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Diario de un encerrado en Nueva York

Preparado para aguantar "la tormenta perfecta" Guillermo narra para LD, en primera persona, cómo Sandy le pasa por encima.

Preparado para aguantar "la tormenta perfecta" Guillermo narra para LD, en primera persona, cómo Sandy le pasa por encima.
Skyline de Nueva York tomado desde Greenpoint, Brooklyn | Borja Eizmendi

Hoy, 29 de Octubre de 2012, día de la llegada del huracán Sandy. Aunque en realidad, todo empezó ayer. Me desperté el domingo temprano. Antes de la llegada a tierra de los huracanes, llegan las olas y precisamente ellas son las que me interesan. Cogí dos tablas de surf por si partía alguna de ellas y salí en metro a Rockaway Beach. Las olas no defraudaron.

A las dos horas de surfear, la policía apareció en la playa con megáfonos para impedir que siguiéramos en el mar. Querían cerrar las playas y evacuar la zona. El miedo a perder el último metro, me hizo salir del agua y adelantarme a un posible aislamiento en la zona. Desde entonces, desde el domingo por la tarde, espero a que "la que denominan la tormenta perfecta", pase.

(Aspecto que presentaba Rockaway Beach | G.F.L)

Mi piso está situado en un condominio de 54 pisos en Brooklyn, un edificio nuevo con todo lo que uno puede desear en una ocasión así. Ventanas protegidas, sala de billar, gimnasio, sala de cine etc... una serie de entretenimientos que hacen más amena la espera. Tanto es así que mi experiencia con el huracán Sandy se limita a tranquilizar a la gente que me escribe desde España u otros estados pidiéndome que me refugie en el baño.

El viento silba por los cristales y el edificio se mueve tímidamente haciendo chirriar un poco las paredes. Nada que no se pueda disimular con un poco de música. Muchos de mis amigos están reunidos entre ellos. Se han juntado para pasar los días en compañía.

Enfrente tengo una mole de hormigón, un edificio que ha ido perdiendo su techo poco a poco. Primero la caseta central se desplazó, más tarde el aislamiento del "rooftop". No sé en qué estado está nuestro edificio, pero no parece alarmante. Me llegan emails, mientras veo el Facebook de amigos a los que han evacuado y otros que lo pasan con una botella de vino y unas películas.

(Vista de de Nueva York desde Greenpoint | Borja Eizmendi)

Si no se te va la luz y estás a salvo, puede ser hasta agradable pasar unos días obligados en casa. Es el segundo huracán que paso en esta ciudad en 5 años. Irene no me afectó aunque muchos de mis compañeros de trabajo se quedaron sin luz durante días. He escuchado hablar tanto de Sandy que esta vez he tomado precauciones. He llenado la bañera de agua y los recipientes que he encontrado.

Espero. Por ahora, nada. El silbido de las ventanas y el crujir de las paredes. Nada más.

Han cerrado los ascensores por miedo a que la gente se quede encerrada. Es en días así cuando agradezco no vivir en el piso 54. Una amiga me acaba de responder en Facebook diciendo que su edificio no tiene ascensores desde ayer y que el agua llega hasta la altura de los coches. El agua del retrete sube y baja como en un barco y los silbidos se hacen cada vez más fuertes.

Me abro una cerveza, sólo me quedan 5.

PD. Justo antes de terminar de escribir estas líneas me llega que en Jersey se han visto tiburones en algunos jardines inundados... ¿Será un fake? Lo cierto es que ahora el ruido del viento es mucho más fuerte, parece que la cosa se pone fea. No sé qué nos encontraremos mañana.

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