Los puentes están completamente rotos, y no hay intención aparente de reconstruirlos. Sólo Pablo Casado da la cara por José María Aznar en el seno de la dirección nacional, y cada vez que le preguntan -en público y en privado- defiende a quién fuera su jefe. El resto, incluido Mariano Rajoy, le considera un caso perdido y se consuela ante el hecho de que "cada vez tiene menos influencia".
Partiendo de esta base, el equipo de campaña -que dirige Jorge Moragas- da por descontado que Aznar no pedirá el voto por Rajoy, como tampoco lo hizo el pasado mes de diciembre. "No es ningún drama", contestó entonces el propio Moragas sobre su ausencia. "No ha sido posible encajar su participación concreta", argumentó ante los medios. Si bien, lo cierto es que ni tan siquiera se intentó.
La situación ahora no ha mejorado. Más al contrario, podría decirse que es todavía peor. Desde la Fundación FAES, que dirige Aznar, se descartó prácticamente por completo su implicación de cara al 26J, así como su participación en la Junta Directiva de este jueves. Más concretos fueron en Génova. "¿Quién?", replicó un miembro de la dirección ante la pregunta de si el expresidente participará en la campaña. "Francamente, yo creo que no", zanjó otro integrante de la cúpula.
Cabe recordar que Aznar presentó recientemente una denuncia por revelación de datos tributarios ante la Fiscalía General del Estado. Tras la filtración, el expresidente esperó unos días por si recibía algún tipo de explicación o el amparo de los suyos, pero constató una vez más su soledad. Cuando a Rajoy le preguntaron por la espinosa cuestión, ensalzó a Cristóbal Montoro. En paralelo, el PP enmudeció en público mientras algunos cargos lanzaron críticas veladas sobre quién sigue siendo su presidente de honor.
"Yo he formado parte de su gobierno, pero está siendo desleal. Ésa es la verdad", soltó hace pocos días, en una conversación informal, un cargo muy próximo a Rajoy. Al jefe del PP no se le ha olvidado el Comité Ejecutivo celebrado un día después de las anteriores elecciones, cuando Aznar abogó por celebrar un congreso con la implantación de la fórmula "un militante, un voto". No fue tampoco fácil para el expresidente: se le situó en un extremo –cuando su sitio natural habría sido al lado de Rajoy- y le pidieron que hiciera su diagnóstico al final, después de que barones y altos cargos ensalzaran al líder popular.