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Atentado de Hipercor: La mayor masacre indiscriminada de ETA

Los etarras colocaron un coche-bomba en el aparcamiento del centro comercial. Usaron pegamento y jabón para agravar los efectos de la explosión.

Los etarras colocaron un coche-bomba en el aparcamiento del centro comercial. Usaron pegamento y jabón para agravar los efectos de la explosión.
Atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona. | Archivo

19 de junio de 1987. Viernes. Domingo Troitiño Arranz, un joven nacido en el pequeño pueblo de Tariego de Cerrato, en Palencia, pero educado en el odio a España en su escuela del País Vasco, entra conduciendo un Ford Sierra en el Hipercor de la Avenida Meridiana de Barcelona. Lleva varios años dentro de ETA, al igual que su hermano y su tío. Es uno de esos terroristas que tienen añadido el complejo de no ser vasco por ninguno de sus cuatro costados, un hijo de la emigración.

En el maletero del vehículo transporta una bomba compuesta por 27 kilos de amonal y otros 200 litros de líquido inflamable. Para potenciar los efectos de la explosión, él y sus compañeros de grupo etarra –Josefa Mercedes Ernaga Esnoz y Rafael Caride Simón–, han añadido pegamento y escamas de jabón. El efecto es similar al del Napalm. La mezcla se pega al cuerpo ensañándose con su víctima. El temporizador tiene programado la hora del horror: las 16:08 horas de ese mismo día.

La estructura del centro comercial era simple. Cuatro plantas, tres de ellas subterráneas. Las dos superiores eran tienda, las dos inferiores, aparcamiento. El grupo Barcelona de ETA había estudiado detenidamente el lugar y había decidido que el coche-bomba debía ser estacionado en la primera planta del aparcamiento para causar el mayor efecto destructivo posible. En esa planta fue donde lo dejó Domingo Troitiño.

El vehículo utilizado por los terroristas había sido robado cuatro meses antes. Exactamente, el 16 de febrero en San Sebastián. De ello, se había ocupado la estructura logística de ETA, dedicada a facilitar a los terroristas buena parte de la infraestructura que necesitan para cometer sus actos criminales. El entonces jefe de la banda, Santiago Arróspide Sarasola, Santi Potros, les había ordenado que facilitaran el coche al grupo Barcelona.

Los terroristas realizaron tres llamadas advirtiendo de la colocación de una bomba. Avisaron a la Guardia Urbana, a la centralita del propio Hipercor y al diario Avui. Dieron una hora para la explosión: las 15:30 horas. Las Fuerzas de Seguridad y la seguridad de Hipercor registraron con ahínco las dos plantas del centro comercial dedicadas a tienda, pues la colocación de un coche-bomba en un aparcamiento era algo que en aquellos años sonaba impensable.

Las intensas labores de búsqueda concluyeron sin resultado. Teniendo en cuenta que en aquella época se recibían sólo en la ciudad de Barcelona una veintena de falsas llamadas de amenaza de bomba al día y que la hora a la que supuestamente iba a estallar la misma se había superado con creces, la seguridad del centro comercial no aceptó la sugerencia de las Fuerzas de Seguridad de evacuar el edificio por si acaso.

Un infierno agravado por pegamento y jabón

A las 16:08 horas de la tarde el temporizador activó la bomba y se desató el infierno en el interior del centro comercial. La explosión provocó un gran agujero en el techo de la primera planta del aparcamiento, por lo que la onda expansiva afectó también de lleno a la primera planta, dedicada a alimentación, y donde se encontraba una importante cantidad de ciudadanos que realizaban sus compras en esos momentos.

La mezcla de pegamento y escamas de jabón ardiendo se pegaban a los coches del aparcamiento, a las paredes y a los cuerpos de las personas, consumiendo rápidamente el oxígeno y dejando todo absolutamente carbonizado. En algunos puntos del interior se alcanzaron temperaturas de 3.000 grados, algo agravado por el hecho de que la explosión afectase a los sistemas eléctricos y dejase inservibles los sistemas antiincendios.

Por si fuera poco, todo el centro comercial quedó cubierto por una espesa nube de humo negro tremendamente tóxico, que dificultaba tanto salir a la gente atrapada en el interior y no afectada por la explosión o su onda expansiva como entrar a los primeros miembros de los servicios de emergencia para iniciar los trabajos de rescate y asistencia. ETA acababa de realizar su primera gran masacre indiscriminada contra población civil.

Tras la fuerte explosión, empezaron a salir personas del edificio, y entre ellas algunos primeros heridos. "Salían corriendo, muchos de ellos ensangrentados, y los que procedían del sótano, además de las quemaduras, llamaban la atención porque se les había abrasado instantáneamente el cabello", explicó un testigo presencial del atentado.

Los bomberos y los equipos de emergencias entraron en el edificio utilizando sistemas autónomos de respiración y consiguieron llegar al foco de la explosión, en el segundo sótano, sobre las 17:15 horas, una hora después de la explosión. "Cuando llegamos a la zona del estacionamiento ya no se oían gritos de auxilio ni lamentos. Sólo había humo y silencio", explicó entonces al diario La Vanguardia uno de los bomberos que llegó a la zona.

"Las personas resultaron atrozmente quemadas y mutiladas, sin posibilidad alguna de escapar ante la oscuridad producida por el humo negro y los materiales incendiarios adheridos a su cuerpo (...) sin posibilidad alguna de desprenderse de ellos ni apagarlos, ya que su autocombustión se ocasionó sin necesidad de utilizar el oxígeno ambiente", tal y como recoge la sentencia 49/1989 de la Audiencia Nacional que juzgó los hechos

Las cifras del terror

Las cifras de víctimas del atentado de Hipercor son las más numerosas de la historia criminal de ETA. Después de horas sacando heridos y cadáveres, de días de buenas y malas evoluciones en los centros hospitalarios donde fueron atendidos, la masacre se cuantificó en 21 víctimas mortales (cuatro de ellas menores de edad) y 45 personas heridas. Cinco de estas últimas sufrieron la pérdida de un miembro principal y otras 17 lesiones de deformidad o pérdida de miembro no principal.

Cuatro terroristas de ETA fueron condenados por la masacre en diferentes juicios celebrados en la Audiencia Nacional. Los terroristas del grupo Barcelona Josefa Mercedes Ernaga Esnoz y Domingo Troitiño Arranz –con un amplio historial asesino– fueron condenados a 794 años de prisión cada uno como autores materiales. A 790 años y medio de prisión fue condenado el líder del grupo etarra, Rafael Caride Simón, como colaborador en el atentado e ideólogo del mismo.

La dirección de la banda terrorista había ordenado a Caride Simón que llevase a cabo algún atentado contra una empresa de capital francés o de capital mixto hispano-francés y, pensando que Hipercor cumplía con ese requisito, decidió que el atentando se cometiese en el centro comercial que la empresa tiene en la Avenida Meridiana de Barcelona. También fue condenado a 790 años el entonces máximo responsable de los pistoleros de ETA, Santiago Arróspide Sarasola, Santi Potros.

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