Las fuerzas separatistas tratan de reconstruir los puentes internos rotos, pero la desconfianza y los recelos pesan demasiado. La negativa de ERC a formar una candidatura conjunta con los deshechos del PDeCAT y la inesperada victoria en el flanco separatista de la candidatura personalista de Carles Puigdemont han alterado sustancialmente los equilibrios de influencia en el bloque nacionalista. La CUP está con Puigdemont, la criatura que engendró al vetar a Artur Mas justo hace dos años. Compra su fuga como una audacia y un acto de desobediencia y se inclina por su facción en la lucha de "legitimidades" con el preso Oriol Junqueras.
El primero de la lista de la CUP, Carles Riera, junto a la diputada electa Natàlia Sànchez y la portavoz en funciones de la formación, Núria Gibert, se reunieron el miércoles con Puigdemont en Bruselas, según ha comentado Riera en Catalunya Ràdio. El encuentro, según las declaraciones del antedicho, no dio mucho de sí. Si tiene cartas, Puigdemont se las guarda. Pretende forzar una negociación con el Gobierno sobre su futuro judicial, pero no tiene interlocutores. Carece de contactos y de elementos de presión más allá del peso de la ultraderecha separatista flamenca en el ejecutivo belga.
El expresidente regional catalán se resiste, de momento, a regresar a España para disputar la presidencia de la Generalidad en igualdad de condiciones que Puigdemont y juega la baza de una reforma del reglamento parlamentario que le permita ser investido por 'Skype'. El plan B es un adelanto electoral tras frustrar una más factible investidura de Junqueras a pesar de que el dirigente republicano pueda continuar en prisión. Según su abogado, Andreu Van den Eynde, aunque el Tribunal Supremo desestime su libertad provisional o el traslado a una cárcel catalana, de competencia autonómica, Junqueras puede optar a la presidencia de la Generalidad, a diferencia de Puigdemont si persiste en su singular "exilio" belga.
En esa pugna entre Puigdemont y Junqueras, la CUP es determinante y de momento se alinea con el nuevo partido del expresident, Junts per Catalunya, una candidatura en la que el PDeCAT es residual. Los antisistema consideran que Junqueras se ha entregado a la bilateralidad, ha renunciado a la implantación de la república y acepta el marco autonómico, todo lo cual está fuera de sus coordenadas.
La república catalana es la patada a seguir de todas las formaciones y entidades separatistas y respecto al preso en Estremera, Puigdemont parte con ventaja en esa carrera. Junqueras ha insistido en el Supremo en su acendrado catolicismo y sus profundas convicciones morales sobre el diálogo y la concordia, un mensaje que los dirigentes separatistas en libertad no asumen.
Pinchazo en el Supremo
La imagen a las puertas del Tribunal Supremo este jueves con ocasión de la vista de apelación de Junqueras sobre su prisión provisional es la muestra de la fractura separatista. A diferencia de las demás comparecencias de los acusados por el golpe separatista contra la democracia en España, sólo había miembros de ERC a las puertas de la instancia judicial. Los diputados del PDeCAT en Madrid y los de la versión catalana de Podemos, no estaban. Las vacaciones de Navidad en el Congreso duran hasta casi pasado febrero. Tampoco había dirigentes de esas formaciones afincados en Cataluña. Ni siquiera los animadores de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium. Gabriel Rufián fue el único representante de relieve del "soberanismo". Faltó hasta Joan Tardà. La campaña en favor de la libertad de los "presos políticos" ha pinchado a las puertas del Supremo en un día no menor para el jefe de ERC, que ha "rogado" por su libertad y se ha declarado un "hombre de paz". El separatismo prefiere la confrontación.