"De Aznar lo único que voy a decir es una cosa: nada". Fin de la historia. Mariano Rajoy se negó a comentar la renuncia de José María Aznar en la tradicional copa de Navidad que protagoniza en Moncloa. El presidente llegaba de Nueva York, donde su equipo afirmó que había asumido la decisión de su antecesor con "tranquilidad" ya que era un paso "normal" después de que FAES se desvinculara por completo del PP. Suficiente, a ojos del presidente, para dar la cuestión por saldada. Siempre ha sido reacio a dar la réplica a su antecesor, aunque su entorno se encargaba de tacharle de "desleal".
Pese a la negativa de Rajoy de abordar la cuestión, el portazo del presidente monopolizó los corrillos de otros miembros del Gobierno que también participaron en el ágape. En charla informal, María Dolores de Cospedal recordó que fue ella quien negoció durante un año con Aznar el distanciamiento de su fundación con el partido e intentó quitarle importancia al modo en el que el expresidente ha dado un paso atrás. "A él le da más libertad de acción", dijo, y avanzó que a partir de ahora Génova se volcará con la fundación Democracia y Humanismo, que sigue vinculada al PP.
Mientras, Rajoy optó por poner el foco en la amenaza antiterrorista y fue vehemente ante los ataques que ha sufrido Angela Merkel tras el atentado de Berlín: "Han sido brutales, lo que se ha dicho de ella es intolerable", fueron sus palabras. Y, sobre la situación nacional, quiso ser muy cauto: "Los temas de seguridad cuanto menos se comenten mejor".
El presidente también fue esquivo sobre el capítulo de las negociaciones. Confirmada su reciente conversación con Carles Puigdemont, Rajoy auguró que volverán a hablar pronto, aunque no precisó en qué momento y todavía no tiene fecha el prometido despacho entre ambos. Nada dijo de las negociaciones con el PNV. Por su parte, Soraya Sáenz de Santamaría lamentó las ausencias en la reunión preparatoria de la Conferencia de Presidentes, que se celebrará en enero en el Senado. "Se han perdido cosas importantes", zanjó.