación con el campo: la bajada del impuesto de sucesiones en Andalucía, un alivio para muchos pequeños ganaderos que se dedican a trabajar las tierras que les dejaron sus antepasados.

A diferencia de diciembre, cuando realizó una campaña excesivamente encorsetada, Rivera ha dado en estas dos semanas varias versiones de sí mismo que tienen un reflejo gráfico: con la camiseta de España apoyando a la selección en Barcelona, tomando vinos en Logroño, parar en una cafetería en Guadalajara, dar palmas a un músico callejero en Salamanca, obsequiar con sobaos a los periodistas en Cantabria o hablar, en infinidad de ocasiones, con los niños que se le acercaban, como el que en Avilés le dijo que se parecía a Iker Casillas. Un nuevo Rivera, alejado del papel que, según propia auto crítica de Ciudadanos, le hizo ser excesivamente institucional en diciembre.

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