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Ciudadanos define el centro: liberalismo progresista, reformismo y aconfesionalidad

La IV Asamblea General rechaza introducir el laicismo en su ideario y definirse como "liberal" a secas. 

La IV Asamblea General rechaza introducir el laicismo en su ideario y definirse como "liberal" a secas. 

El centro es un concepto discutido y discutible, que la IV Asamblea General de Ciudadanos celebrada este fin de semana en Coslada ha tratado de fijar en unos parámetros ideológicos determinados. En primer lugar, abandonando la socialdemocracia como seña de identidad porque, como aseguró este sábado el propio Albert Rivera: "El centro no es socialista ni conservador". El líder del partido se significó, además de en defensa del nuevo ideario en su conjunto, en rechazar una enmienda parcial que quería quitar el término "progresista" adherido al de "liberal".

Más allá se atrevía a ir el líder naranja en Madrid, Ignacio Aguado, asegurando que la socialdemocracia es una ideología "superada", un criterio que no comparten cincuenta de los doscientos compromisarios que formaban parte de la comisión de valores y que respaldaron la enmienda del diputado catalán Sergio Sanz, defendida también por el exportavoz del partido, Jordi Cañas, en un debate con Rivera y Juan Carlos Girauta que él mismo, amigo personal del portavoz parlamentario, elogiaba como "muy potente intelectualmente" y cordial.

¿Qué defiende un liberal-progresista?

Ahora, Ciudadanos apuesta por la etiqueta "liberal-progresista" que los dirigentes naranja repiten sin cesar desde hace semanas y que parece casar con su pertenencia a la familia liberal-demócrata europea integrada en el grupo ALDE, cuyo líder en la Eurocámara, el belga Guy Verhofstad, participará este domingo de la clausura del cónclave de Ciudadanos. Así, un liberal-progresista, sobre todo si es dirigente de Ciudadanos, defenderá a partir de ahora, con los documentos del partido en la mano, la aconfesionalidad en lugar del laicismo, uno de los términos debatidos en el congreso centrista.

Igualmente, será reformista, defendiendo la amplia agenda regeneradora naranja, que abarca rebajar la "burbuja política" con medidas como la supresión o el adelgazamiento de las diputaciones provinciales o la fusión de municipios, defender un complemento salarial para rentas bajas como alternativa a la renta mínima o abogar por una nueva Ley Electoral que combine la elección por listas y la elección a personas. También abogará por medidas "valientes" en el ámbito social, como la maternidad subrogada, que el grupo de Ciudadanos ha defendido en la Asamblea de Madrid concitando un rechazo transversal desde el PP a Podemos, o la ampliación y equiparación de bajas de maternidad y paternidad que parcialmente se ha implementado después del pacto de investidura con el PP.

En definitiva, un espacio alejado de Podemos y tocante con el PP y el PSOE, pero distanciado al mismo tiempo del conservadurismo de los populares y de los tics más intervencionistas del socialismo.

¿El nuevo ideario da votos?

Bajando de las musas al teatro, la clientela del nuevo centro español que lidera Rivera es amplia y podría no haber tocado techo en cinco importantes comunidades: Madrid, Cataluña, Valencia, Andalucía y Murcia. Pero escasa e incluso menguante en casi todo el resto de España, llegando al residualismo certificado el pasado septiembre con el fracaso en País Vasco y Galicia, donde junto a Navarra, Castilla-La Mancha y Canarias, las siglas naranja no tienen representación autonómica.

Al término del primer día de cónclave, el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, abogaba por "una estrategia clara y preferente para estar en esos cinco parlamentos autonómicos" tal y como refleja la ponencia de estrategia que, como la de estatutos, era respaldada por una amplia mayoría de los compromisarios.

Uno de los problemas de Ciudadanos sigue siendo la desigualdad de su voto según el territorio del que se trate. En los pasillos del Nuevo Teatro de Coslada muchos compromisarios catalanes comentaban: "En Madrid es inconcebible que alguien vote a Aguado en las autonómicas y luego a Pablo Iglesias en las generales. En Cataluña nos pasa esto, y por eso es un problema haber renunciado a la socialdemocracia". Ciertamente, el tradicional cinturón rojo de Barcelona que Inés Arrimadas tiñó de naranja en las autonómicas de septiembre de 2015, mutó en morado apenas tres meses después, cuando la confluencia de Podemos, En Comú Podem, se impuso a la candidatura liderada por Girauta.

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