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Teresa Rodríguez desafía el centralismo de Iglesias y Errejón con un nacionalismo a 'su carta'

Su voluntad de descentralización, que algunos achacan a su voluntad de quedarse como única autoridad en Andalucía para siempre jamás, produce vértigo.

Su voluntad de descentralización, que algunos achacan a su voluntad de quedarse como única autoridad en Andalucía para siempre jamás, produce vértigo.
Teresa Rodríguez. | EFE

La tradición leninista y de la izquierda en general sentaba como dogmas dos asertos. Uno, la unidad del Estado para desde sus instrumentos unificadores alcanzar el paraíso. Dos, la unidad del Partido obtenida por la vía del centralismo calificado de democrático pero que, como Trotsky describió muy bien, terminaba por convertir en césar absoluto al secretario general.

Pero Teresa Rodríguez, mezcla del libertarismo gaditano de los siglos XIX y XX y el trotskismo de última generación poco parecido al original, tiene otros orígenes y otro cacao ideológico. Lo ha manifestado en ocasiones anteriores pero es la primera vez que piensa dar la batalla organizativa, después de su victoria electoral interna del pasado noviembre de 2016.

Lo demuestran sus propuestas para Vistalegre II. Su voluntad de descentralización, que algunos achacan a su voluntad de quedarse como única autoridad en Andalucía para siempre jamás, casa poco con la tradición de las izquierdas clásicas y produce vértigo a quiénes ya se han percatado de que la unidad de acción política es un activo imprescindible en una democracia organizada como la española.

Todo se traduce en la expresión "mayor autonomía" o "descentralización" federalista que comienza tratando de liquidar la circunscripción nacional y única para posibilitar que haya circunscripciones regionales y, en su caso, provinciales. Esto es, se trata de adoptar el modelo constitucional electoral, con base en la provincia, y con un máximo autonómico. Con ello, trata de impedir la intervención de Pablo Iglesias y, en su caso, de Íñigo Errejón en la elaboración de las listas andaluzas. Pero, como consecuencia, dificulta en gran medida la coordinación nacional de las acciones.

Podemos de Andalucía va a trasladar para su debate en Vistalegre II una propuesta de descentralización del partido que incluye la petición de que se termine con la fórmula de circunscripción única para la elaboración de las listas en las elecciones autonómicas y generales. Con ello, la ejecutiva encabezada por Teresa Rodríguez quiere evitar las injerencias desde Madrid en la elaboración de las candidaturas, que ha sido la tónica para los comicios desde que se creó el partido.

Además de ello, y consecuentemente, cree que la acción y la estrategia política preferentes debe ser la estrategia regional y, tal vez en el futuro, la provincial con inquietantes derivaciones hacia lo local. La intención es que las decisiones fundamentales no se aparten de los niveles de base, pero las consecuencias pueden hacer imposible una acción política coordinada a escala nacional.

Como corolario, Teresa Rodríguez quiere controlar a nivel andaluz incluso la política de alianzas con otras fuerzas políticas lo que podría dinamitar cualquier política nacional. Obsérvese el caso Aljaraque, Huelva, donde los dos concejales de Podemos pactaron con el PP una moción de censura contra la alcaldesa socialista provocando un gran escándalo nacional hábilmente explotado por Susana Díaz.

Naturalmente, también se quiere quedar con el dinero. La financiación de Podemos ha sido, desde el principio, la aportación libre y voluntaria de los militantes y, tras su acceso a los órganos de representación democrática, la cesión forzosa de parte de salario y dietas para la organización. Pero el dinero se manejaba desde Madrid, algo con lo que quiere acabar Teresa Rodríguez, la vencedora no discutida de las anómalas elecciones de Podemos en Andalucía. El dinero, y el que pudiera lograrse con nuevos ingresos, quiere controlarlo Teresa Rodríguez desde Andalucía para controlar la organización.

Dicho de otro modo, Teresa Rodríguez ha adoptado el dogma nacionalista desde la izquierda y desde estructuras meramente andaluzas, admitiría la federación con Podemos en otros territorios españoles bajo una coordinación nacional, bien difícil según las limitaciones de su poder real.

Con ello, pretende asumir el espacio político – muy pequeño, por cierto, dejado por el viejo Partido Andalucista, cuya izquierda, en apreciable medida, se ha pasado a Podemos. Pero, además, pretende la limitación evidente de los poderes centrales emanados del proceso seguido por Podemos, incluyendo a Pablo Iglesias y a Íñigo Errejón a un tiempo.

Si bien el propio Iglesias ha apoyado en ocasiones a Teresa Rodríguez para eliminar las opciones errejonistas en Andalucía y que ahora los errejonistas asumen, al menos en público, los postulados nacionalistas de Rodríguez, Teresa Rodríguez ha demostrado que, en realidad, ella representa a otro partido, los anticapis, dentro de Podemos. El problema es si una formación como Podemos puede resistir la presencia de varios partidos e interpretaciones en una organización armónica o, si, por el contrario, la estrategia nacionalista andaluza conduce a la disgregación. Si tal fuera el caso, a Teresa Rodríguez siempre le quedará Andalucía.

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