¿Cómo defender la honorabilidad de aquel fugaz y cainita deseo de saber quién ha sido, si ahora lo satisface un sumario que reconoce no saber el nombre y el número exacto de personas que trasladaron y colocaron las bombas?

Si por ellos y otros tantos como ellos fuera, en España "periodismo" acabaría siendo sinónimo de "carpetazo". Su desgracia es que otros no estamos por la labor.

La navaja de Rubalcaba les permitirá salir de apuros. Sólo hay que recordar cinco cosas: Kangoo, AVE, mochila, Skoda, Leganés. Pasarán los meses y alguno olvidará que la tragedia del 11-M se desató dentro de unos vagones de Cercanías.

El progreso va en el sentido de la democracia y del respeto a los derechos humanos, unos puntos que no están en el orden del día de la Cumbre de dictadores.

Este periódico ya no se dirige a los votantes del PSOE, sino sólo a los "militantes" más cerriles del socialismo, pobres gentes, que se sienten autónomos por repetir tres o cuatro tópicos, ideas les llaman ellos.

La única forma de salir de esta guerra justa y avalada por Naciones Unidas es ganándola. Sólo EEUU, Reino Unido, Canadá y Holanda se mantienen en la primera línea de combate. Entre los restantes algunos se ha negado silenciosamente a mandar más soldados.

Si todo quedara en otra rectificación -¿cuántas van ya?-, no habría más problema. La cuestión es que todo esto de decir una cosa, provocar a los demás y luego tener que dar marcha atrás, lo único que está haciendo es perjudicar al conjunto de la economía.

Este rótulo luminoso se ve en algunas estaciones de metro de Madrid: "Próximo tren va a efectuar su entrada en la estación". Con buen acuerdo, don Richard propone esta otra redacción más llana: "Próximo tren va a entrar en la estación".

Una de las intenciones de Zapatero es borrar de la empresa resultante de la OPA de E.On sobre Endesa a Manuel Pizarro, algo que parece contradecir la voluntad de la eléctrica alemana, que quería mantener la "españolidad" durante un tiempo.

Ciutadans se afirma en el no nacionalismo porque, aunque no esté de acuerdo con sus postulados, respeta el derecho democrático que tienen sus creyentes a defenderlo, sin importar la latitud del nacionalismo.

El aficionado madridista es un aficionado esencialmente impaciente. Ya lo ha visto todo y, precisamente debido a eso, no está dispuesto a regalar absolutamente nada. Y mucho menos tiempo.