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Diez libros imprescindibles de Isaac Asimov

Cuando un autor ha escrito o editado más de 500 volúmenes para 9 de las 10 categorías de la clasificación Dewey para bibliotecas, quizá sea más necesaria que nunca una pequeña guía para no perderse en su producción.

Trilogía de la Fundación (1942-1953)
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Trilogía de la Fundación (1942-1953)

Vamos a empezar por lo obvio, y así nos lo quitamos de encima. Los relatos sobre la Fundación supusieron la consagración de Isaac Asimov durante los primeros años de su carrera y siguen siendo, junto a sus relatos de robots, lo que hay que leer de él si no tenemos mucho tiempo. Cuenta la leyenda que, mientras se dirigía a ver a su editor, concibió la idea de adaptar en formato de ciencia ficción el libro que estaba leyendo en ese momento, La historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Gibbon, porque odiaba reunirse con John C. Campbell sin nada bajo el brazo. Ya en los 80 escribió secuelas y precuelas que, si nos gusta mucho esta trilogía podemos leer, pero que son mucho más prescindibles.

Yo, robot (1950)
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Yo, robot (1950)

Si empezábamos con lo obvio, vamos a terminar con ello ya. Esta es la primera recopilación de sus relatos sobre robots en los que formuló sus famosas tres leyes de la robótica (término que también inventó sin saberlo). A saber, en orden de importancia: que un robot no puede dañar a un ser humano, que debe obedecerlo y que debe proteger su existencia. Muchos de estos relatos son ingeniosos juegos lógicos que exploran los posibles problemas prácticos que podrían provocar esas leyes. Y no, no tiene nada que ver con la película homónima.

Momentos estelares de la ciencia (1959)
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Momentos estelares de la ciencia (1959)

Quizá los años más fértiles de Asimov los dedicó a la divulgación científica. Su claridad y sentido del humor le permitieron hacer comprensible y ameno lo que no es ni comprensible ni ameno, y su erudición le permitió escribir sobre todo tipo de ciencias. El problema es que muchos de sus clásicos ensayos, recopilados en libros como El electrón es zurdo, pueden haber quedado obsoletos por los nuevos descubrimientos, de ahí que quizá sea mejor por un tomo más genérico (y breve) donde recopila grandes descubrimientos de la ciencia y la tecnología, desde Arquímedes hasta Goddard.

El fin de la eternidad (1955)
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El fin de la eternidad (1955)

Novela sobre el tiempo, en la que una organización llamada Eternidad, compuesta por personas de todas las épocas a las que se extrae de su tiempo, se encarga de estudiar los horrores de la historia humana y evitarlos mediante las acciones menos invasivas posibles, como por ejemplo cambiar un tarro de sitio en un laboratorio para evitar que se haga un descubrimiento. Si les recuerda en algo a cierta serie española de éxito, permítanme dudar de que sea casualidad.

Azazel (1998)
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Azazel (1998)

Pese a parecer géneros cercanos, no es tan habitual que un mismo escritor se dedique con parecido interés y éxito a la ciencia ficción y a la fantasía. Eso le pasó a Asimov, que aunque escribió algunos relatos de fantasía a lo largo de los años, sólo dio cierta continuidad a los de Azazel, un pequeño demonio que concede deseos al protagonista cuando lo invoca con resultados invariablemente desastrosos. Escritos en tono humorístico, con ellos quiso homenajear a uno de sus autores preferidos, P. G. Wodehouse.

El sol desnudo (1957)
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El sol desnudo (1957)

El Buen Doctor inventó el subgénero de la novela policíaca de ciencia ficción con Bóvedas de Acero en 1954. Se creía que era algo imposible de escribir porque era demasiado tentador para el autor sacarse tecnologías avanzadas de la manga con los que jugar sucio con el lector, pero Asimov demostró que valía con mostrar muy pronto el alcance de la tecnología para que así podamos adelantarnos a las deducciones del detective. Esta es su mejor novela, por lo que tiene de estudio sociológico de un mundo futuro lleno de robots y sin apenas seres humanos y porque tiene posiblemente su mejor escena romántica, algo a lo que no era muy dado y menos en estos años.

Cuentos de los viudos negros (1974)
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Cuentos de los viudos negros (1974)

No sólo de ciencia ficción vivió el Buen Doctor. Y no me refiero a sus conocidos libros de divulgación, sino a otras formas de ficción. Aunque no escribiera dramones victorianos, hizo sus pintos en otros géneros, sobre todo en el del misterio, donde prefería un estilo más próximo al de Agatha Christie, exponiendo todos los elementos del enigma para que el lector pueda intentar resolverlo él antes de mostrar la solución. En estos relatos, recogidos en varios volúmenes, un club de amigos que se reúne mensualmente con un invitado termina siempre teniendo que resolver un problema, que no tiene que ser de naturaleza criminal y de hecho casi nunca lo es, para que finalmente lo resuelva Henry, el camarero.

Los propios dioses (1972)
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Los propios dioses (1972)

Sin duda la persona que más influyó en la literatura de Asimov fue su primer editor, el mítico John C. Campbell. Una de las características de su obra fue la ausencia casi completa de extraterrestres, y fue debido a sentirse incapaz de responder al desafío de Campbell a sus escritores a la hora de abordar el tema: "Que sean tan inteligentes como el hombre, pero no inteligentes como un hombre". Esta novela, una de las muy pocas que escribió en los años 60 y 70, donde se dedicó sobre todo a la divulgación científica e histórica, fue su intento de responder a este reto.

La Tierra de Canaán (1971)
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La Tierra de Canaán (1971)

Entre las muchas cosas que escribió aparte de la ciencia ficción y la divulgación científica se encuentra una colección de libros, informalmente titulada "Historia Universal Asimov", en los que recorrió la historia del mundo. Es difícil destacar uno de ellos, pero por elegir uno, quizá resulte especialmente interesante el punto de vista de un judío ateo forzado a emplear textos bíblicos para divulgar la historia de Israel desde las primeras noticias que tenemos hasta el comienzo de la Diáspora.

Cuentos completos (1990-92)
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Cuentos completos (1990-92)

La más completa (claro) recopilación de sus relatos, aunque no los tenga todos. Incluye en dos volúmenes casi todo Yo, robot y algunos de sus otros cuentos esenciales como Anochecer (que en 1958 fue elegido el mejor relato de ciencia ficción de la historia), La última pregunta (su relato preferido de entre los suyos y el último de sus cuentos sobre el ordenador Multivac) o El hombre bicentenario (adaptada al cine, sin mucho éxito, con Robin Williams de protagonista).

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