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El afán de protagonismo de la Generalidad provoca un caos operativo e informativo

Los responsables políticos de los Mossos copan la distribución de datos sobre los atentados para mostrar al mundo una Cataluña independiente de facto.

Los responsables políticos de los Mossos copan la distribución de datos sobre los atentados para mostrar al mundo una Cataluña independiente de facto.
Carles Puigdemont | EFE

En apariencia, todo es unidad política frente al embate del terrorismo islamista en Barcelona y Cambrils (Tarragona). En la práctica, la Generalidad afronta los atentados como un escaparate mundial en el que demostrar que la administración autonómica es más competente que un Estado español prácticamente desaparecido en Cataluña y cuyas funciones remiten a lo meramente protocolario.

El nuevo consejero de Interior, Joaquim Forn, y su flamante director general de los Mossos, Pere Soler, han lanzado al comisario Albert Oliva (designado portavoz de la policía regional a primeros de mayo por el "Mayor" del cuerpo, Josep Lluís Trapero, perteneciente al círculo íntimo del "president" Carles Puigdemont) a desmentir al ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, quien al mediodía del sábado daba por "prácticamente desarticulado" al grupo de terroristas que perpetraron los atentados.

Oliva incidió en que fueron los Mossos quienes respondieron en primer lugar al ataque y en que serán los Mossos quienes den por acabado el operativo antiterrorista.

Venía Zoido de explicar que tras el Pacto antiterrorista no se consideraba necesario pasar la alerta de cuatro, nivel que lleva dos años en vigor, a cinco, máximo que implica la activación de las Fuerzas Armadas en territorio nacional. No hay riesgo, aventuró, de "atentado inminente". La Generalidad había vetado de antemano la opción. Y al poco, el portavoz uniformado de los Mossos rectificaba al ministro.

Ni siquiera Trapero se dignaba a rebajarse a Zoido, a pesar de la ronda ininterrumpida de intervenciones ante los medios en la que está inmerso en compañía del consejero Forn. La predisposición del máximo responsable operativo de los Mossos a comparecer ante la prensa se vende como signo de transparencia y "modo catalán" de hacer. El afán de protagonismo, la precipitación y sonoros deslices como distinguir entre víctimas mortales de nacionalidad española y catalanes, perpetrado por el consejero Forn, delatan la intención de los componentes del gobierno de la Generalidad.

La consigna es aprovechar el foco mundial para vender la imagen de una Cataluña independiente de hecho, ajena por completo a España. La capitalización de los ataques pasa por una ofensiva propagandista que ensalza a los Mossos y oculta la igualmente decisiva respuesta de la Guardia Urbana de Barcelona, de la policías locales de Alcanar, Cambrils, Ripoll y de toda Cataluña, y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

En el trasiego de comparecencias queda por saber si las víctimas son catorce o quince, de momento. La dirección comunicativa de los Mossos no aclara si el hombre acuchillado, de 35 años, nombre Pablo, trabajador en Barcelona, residente en Vilafranca y cooperante internacional con experiencia en Nepal y Haití, estaba "vinculado" al atentado de las Ramblas o pasaba fiambre entre Esplugues y Sant Just Desvern. De primeras, los Mossos informaron de que una sargento del cuerpo habría sufrido una fractura abierta del fémur al interponerse ante un vehículo que pretendía saltarse un control de la operación Jaula. La versión era que los agentes habían abatido a un terrorista que podría ser o luego no el conductor de la furgoneta "asesina". Después el extraño suceso nada tenía que ver con el ataque terrorista. Más tarde el Ford Focus era el escenario de un crimen y después, el infortunado había sido asesinado por un "yihadista" sin descartarse un caso de delincuencia común. Al cierre de este texto, aún no se ha determinado nada al respecto.

Sin "héroe del monopatín"

La difusión de los hechos por parte de la Generalidad no es, sin embargo, parca en detalles relativos a la capacidad de los Mossos, uno de cuyos agentes habría abatido, el o ella solo, a cuatro terroristas en Cambrils. En cambio, el conductor de la furgoneta, fuera el que saltó el control en la Diagonal o no, sigue en paradero desconocido según la propia Generalidad.

Ese muerto podría pertenecer a la categoría de Ignacio Echeverría, el "héroe del monopatín" de Londres, pero el relato oficial no incluye esta clase de referentes cívicos. Subraya obstinadamente que los Mossos están al frente, que la Generalidad está al cabo, que el Estado es decorativo y que todo podría estar relacionado con nada.

Puigdemont brama cuando se describe el contexto político en el que se ha producido el atentado, sus voceros estallan a la mención del término "bolardo" y los mossos de atrapar los autores y esclarecer los hechos sometidos a la presión en búsqueda de datos de sus mandos políticos. Una explosión circunstancial en Alcanar conduce a una célula semejante a la infausta finca de Morata de Tajuna en el 11-M. El "mayor" Trapero sostiene desde hace ya tiempo que las mezquitas salafistas no son un problema en Cataluña, pero los mossos rastrean los movimientos del imán de Ripoll, localidad gerundense de diez mil habitantes famosa por su monasterio románico. De ahí son naturales algunos de los terroristas que habría montado los atentados. Abdelbaki Es Satty es el imán que les habría introducido en la "yihad" y puede que el segundo cadáver de la explosión del chalet de Alcanar donde la célula islamista prepara una mayor masacre con furgonetas bomba.

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