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Carmena ahora habla de sexo: "El tema de la penetración clásica limita mucho"

La novedad editorial de la semana y las revelaciones más íntimas de una alcaldesa que se atreve con todo lo divino y con lo más humano.

La novedad editorial de la semana y las revelaciones más íntimas de una alcaldesa que se atreve con todo lo divino y con lo más humano.
Imagen de la portada del libro | LD/Planeta

Son sólo 215 páginas de letra bastante grande y generoso interlineado, pero en ellas cabe casi la vida entera de Manuela Carmena, desde sus más íntimas opiniones sobre el clítoris o la penetración hasta sus más profundos pensamientos políticos, que ya les adelantamos que tampoco es que sean como la Fosa de las Marianas.

Se trata del libro Manuela Carmena en el diván de Maruja Torres, dos santonas de la progresía que se han encontrado, felicísimas, en un volumen editado por Planeta y que ya ha causado un considerable escándalo por algunas de las opiniones –y las revelaciones- que en sus pocas páginas se incluyen.

La alcaldesa "desbordada"

"Estoy absolutamente desbordada. Yo no quería, yo no quiero esto (…) de pronto te das cuenta de que no puedes tener ningún tipo de relación, no te da tiempo, con toda esa cantidad de gente que se interesa por ti".

(…)

Me puede. Todo esto, querida Maruja, es absolutamente excesivo. Me desborda. No soy feliz ahora, y eso no es bueno. (…) Te aseguro que si pudiera rebobinar a febrero pasado, mantendría mi no inicial a presentarme como alcaldesa".

Son las frases más polémicas del libro –al menos desde el punto de vista político- y las que más alboroto han causado en los medios. Unas frases que –la alcaldesa ha tratado de justificarse- surgen justo después del escándalo por sus vacaciones de lujo. Sin embargo, hay un detalle importante que hasta ahora prácticamente no ha transcendido: no se trata de palabras improvisadas en una entrevista, a las que se hubiese llegado tras una larga conversación, sino que están escritas por la alcaldesa, en una parte del libro en la que se incluyen intercambios a través del correo electrónico.

Su inclusión en el texto final es pertinente, de hecho es probablemente lo más significativo políticamente de todo el libro, pero ha sido un flaco favor de Maruja Torres a Manuela Carmena, y eso a pesar de que la periodista está completamente entregada a la causa de la alcaldesa, tal y como ella misma confiesa admirando la "sólida formación justiciera" de la de Podemos y también a su "equipo que la adora y la sigue por los pasillos compartiendo estrategias".

En otros puntos Torres llega a especular sobre el atractivo o la coquetería de Carmena, poco menos que una sex symbol según la escritora: "De joven debió de ser muy atractiva", reflexiona en algún momento, "despliegas gran capacidad de seducción", le dice directamente ya hacia el final del libro, es de suponer que porque ya hay más confianza.

Una admiración que llega casi a creer en lo sobrenatural: "No hay rincón de Madrid que Carmena no inspeccione en cuanto tiene la oportunidad, con lo que denomina ‘mis ojos de rayos X’", no hay constancia de que ninguna de las dos se sonrojase en ese momento del encuentro; tampoco cuando la alcaldesa presume de otra "de mis habilidades": saber de dónde es la gente "por su cara", algo que confiesa sin pudor que la entretenía durante los juicios, cuando era magistrada: "En el tribunal nos lo pasábamos bastante bien" con los testigos, de los que incluso pedía el DNI para comprobar si sus deducciones eran o no acertadas.

Puede parecer una habilidad asombrosa, pero no lo es tanto, al menos si compartiésemos la gran opinión que la alcaldesa tiene de sí: "Hablaba mucho con Dios, hasta que me di cuenta de que Dios era yo misma", algo que misteriosamente le ocurrió "cuando empecé a ir a la facultad de derecho".

Sin embargo, fíjense en lo que es el azar, un personaje tan importante podría haberse visto malogrado desde el principio: "Mi madre (…) me tuvo la última, a los cuarenta y dos años. No nací tonta de puro milagro", expresa bastante jocosa y con no excesiva sensibilidad.

La alcaldesa y el pueblo

Como todos sus conmilitones Carmena presume de su cariño por "la gente" y de sus fantásticas relaciones con "el pueblo", pero ciertos detalles del libro revelan al buen observador algunas ideas curiosas sobre ese pueblo, por ejemplo el hecho de que ella use el transporte público sea algo que no la dignifica a ella como responsable político, sino a los madrileños: "Por eso voy en transporte público. Para que la gente, cuando me vea, y vea que les atiendo y respeto, aumente en ese espejo su dignidad".

Hay como ven, un pueblo que necesita ver a la alcaldesa para aumentar su dignidad, y probablemente éste se concentre en algunos barrios, ¿los más pudientes? No, más bien zonas populares como Aluche, dónde Carmena dio su primer mitin en un formato que dejo frío a los asistentes, algo que no ocurrió al día siguiente en La Latina, "en la Plaza de la Cebada, que hay una gente más cultural (sic)" dice la de Ahora Madrid, recordando que el distrito Centro fue donde su candidatura sacó más votos "porque hay un perfil de gente más intelectual, y allí arrasamos".

"La casta está en los dos lados" asegura un poco antes, en lo que quizá sea un ataque de lucidez. Y es que no todo el pueblo le gusta mucho a Carmena, o al menos no le gustan todos los lugares en los que el pueblo vive y se encuentra. Por ejemplo, los comercios de Zara: "No entiendo por qué hacen esas tiendas tan grandes" y prefiere las tiendas más lujosas de una de las calles más caras de Madrid: "(…) por Serrano aprovecho para mirar escaparates, a ver si hay rebajas y puedo comprarme algo".

Más crítica aún que con el Zara es con "esos bares de los barrios del sur, un poco desangelados, con un café malo, con tapas sólo de cortezas de cerdo y ensaladilla de patatas, pero con una televisión inmensa con el volumen superalto". Pero, alcaldesa, ¿no son esos los bares de los más humildes, de "los de abajo"?

La alcaldesa y el erotismo

Como ya se ha hecho público en una parte del libro Manuela Carmena y Maruja Torres se dedican a hablar del sexo y el erotismo. Es en estas páginas en las que la alcaldesa confiesa que su primera "noción de erotismo" fue viendo Sissi emperatriz, un aspecto en el que hay que reconocer que su interlocutora es más convencional: "A mí me llegó el primer erotismo salvaje viendo a William Holden lavándose el torso en Picnic".

En cuanto al sexo, la alcaldesa confiesa que ha vivido un "matrimonio abierto" y lamenta el "barullo" que es que las mujeres no puedan elegir, "botoncito" mediante el cual elegir entre un "mecanismo para el placer y otro para el placer con hijos".

También siente que "el tema de la penetración clásica limita mucho" y asegura que "los hombres –se entiende que todos- tienen que trabajar aún para asumir la cantidad de placeres que hay sin penetración". Aquí, sin embargo, Maruja Torres no está del todo de acuerdo: "Yo a la penetración le tengo cariño", asegura. La conversación –que da una idea muy ajustada del nivel del libro- sigue por unos curiosos derroteros: "A mí el punto G como que no… A mí me parece que el clítoris es un gran invento. Porque eso es seguro, lo mires como lo mires", expresa la alcaldesa con contundencia.

Un conocimiento que, al parecer, no está lo suficientemente extendido: "Un día me puse a mirar por Internet –ojo a la profundidad del estudio- el tema del orgasmo femenino –imaginen el momento-, y encontré unos datos terribles de mujeres que lo fingen".

La alcaldesa y la derechona

La tolerancia, la no violencia, el respeto… son palabras y conceptos que le encantan a Manuela Carmena, pero que ella no aplica demasiado a una parte importante de la sociedad: a todo aquello que identifique con "la derecha", a la que llega a equiparar con la Iglesia en tiempos de Fernando VII, que "excomulgaba a todas aquellas personas que mantuvieran ‘la absurda idea de que los pueblos tenían capacidad de gobernarse’ (…) eso es la derecha inmovilista, la derecha que defiende sus privilegios, sus propiedades –se ve que sólo puedes defender tus propiedades si eres de izquierdas-, su visión de la vida y la sociedad".

¿Qué más puede decir la alcaldesa de esa derecha? Pues por ejemplo, que ha sido "en la historia y ahora, quién más ha obstaculizado los derechos individuales, los derechos humanos". Y no crea que hemos mejorado mucho: "La nueva derecha, la de los neoliberales, tanto del tipo estadounidense como de aquí, cuestiona la igualdad de oportunidades y predica eso de que el que vale vale, y que los que no son unos loosers, unos perdedores. Vamos, la esencia misma del capitalismo feroz".

Sin embargo, hay una fuerza correctora que ha logrado redimir a la humanidad de los desmanes de la derecha, agárrense: "Los grandes periodos de regímenes comunistas, socialistas o de socialdemócratas –todos en el mismo saco- han sido determinantes para mejorar aspectos básicos en la vida de muchísimas personas".

A nivel municipal eso se traduce en que la pobre Carmena ha recogido el testigo de la alcaldía después de "una época oscura" en la que "se ha perdido el valor de lo común" porque "todo, todo está externalizado", lo que es "una locura y un despilfarro".

En su ánimo descalificador Carmena llega incluso a criticar la formación que ofrece su propio ayuntamiento: "Son unos cursos mierderos (sic), porque se paga poquísimo a los profesores. Es gente desmotivada que cobra lo menos de lo menos".

Y así están las cosas en Madrid, con problemas como el de la limpieza que desesperan a la alcaldesa: "Voy por la calle, y voy viendo los papeles que las ensucian, y parezco una posesa recogiéndolos, no lo puedo evitar". ¿O quizá sí puede evitarlo? "Pero luego me da apuro porque, si voy con los escoltas, se van a ver también obligados a recogerlos".

La alcaldesa y las ideas-ocurrencias

Carmena se define a sí misma como una auténtica máquina de tener ideas: "Una de mis grandes habilidades y pasiones (…) es mi alto ‘índice’ de ocurrencias de cosas. Se me ocurren muchísimas cosas, a velocidad vertiginosa y, muy especialmente, infinidad de alternativas sociales (…). Todo ese proceso de ‘invención’ me produce un subidón enorme".

Una afirmación que los madrileños ya han podido sufrir en los pocos meses que lleva como alcaldesa y en la que ella misma profundiza unas páginas más adelante: "Me encanta idear, en lo social y en lo doméstico". Para que no quedemos con la curiosidad nos expone algunas de estas ideas: un bono "con precio reducido para los mayores y los jóvenes" en los taxis, conectar los transbordos de los autobuses… o, ya en un más lúdico: "Veo los bricks de leche, y pienso lo fácil que es hacer un enorme juego de construcción". No descarten verlo en alguna plaza cualquier día.

Pero como ya nos advierte esta creatividad desbordante también tiene un lado doméstico: "En mi casa han visto siempre aguas de colores, huevos morados, sopas de verdura con gotas de chocolate y cosas así". Un torrente sin fin, vamos.

No todo es felicidad, hay gente, y aquí señala a los medios de comunicación, que no aprecia este volcán de ideas que es la alcaldesa: "Sé que cuando se quiere dinamitar una idea se la tilda de ocurrencia", dice sin pararse a pensar, obviamente, que cabe la remota posibilidad de que un juego de construcción con bricks de leche quizá sea, precisamente, una ocurrencia.

Carmena y los errores

Es conocida la dificultad de Manuela Carmena para aprender nombres, y leyendo el libro de Maruja Torres, se diría que también tiene problemas con las fechas. Por ejemplo, hablando de su pelo –sí, se dedican bastantes páginas al estilismo de la alcaldesa- explica que "en los (años) cincuenta y tantos (…) la cabellera de Françoise Hardy era lo más". Resulta sorprendente ya que la carrera internacional de la cantante francesa empieza a finales de 62, con su éxito Tous les garçons et les filles.

En otros momentos nos encontramos con palabras usadas en un sentido completamente diferente del verdadero, en un error que no es posible adjudicar con seguridad a la protagonista del libro o a su redactora, como cuando dice, hablando de unos artículos del Código Civil de 1870, que están "tácticamente derogados", en lugar de "tácitamente derogados".

El fallo más divertido del libro, no obstante, es cuando relatando una negociación con los grupos políticos en el ayuntamiento cita a un integrante del equipo de Aguirre: "Ignacio de Luna". Si no les suena el nombre no se extrañen, porque en el Grupo Popular municipal en Madrid no hay ningún Ignacio Luna y sí está Íñigo Henríquez de Luna, que es el portavoz adjunto. No se trata, por cierto, de una errata: el nombre incorrecto se repite dos veces. Es decir, que la alcaldesa no se sabe el nombre del portavoz adjunto de la oposición y, además, Maruja Torres tampoco se ha preocupado de comprobarlo.

Puede que sólo sea una anécdota, pero una buena medida tanto de la calidad de una en su puesto de alcaldesa como de la meticulosidad de la otra en su trabajo de escritora. Y es que si este libro tiene una virtud es que retrata a sus dos protagonistas con crudeza con un el resultado es escalofriante y lo que es aún peor: probablemente ellas ni se han dado cuenta.

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