Tras haber reconocido abiertamente sus sospechas de ser víctima de espionaje por parte del Gobierno americano, y haber elevado el tono del conflicto diplomático al llamar a consultas al embajador estadounidense en Berlín, la canciller llegó al Consejo Europeo dispuesta a poner el tema sobre la mesa. "Entre amigos, eso no puede ser", exclamó ante la prensa sin ser siquiera preguntada por el asunto. Y es que aunque fuera de la agenda, el caso del espionaje se ha colado en una cumbre ante la que tanto Alemania como Francia tienen intención de reclamar privacidad y juego limpio entre socios.
De hecho, Merkel y Hollande planean recuperar la sintonía perdida entre París y Berlín y buscar, en una reunión bilateral, alianzas para plantar cara a la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, que, según destapó este verano la prensa europea, podría haber espiado a altos mandatarios en el Viejo continente.
La canciller alemana, respaldada por los servicios de inteligencia alemana, sospecha haber sufrido pinchazos en su móvil, un aparato que, según reveló "Die Welt", habría utilizado desde el año 1999, cuando era ministra de Medio Ambiente, hasta el pasado verano. Ése es el número que aparecería, según la misma información, en los documentos sobre el espionaje masivo de EE.UU que reveló el ex analista Edward Snowden.
La canciller quisó hacer patente su enfado al llegar a Bruselas y, aunque aseguró que Alemania considera a Estados Unidos un socio fundamental, le exigió "recuperar la confianza" y construir las relaciones "sobre la transparencia". "Ambos países estamos unidos –dijo al arrancar un Consejo dedicado a la inmigraciónn-, pero una unión semejante, sólo se puede construir sobre la confianza".
La canciller alemana quiere darle la máxima importancia y visibilidad a un tema extremadamente delicado para los ciudadanos alemanes, sobre todo los que, como Merkel, proceden de la Alemania del Este y que, por tanto, sufrieron en primera persona la crudeza de la dictadura comunista, cuyos servicios secretos, la Stasi, espiaban las comunicaciones de todos los ciudadanos.
Respaldo a su enfado
En Bruselas, el tema ha sido seguido con atención desde el verano, pero los últimos gestos de la canciller, y sus palabras inequívocas en las últimas horas, han despertado una gran expectación. El propio presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, subrayó este jueves antes de iniciar el Consejo que el "asunto es muy importante" y presumió de haber guiado al Ejecutivo comunitario hacia una propuesta para modificar la Directiva de Protección de datos y salvaguardar así el "fundamental" derecho a la privacidad de los europeos. Además, expresó su repulsa hacia un comportamiento que dijo tener reciente en la memoria. "En este continente sabemos lo que es el totalitarismo", dijo.
Otros líderes quisieron hacerle eco al enfado de la canciller. Entre ellos, el belga, Elio Di Rupo, tildó de "inaceptable" el espionaje "venga de quien venga", mientras que el italiano, Enrico Letta, también lamentó el asunto. Por su parte, Suecia y Finlandia han preferido pedir prudencia y que el desencuentro no afecte a las negociaciones comerciales con el otro lado del Océano.
El presidente del Parlamento Europeo, el también alemán, Martin Schultz, por su parte, entre bromas y presumiendo de su anticuado teléfono, defendió un acuerdo de libre comercio con los EE.UU. como "un proyecto del siglo XXI de dos democracias basadas en los valores y los derechos humanos". Aun así, dejó caer la advertencia de que, si se confirmara que Merkel fue objeto de espionaje, y que si la oficina de la Comisión Europea en Washington fue espiada, deberían detenerse las negociaciones del acuerdo para aclarar el asunto. "Seamos honestos, si vamos a negociar y percibimos que esa gente sabe lo que queremos negociar con antelación, ¿cómo vamos a confiar?", exclamó.