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13 congreso del PSOE andaluz: cuatro décadas de dominio político ininterrumpido

Oficialmente, hay dos elementos básicos: la unidad ante el liderazgo de Susana Díaz y el espíritu del 28 de febrero.

Oficialmente, hay dos elementos básicos: la unidad ante el liderazgo de Susana Díaz y el espíritu del 28 de febrero.
Felipe González conversa con la presidenta de la Junta, Susana Díaz | EFE

Los días 29 y 30 de julio, con el lema bien justificado "Andalucía, la fuerza socialista", tendrá lugar en Sevilla el decimotercer congreso del PSOE andaluz, que celebra, además, el cuarenta cumpleaños de la federación que encabezaran Felipe González y Alfonso Guerra y que les catapultó al gobierno de España y de Andalucía en 1982.

Es, indudablemente, un muy importante congreso por cuanto es el congreso de quienes pretendían disputar el liderazgo del PSOE al actual secretario general y, para muchos, incluido el PP, el socialismo andaluz es la última esperanza de un PSOE con una idea de España como nación única y unida y una socialdemocracia alejada de frivolidades y querencias hacia el nuevo populismo de la izquierda comunista. En Andalucía, como en España, el socialismo de inspiración andaluza siempre defendió la estrategia de constituirse en moderación y equilibrio entre la imaginaria derechona recalcitrante y el fantasioso comunismo "extraterrestre".

La derrota, absolutamente inesperada, de Susana Díaz en las primarias ante un Pedro Sánchez que no controlaba el aparato, había debilitado sustancialmente sus posiciones, flaqueza que quedó evidenciada en el último congreso del PSOE. La importancia del congreso andaluz radica en comprobar si Susana Díaz ha elegido erigirse en la abanderada de la versión original del socialismo de Suresnes frente a un accidente sanchista o si ya nada, ni ella misma, puede impedir ya el fin de una era histórica.

Oficialmente, hay dos elementos básicos y así lo dicen los documentos del Congreso: la unidad ante el liderazgo de Susana Díaz y el espíritu del 28 de febrero. Susana Díaz ya ha obtenido más del 90 por ciento de apoyo entre los 1.500 compromisarios asistentes reduciendo el apoyo real del 30 por ciento de la militancia afín a Pedro Sánchez a un escuálido diez por ciento que no podrá obstaculizar la elaboración de una Ejecutiva regional a su medida. Recuérdese que hizo lo propio Pedro Sánchez impidiendo la entrada en la Ejecutiva nacional a toda voz crítica o afín a la vencida Gestora.

Aunque parecía que había un acuerdo tácito para no hacerse mutuamente daño –Susana Díaz no exigía presencia en la Ejecutiva nacional y Pedro Sánchez hacía lo propio en la andaluza-, algunos movimientos de última hora parecen demostrar que la crisis del PSOE va para largo y que afecta a un núcleo esencial de ideas, que no tanto a las prácticas jacobinas que siguen vigentes en ambos bandos.

El primer factor ideológico es la idea de España. Mientras los sanchistas bregan por imponer su tesis de la España plurinacional, que consideran de obligado cumplimiento tras haberla dictado unilateralmente desde la dirección, el socialismo andaluz, apoyado por muchas figuras históricas como Felipe González, Alfonso Guerra, Abel Caballero, Javier Corcuera, Rodríguez Ibarra, Rodríguez de la Borbolla y muchos dirigentes de federaciones autonómicas, defiende la idea de España como Estado nacional único, realidad sustancial del pacto constitucional de 1978.

En la ponencia general del congreso andaluz no hay referencia alguna a la plurinacionalidad de España sino a la Declaración de Granada sobre una España federal simétrica como límite máximo que podría fijarse ante el "desafío soberanista" catalán. Esto es, "la revisión del modelo territorial no pasa por destruir el estado autonómico, sino por reforzarlo y mejorarlo, avanzando hacia un modelo federal cooperativo capaz de garantizar la igualdad en la diversidad de todos los españoles, el respeto a las singularidades y de reforzar las líneas de actuación conjuntas en el objetivo común del crecimiento del empleo de calidad y la consolidación de nuestro modelo de bienestar social".

El segundo ingrediente ideológico es lo que se llama el "espíritu del 28 F". El 28 de febrero de 1980 tuvo lugar un referéndum nada regular – la provincia de Almería votó en contra -, impulsado por el PSOE para contrarrestar un esquema autonómico que privilegiaba a Cataluña, País Vasco y Galicia frente al resto de las regiones españolas. Su resultado fue la incorporación de Andalucía al club de las autonomías/nacionalidades con igualdad de trato.

Por extensión, el "espíritu del 28 F" se aplica a la idea de que la posición de Andalucía en España no puede ser inferior a la nadie y que debe garantizarse la igualdad de oportunidades económicas y sociales de todo ciudadano independientemente del territorio en que viva o del que proceda. Precisamente, esto es lo contrario del federalismo "asimétrico" que propició Pascual Maragall y que ahora retoma el sanchismo.

El tercer componente, ideológico-estratégico, se refiere a la relación con las derechas y las izquierdas del PSOE. Frente a un sanchismo, claramente proclive a un entendimiento con Podemos y Ciudadanos de manera conjunta, algo que no parece posible, el socialismo andaluz prefiere la alianza con Ciudadanos y desecha cualquier relación de fondo con la izquierda populista. Pero habrá que esperar porque en Castilla la Mancha se ha fraguado una alianza de gobierno entre un susanista confeso, García Page, y Podemos para no perder el gobierno.

Es evidente que el sanchismo no puede alcanzar el gobierno de España sin el apoyo expreso de la potente federación andaluza. Veremos si este congreso arroja luz sobre si el socialismo bruñido en Andalucía ha descartado para siempre ser la bandera del socialismo nacional. De momento, es la cabeza visible de un PSOE diferente del de Pedro Sánchez, pero como han demostrado García Page, el propio Fernández Vara o Ximo Puig, la firmeza de las ideas no es lo fuerte en este frente interno.

Tras este Congreso sólo quedará la gran prueba, las elecciones generales y autonómicas, ambas de fecha incierta si bien parece que las dos tendrán lugar en torno a 2019. En esas elecciones, quedará demostrado quién sube y quién baja. Si Pedro Sánchez se estrella por tercera vez contra el PP de Rajoy o de quien sea, y Susana Díaz sigue siendo presidenta de la Junta, las cosas podrían cambiar. Y viceversa. Si Pedro Sánchez logra, cuando menos, frenar el sorpasso de Podemos y Susana Díaz sufre un varapalo en Andalucía, nada seguirá igual.

Lo único que permanecerá, porque los poderes reales no se diluyen por desintegración espontánea, es que el PSOE andaluz seguirá siendo el eje vertebral de una región que no ha conseguido ascender a la primera división ni nacional ni europea y que el centro derecha no es la esperanza de los andaluces para que un gran cambio tenga lugar.

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