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Rajoy llama a no perder la calma pero el PPC pide "poner en su sitio" a Puigdemont

El presidente quiere de Sánchez, con quien se ve en Moncloa este jueves, un compromiso nítido en defensa de la Constitución y la ley.

Mariano Rajoy no quiere tomar medidas drásticas para frenar el pulso separatista, aunque prometa que, pase lo que pase, la unidad de España quedará salvaguardada. "Espero que no lleguemos a una situación en la que sea necesaria el uso de la fuerza. Nunca he pesado que eso sea necesario. Nunca", aclaró el delegado del Gobierno en Cataluña y hombre de confianza de la vicepresidenta, Enric Millo. En Moncloa insistieron en que todos los escenarios están previstos, pero sin aclarar cuál es el plan más allá de un recurso ante el Tribunal Constitucional. "No vamos a ayudar a elevar todavía más la tensión", se escudaron al más alto nivel.

"A todos les digo que mantengan la confianza en el futuro porque los delirios autoritarios y frentistas nunca podrán vencer a la serenidad y el equilibrio del Estado democrático", se limitó a afirmar el presidente, después del último e importante movimiento de Carles Puigdemont, que se está estudiando por los servicios jurídicos del Estado."Puede pasarse ahora 30 días explicando la ley del referéndum o la de transitoriedad jurídica y puede decir que en 48 horas puede declarar la independencia, pero una cosa está clara, que el Estado ha demostrado que le bastan 24 horas para recurrir esas leyes y obtener su paralización", añadió previamente Soraya Sáenz de Santamaría.

En este contexto, el jefe del Ejecutivo recibe este jueves, a las 11 de la mañana, a Pedro Sánchez en el palacio de la Moncloa. El gran objetivo de Rajoy es obtener el compromiso de su interlocutor de que se mantendrá del lado del Estado sea cual sea la medida a tomar. Albert Rivera también está al tanto de todos los posibles movimientos y la línea de comunicación permanece abierta. "Hay cierto consenso en que la ley está para cumplirla pero también que no podemos dar pasos en falso ni alimentar al independentismo hablando del artículo 155", según fuentes gubernamentales. Este martes, tanto Rajoy como Rivera utilizaron el término "serenidad" para referirse al pulso separatista.

Así las cosas, el Gobierno evitará hasta el final desvelar sus cartas y seguirá con su discurso contundente sin olvidar las apelaciones al diálogo para aquellas cuestiones que afectan al conjunto de los catalanes. A los suyos, Rajoy les ha transmitido que "no hay que perder los nervios", consciente de la tensión que esta situación también está provocando de puertas para adentro. Y es que, en un sector del partido, empieza a cundir cierto desánimo ante la posibilidad de que "estemos diciendo una y otra vez que no habrá referéndum y luego nos encontremos con una especie de 9N", según un diputado popular.

Para el PP catalán, el tiempo de espera ya ha concluido. En un tono mucho más duro que el del Gobierno, Xavier García Albiol consideró que el lunes Puigdemont traspasó "una línea roja" que obliga a tomar medidas. "Se deberán tomar cartas en el asunto para poner en el sitio que se merecen a estos responsables que se están cargando la convivencia en Cataluña", subrayó. Y citó el artículo 155 de la Constitución, aunque como "último recurso". "En estos momentos se ha puesto en evidencia que es imposible poder llegar a ningún acuerdo con aquellos políticos que han apostado por llevar a Cataluña hacia el precipicio", añadió, ante las últimas apelaciones al diálogo. "Estamos ante un golpe de Estado", se reafirmó.

José María Aznar, que este martes participó en un acto junto a Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, solicitó responder a Puigdemont con "la reafirmación de los valores de la democracia, la legalidad y la Constitución". Y, además, se mostró muy cauto ante las peticiones de una reforma de la Carta Magna. Según precisó, hay que concretar primero qué se quiere cambiar, qué condiciones se dan para ello y qué grado de consenso recogería la propuesta. Si no se da ninguno de esos tres requisitos, remató, "sería una pérdida de tiempo y España no está para debates de magnitud ridícula".

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