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Pujol ya no se esconde y reúne a su vieja guardia de CDC

El ex "molt honorable", preocupado por el futuro del Partido Demócrata Catalán, celebra una comida con antiguos altos cargos.

Jordi Pujol ya no se esconde. El patriarca del clan familiar bajo la lupa de la justicia, el autor confeso de un fraude fiscal continuado, el que fuera presidente de la Generalidad durante 23 años vuelve a dejarse ver en restaurantes, cónclaves nacionalistas selectos, funerales -los de Jordi Carbonell y Mosén Ballarín- y actos culturales. Un grupo de venerables exconsejeros autonómicos y fontaneros de la vieja Convergencia forma el núcleo duro del actual pujolismo, los restos de un proyecto que colapsó hace poco más de dos años, cuando Jordi Pujol emitió un comunicado en el que se responsabilizaba de no haber regularizado una herencia de su padre Florenci Pujol Brugat, oculta durante más de tres décadas en Andorra. Sus hijos, a esas alturas, ya estaban siendo investigados y poco se tardaría en imputar a todos los miembros de la familia, doña Marta Ferrusola incluida.

Dos años después de la confesión, Pujol ha reconstruido su agenda social y ya no es un "apestado" cuyo contacto se debe rehusar. Artur Mas le tenía al corriente de sus movimientos cuando aún era presidente de la Generalidad, pero los dirigentes del partido que fundara en Montserrat le dieron la espalda.

Sin embargo, su "legado" se mantiene vivo, comienza a ser reivindicado por los opinadores separatista y fue objeto de larga tertulia en una de las últimas reuniones de Pujol con sus colaboradores de toda la vida.

Un reservado cerca de La Camarga

A mediados del mes pasado, en pleno proceso de refundación de CDC, Pujol se reunió en el reservado de un céntrico restaurante de Barcelona -muy cercano a La Camarga de la conversación grabada por un florero entre Victoria Álvarez, expareja del hijo mayor de Pujol, y Alicia Sánchez Camacho- con Lluís Prenafeta, Joan Guitart, Francesc Sanuy y Maria Eugènia Cuencia, entre otros comensales, para advertirles de la desconfianza que le producía el sesgo ideológico y orgánico del nuevo partido nacionalista.

Como en casi todas las reuniones que protagoniza Pujol, el "president", como aún le llaman, se mostró meditabundo, arrepentido y entre interesado y pesimista por el futuro del Partido Demócrata Catalán. Sanuy, Guitart y Maria Eugènia Cuenca fueron consejeros de la Generalidad de Pujol y Prenafeta, su mano derecha hasta que tuvo que prescindir de sus servicios por las primeras acusaciones de corrupción, a comienzos de los años noventa. Prenafeta está imputado por el caso Pretoria y llegó a pasar un mes en la cárcel por sus actividades inmobiliarias junto a Macià Alavedra.

Según el parecer de uno de los asistentes, Pujol se encuentra cada vez más aliviado del peso de la culpa. Como Lázaro, ha resucitado. Prueba de ello es su incesante producción de artículos en su nueva fundación, la Associació Serviol.

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