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El último día en la vida de JFK

Antes de salir hacia Dallas, el presidente amagó con la posibilidad de que alguien le matara con un rifle.

Antes de salir hacia Dallas, el presidente amagó con la posibilidad de que alguien le matara con un rifle.

Ese soleado 22 de noviembre puede decirse que John Fitzgerald Kennedy presintió su muerte. Quizás fue la misma sensación que le acompañaba a diario, pero ese día se lo hizo saber a Jackeline antes de salir hacia Dallas: "Ya sabes que hoy nos dirigimos a la ciudad de los chalados. Pero si alguien quisiera matarme desde una ventana con un rifle, nadie podría detenerlo. ¿Así que por qué preocuparse?", le dijo. Así lo relata el historiador Thurston Clake en Kennedy's Last Days: The Assassination That Defined a Generation, posiblemente la obra que más profundamente escarba en los últimos cien días de JFK.

Kennedy hablaba con frecuencia sobre la posibilidad de morir exactamente de la manera que lo hizo: "Lo mejor es un arma de fuego. Un disparo es la forma perfecta de morir" le dijo unos días antes a un amigo, con asombrosa clarividencia. También compartió esta sospecha con sus asesores: "Si alguien quisiera matarme con un rifle de mira telescópica, podría hacerlo durante un desfile en coche. Hay tanto ruido que nadie podría mirar y decir que vino de aquella ventana", le confesó a un asesor, de acuerdo a la obra de Clake.

El viaje a Dallas, parte de su gira de relección, había sido fuertemente cuestionado por casi todos los cercanos a Kennedy. El embajador ante la ONU, Adlai Stevenson, llegó a ponerse en contacto con él para tratar de disuadirle, pero no lo logró. Él había sufrido una agresión por parte de ultraderechistas en el mismo lugar y trató de advertir al presidente, que hizo caso omiso. En las anteriores elecciones el Estado había votado por Nixon, y JFK aspiraba a conseguir allí un triunfo demócrata.

Tampoco Kennedy quiso proteger el vehículo del sol con una capota, como sugirió un agente del servicio secreto minutos antes de iniciar el desfile. El presidente quería que la muchedumbre le sintiera como un líder cercano, y pasear por la calle Elm en un vehículo con capota no contribuiría a hacerlo. "Quítate la gafas de sol", le pidió a Jackie minutos antes de morir.

Acercamiento a su esposa

En agosto de ese 1963 Kennedy sufrió uno de los acontecimientos más trágicos de una vida a la que no le faltaron sobresaltos drámaticos. Su hijo Patrick Bouvier Kennedy murió dos días después de nacer. Era el tercer hijo que perdía la pareja, después del aborto que sufrió Jackeline en 1955 y el hijo que nació muerto en 1956. El historiador sostiene que esta tragedia actuó de rompehielos en una pareja no especialmente bien avenida. Hasta tal punto, que Kennedy hizo una pausa en sus continuas aventuras amorosas, y se centró en dedicar más tiempo a su esposa. "Nunca estoy ahí cuando se me necesita" dijo, lamentándose de su ausencia durante la muerte de su hijo por distrés respiratorio .

Las escasas fotografías en las que Jackeline y JFK aparecen en actitud cariñosa datan de estos días. La pareja salió del hospital sosteniéndose la mano, y dentro del vehículo Kennedy volvió a buscar el abrigo de su esposa cuando las cámaras desaparecieron. Los testimonios de los agentes que los acompañaban aseguran que era indudable que "algo había cambiado" entre ellos después de la muerte de Patrick.

De hecho, entre el 14 de agosto y el 24 de septiembre de 1963, Kennedy pasó más de veinte noches junto a su mujer en Cape Cod y New Port, algo completamente inusitado en la actitud del presidente. Viajaba incluso entre semana para poder dormir junto a Jackeline. Su cambio de comportamiento también fue detectado por una de sus amantes, Mimi Beardsley, becaria de la Casa Blanca. "La muerte de Patrick no sólo le había llenado de dolor, sino que de algún modo habría sentido el agravio del sentido de responsabilidad con su esposa y su familia", explicó. No volvieron a tener relaciones íntimas nunca más: "Comenzó a obedecer un código privado sobre su imprudente deseo sexual, al menos conmigo".

"Dallas te quiere"

El último día de su vida, Kennedy se entregó a fondo por Dallas, pasión que compartió Jackeline. La primera dama había pronunciado un discurso en español, después de haberse mantenido fuera del foco público tras la pérdida sufrida. La muchedumbre les acogió con adoración.

A pesar del reciente acercamiento, la pareja no durmió junta la última noche de vida del presidente, aunque se encontraran en la misma habitación. Un inconveniente del hotel con el colchón provocó que no compartieran cama, pero sí confidencias. Antes de salir hacia Dallas desde Houston, la primera dama denotaba nerviosismo, que JFK trató de aplacar.

Según las crónicas, Kennedy se cambió tres veces de camisa antes de caer abatido. La comitiva se dirigía hacia un almuerzo en el que pronunciaría el discurso más importante del viaje, y quería lucir impecable. Nunca llegaría a pronunciarlo. "No podrás decir que Dallas no te quiere" le susurró Jackie minutos antes de que el disparo fatal acabara con su vida, exactamente hace cincuenta años.

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