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Rajoy se declara "orgulloso" de su legado y pide cuatro años más en la Moncloa

El presidente proclama que "no se alza otro proyecto alternativo" al suyo y el PP le responde cerrando filas. Según Feijóo, es "el mejor candidato".

El presidente proclama que "no se alza otro proyecto alternativo" al suyo y el PP le responde cerrando filas. Según Feijóo, es "el mejor candidato".
Rajoy se rodea de barones y ministros, pero no logra la foto que buscaba | Tarek/PP

Mariano Rajoy se presentó ante los suyos como el candidato orgulloso del balance cosechado. Pero también como el candidato de futuro, como el único capaz de proporcionar "empleo y seguridad" a los españoles durante los próximos cuatro años frente a una amalgama de formaciones que puede dar al traste con todo. "Somos el PP, el que está al servicio de España cuando las cosas se ponen complicadas, el valor seguro, el que sabe arreglar las cosas y presentar resultados", arengó a un PP que evitó la autocrítica y le regaló los oídos.

Fue la escenificación de un partido unido alrededor de su líder. De unos cargos que no discuten su liderazgo y que creen que sólo con él pueden ganar las elecciones. Para reforzar esa idea, Alberto Núñez Feijóo aseguró que se saltaba la consigna marcada por Génova -en principio, tenía que hablar de política fiscal- para ensalzar la figura de Rajoy. "Tenemos un candidato que es el mejor porque ha sido el mejor presidente en la España más difícil", afirmó. Le siguió María Dolores de Cospedal: "Unidos somos más fuertes y estamos mejor". Y remató: "Gracias presidente".

Se quiso vender la imagen un partido bien avenido, sin rencillas internas, tras una semana horrible que la dirección calificó de inaceptable a dos meses de que se abran las urnas. Los estrategas del PP querían a un Rajoy en movimiento con el partido a su alrededor y, sonrientes, todos dieron un breve paseo por el cigarral elegido de Toledo ante una expectación enorme. Pero faltaron unos pocos, y eran importantes.

Tres barones históricos, con gran predicamento interno, no contestaron a la llamada de Rajoy. Y los tres, en algún momento, se han mostrado críticos por la estrategia del presidente. Juan Vicente Herrera -que esta misma semana cargó contra el Gobierno-, Luisa Fernanda Rudi y Esperanza Aguirre -que adujo motivos familiares "ineludibles"- no aparecieron. Y el PP volvió a murmurar, aunque la Junta Directiva Nacional prácticamente en pleno estuviera arropando a Rajoy. No faltó ningún integrante del Consejo de Ministros, incluyendo aquellos ministros que no tienen carnet del PP.

El PP o el caos

Ante todos ellos, Rajoy se revindicó con vehemencia. Cree que ha cumplido con la palabra dada, y ese es un aval lo suficientemente potente como para optar a la reelección sin atisbo de dudas. "Estoy orgulloso como gobernante y como español", zanjó ante un público entregado. En su estudiado discurso, de más de media hora, si algo hizo fue echar la mirada atrás y sacar pecho de sus recetas económicas. "Lo puedo decir sin faltar a la verdad: hemos cumplido y podemos defenderlo con legítimo orgullo. Hoy España crece y se crea empleo", insistió.

El jefe del Ejecutivo lamentó que "a veces no nos damos cuenta de lo que ha ocurrido en España" en esta legislatura, y pidió a los suyos que lleven su mensaje a todos los rincones del país. Que lo repitan sin cesar porque, opina, ello le volverá a dar la llave de la Moncloa. "Nos hemos equivocado, hay cosas que no hemos podido hacer, pero la España de ahora nada tiene que ver con la que recibimos en 2011" y "tenemos la obligación de decirlo", exigió ante un PP que, en privado, no esconde sus miedos de cara a las elecciones.

Hecho el balance, Rajoy miró al presente y al futuro. Y defendió una vez más su candidatura frente a las del resto de partidos. "La gente pregunta qué va a pasar ahora", y el jefe del PP aseguró que sólo hay dos caminos posibles: "O rematar la tarea o arriesgarlo todo". Lo repitió varias veces: "O seguimos en la ruta de la recuperación" o "lo dejamos todo tirado y nos vamos en busca de la incertidumbre como si no hubiéramos aprendido nada".

El presidente lo dijo clarísimo. A sus ojos, "no se alza otro proyecto alternativo" al suyo. Todo lo que no sea el PP, llámese Ciudadanos, PSOE o Podemos, acarrea riesgos y la recuperación podría verse en peligro. "Son eslóganes, tertulias de televisión, no hay un proyecto alternativo".

En síntesis, el candidato acusó a sus rivales de no saber qué es lo que quieren para España y de ocultar posibles alianzas. "Regresa la música de las palabras" y "las promesas huecas". "Ahora dicen que tienen ideas pero han tardado cuatro años en alumbrarlas. Ahora, lo importante es que sean capaces de contárnoslas", se mofó especialmente del PSOE. Añadió: "El PP no necesita fichajes de última hora para que lo regeneren".

Para rematar la tarea - ése fue el tercer pilar de su intervención-, Rajoy pidió a los suyos y a los españoles más tiempo. Cuatro años más. "España necesita que hagamos mucho más y arreglar tanto destrozo lleva su tiempo", dijo. No aclaró medidas de futuro -el objetivo de la cita, precisó, era hacer balance-, pero recalcó que él tiene un "proyecto de país" con dos palabras clave, que son "empleo" y "seguridad". "Con ello, todos los sueños se harán posibles", enfatizó.

"Creo en una España vibrante. Ése es el país que veo cada vez que salgo a la calle. Un país que quiere subir al tren de la prosperidad y la modernidad, unido por la ley y el sentimiento de sus gentes", argumentó. Y fue entonces cuando llegó el aviso al PP: "Esto es lo importante y lo demás temas menores. Esta es nuestra misión. Somos el PP, ¿Qué broma es ésta?, somos el partido de la mayoría moderada y razonable frente a radicales y extremistas".

Sin "vocación de bisagra", Rajoy reclamó unidad. "Somos el partido más grande de España", zanjó, para poner una vez en entredicho al resto de formaciones en liza. Los presentes aplaudieron a rabiar y se le abalanzaron, conscientes de que -entre otras cosas- se juegan su presencia en las listas. Había, por cierto, mucho nerviosismo en este sentido. Aunque, pese a esa escenificación -uno a uno, los barones abrazaron o besaron al líder tras elogiar de forma encendida su gestión y después se fueron a comer juntos-, en privado se reconoce sin titubeos que se ha puesto una mera tirita hasta el 20 de diciembre. Después, si hay hecatombe, el partido se romperá en añicos.

Una posibilidad que el presidente descarta. Su apuesta es que ganará, y que lo hará con una distancia considerable con respecto al PSOE, que ve como segunda opción de gobierno. "Os digo, vamos a ganar las elecciones. Manos a la obra. España nos está esperando", se despidió. La próxima semana, ofrecerá otra fotografía potente, con los líderes del centro-derecha europeo -Angela Merkel incluida- a su lado. De nuevo, él estará en el centro dejando claro su objetivo de ser el candidato, pase lo que pase y digan lo que digan las encuestas.

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