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Cataluña, "un Ulster por ahora sin armas"

Varios artículos en la prensa analizan la situación de una Cataluña partida en dos.

En El País, Lluis Bassets dice que "ya no son dos mundos paralelos. Son mundos que se alejan, cada vez más remotos e incomprensibles. Se alejan como si tomaran impulso para enfrentarse en un futuro y aplazado choque apocalíptico. No se soportan. Son incompatibles. No pueden verse ni escucharse", dice. Es un análisis certero, pero le sobra equidistancia. Porque es cierto, ahora es así, hay dos mundos. Pero hasta hace pocos meses solo había uno, el que imponía, el que aislaba, el que expulsaba, el que repartía carnés de buenos y malos catalanes, el que no reconocía al que pensara diferente y lo arrinconaba.

"Todo se va preparando para convertir Cataluña en una especie de Ulster, de momento sin armas, donde dos comunidades ya separadas, incomunicadas y enemigas se ven obligadas a una coexistencia llena de dolor y de resentimiento, de odio en definitiva". "Las dos Cataluñas que estamos construyendo componen juntas un monstruo social y político", dice repartiendo culpas, eludiendo cómo y quién empezó todo. Finiquitado el procés, ahora hay un "nuevo proceso" no para separarse de España "sino para separar a los catalanes unos de otros. Pero que nadie se engañe. Si no se revierte la dinámica negativa y esta se enquista en Cataluña, terminará proyectándose al conjunto de España". No parece probable, más bien lo que se ha observado en estos últimos meses, desde el golpe de estado separatista de septiembre, es que los españoles se han unido, han sacado las banderas y los catalanes intimidados y marginados por los separatistas han alzado su voz. ¿Será eso lo que asusta a Bassets?

El editorial de hoy de El Mundo deja clara la diferencia entre un equidistante y uno que no lo es. "Dos bloques antagónicos y una sociedad dividida", se titula. El debate en TVE el jueves "reflejó una sociedad fracturada por el empeño del independentismo, existen dos bloques políticos enfrentados e irreconciliables". Lo mismo que dice Bassets, pero identificando al culpable. "Uno aboga por devolver Cataluña a la legalidad del Estatut y la Constitución. El otro, sigue empeñado en un proyecto delirante que concita el rechazo unánime del resto del país y de la comunidad internacional (…) Es necesario, por tanto, que PP, Cs y PSC sean conscientes de la importancia de no ceder ante el independentismo tras el 21-D. Aun con sus diferencias, JXC, ERC y la CUP han dejado claras sus intenciones de reeditar el proyecto secesionista. Por esta razón, la unidad en la defensa del artículo 155 debe mantenerse más allá del día después de las elecciones". Difícil lo veo en una unidad tan artificial y desunida.

En ABC escribe Luis Herrero "Espadas en alto", un artículo en el que pone de manifiesto que la división no es sólo entre constitucionalistas e independentistas, sino que dentro de los separatistas "cada uno va por su lado. No se hablan entre sí. Apenas se soportan. Cruzan miradas de reojo que delatan recelo. A veces, odio". Qué alegría no vivir en Cataluña, menudo infierno, no es extraño que los turistas huyan, vete tú a saber de dónde te puede caer un palo. Por esta división, Luis se ha quedado perplejo ante la manifestación en Bruselas. "A los iluminados de la sedición les da igual ocho que ochenta. Lo único que les mueve es su propósito de inaugurar cuanto antes su aldea independiente. El éxito de la manifestación del jueves demuestra que los votantes, a diferencia de los caudillos, no dan la causa por perdida" y que pese a las diferencias se volverán a unir tras las elecciones porque, ellos sí, saben lo que quieren, tienen un objetivo común. "Preparémonos para emociones fuertes". Estamos listos, Luis, ya nos vamos acostumbrando.

En La Vanguardia escribe Fernando Ónega que "el dilema es sensacional. Según las últimas encuestas, la mitad de Cataluña es constitucionalista y la otra mitad independentista". "La cuestión catalana no tiene arreglo. Entre los que no quieren estar y los que no quieren oírlos, seguiremos estancados". Es difícil no oírlos, señor Ónega, gritan bastante, tienen el poder y el dinero y lo gastan sin tino en hacerse oír. Pero completamente de acuerdo, Cataluña no tiene arreglo, y mucho menos intentando contentar a los nacionalistas. Por esa vía ya hemos visto el resultado.

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