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Alemania despierta y se da cuenta de que no puede asumir el torrente de refugiados

Tras unos primeros momentos de euforia, Alemania ha acabado por constatar la imposibilidad de asumir el enorme flujo de refugiados.

Tras unos primeros momentos de euforia, Alemania ha acabado por constatar la imposibilidad de asumir el enorme flujo de refugiados.
Merkel en una imagen de archivo | Cordon Press

Es la conjura que se repite a lo largo de la historia de la humanidad. Esa historia labrada en torno a la pregunta de las preguntas: ¿creéis que podremos conseguirlo? Siempre hay algún valiente, un líder, alguien con una capacidad extraordinaria que no sólo responde, también motiva a todos hasta provocar un grito unánime: ¡Sí, podemos!

Hace dos semanas, durante una reunión del gabinete de ministros alemán, volvió a surgir la pregunta en vista de la avalancha de refugiados que avanzaba hacia Alemania ávida de pan y paz. Y esta vez fue la canciller alemana Angela Merkel quien tomó la palabra y arengó a sus ministros, más tarde a sus conciudadanos, con el "¡claro que podemos! Y allí donde surjan dificultades, lograremos superarlas".

Como por arte de magia, el coro político y mediático alemán al completo arremangó las camisas y se lanzó a la tarea de bendecir los buenos propósitos de su canciller y convencer a los ciudadanos de la nobleza y necesidad del gesto: "Alemania se convierte en país de inmigrantes, y Merkel es un ejemplo para todos, no sólo para los alemanes" decía Jakob Augstein desde su Spiegel.

En aquellos momentos nadie parecía querer darse cuenta del verdadero significado de lo que estaba ocurriendo: ¿Qué se supone que "podemos"? ¿Se trata de construir centros de acogida para 800.000 o incluso un millón de personas? Sí, nadie puede dudar que los alemanes pueden hacerlo. ¿Se trata de mantener medio millón de personas durante el próximo invierno? Eso ya es más difícil. Y no solo eso: la entrada de cantidades ingentes de refugiados huyendo de la guerra en Siria y la miseria en los campos turcos, libaneses y jordanos ha desbordado no ya las expectativas, sino al propio aparato de gestión que se había medio diseñado para ello.

Se acabó. Las autoridades capitulan después de una semana loca y ante una situación que Alemania no vivía desde el final de la II Guerra Mundial. No ha podido ser. Irónicamente, dos días antes de que Hungría comenzase a encarcelar refugiados, Merkel debe ordenar el fin del libre tránsito fronterizo, declarar una pausa en la causa de la solidaridad y abandonar durante horas, días incluso, a los refugiados varados en sótanos de estaciones de ferrocarril. Tras la euforia llegó la realidad.

Sobre aviso

Los ministros de interior de todos los Länder venían avisando desde que comenzaron a llegar los primeros cientos de refugiados: no tenemos las infraestructuras necesarias ni los medios para atender a tanta gente a la vez. Desde Pomerania hasta Baden, desde Hamburgo hasta Munich, las escenas de cientos de refugiados hacinados en estaciones, sótanos, instalaciones deportivas, tiendas, mostraban por primera vez la cruda realidad de aquello a lo que los alemanes, motivados por su Canciller, se habían comprometido.

Este martes tuvo lugar una reunión al más alto nivel: todos los jefes de gobierno de todos los Länder alemanes sentados a la mesa con su canciller, su vicecanciller y su ministro federal de interior. Casi cuatro horas, el doble de lo previsto, discuten acaloradamente. Todos los participantes quieren dejar clara su postura, y sus deseos. Desde los Länder se tiene la firme impresión de que el gobierno federal no entiende sus problemas, ni la situación en que han quedado ante la avalancha de refugiados. "Berlín" desconoce la realidad, es el clamor desde los Länder.

Berlín escuchó y cedió: el gobierno federal asume sus responsabilidades. Ya había escuchado hace una semana cuando, tras una conferencia telefónica con los ministros de interior de los Länder, el gobierno federal decide instaurar controles en las fronteras. No podemos más, nuestras capacidades están agotadas, dijeron. El mensaje llegó.

Este martes por la noche el gobierno de Merkel anuncia la promesa de crear centros de acogida para 40.000 refugiados en propiedades federales. Además, 800 empleados del ejército serán enviados a la Oficina Federal de Migración y Refugiados (BAMF), hay que acelerar el proceso. Estas decisiones no suponen la última palabra en el tira y afloja entre los gobiernos federal y de los Länder. La próxima semana se celebrará una "cumbre sobre los refugiados". Esta vez el tema será la financiación de los centros de acogida y las medidas de integración para los refugiados. Este miércoles, todos los representantes de todos los Länder, comparten una idea: los tres mil millones ofrecidos hace diez días como ayuda inmediata a los Länder para financiar la acogida de refugiados deberán incrementarse en una cifra a negociar. Horst Seehofer, que no sólo es el primer ministro de Baviera, sino también el presidente de uno de los partidos de la coalición de gobierno en Berlín, la CSU, ya ha solicitado que se doblen esos tres mil millones.

Llegan los refugiados. ¿Y ahora qué?

Quien crea que los refugiados, pasado un tiempo, regresarán voluntariamente a sus países de origen tiene un serio problema con su percepción de la realidad. O no ha visto nunca lo que significa y cómo es la pobreza real, un problema especialmente crónico de la izquierda moderna europea, que constantemente inventa historias sobre la pobreza, pero no la han visto nunca en su vida. Para decirlo de forma poco o nada políticamente correcta: pertenecer al nivel social más bajo en Alemania es infinitamente mejor que pasar hambre en Senegal. Si yo fuese un refugiado y de pronto el gobierno alemán decide que debo regresar a mí país, o bien entro en clandestinidad, o bien me lío a mamporros con la policía alemana: en una cárcel germana se está miles de veces mejor que en un campo de refugiados en Líbano.

El problema de la integración se presenta en este caso como casi irresoluble: "La mejor forma de integración es el trabajo. Pero muy a menudo es imposible si faltan las habilidades del lenguaje", dice Sönke Fock, director gerente de la Agencia de Empleo de Hamburgo. La realidad de los datos parece confirmar esta preocupación. Existe un programa de integración primaria en las Agencias de Empleo de varias ciudades alemanas para enseñar a las personas de origen inmigrante idiomas y formación profesional. Ya hace año y medio que el programa se desarrolla en Hamburgo, más de 2.000 candidatos se inscribieron hasta el momento en él. Hasta ahora ninguno de ellos ha conseguido un puesto de trabajo. Este pobre registro muestra las grandes dificultades que los extranjeros tienen en el mercado laboral alemán.

Comparando las cifras de parados nos damos cuenta de la magnitud del problema: mientras que el número de solicitantes de empleo alemanes se redujo significativamente durante lo que va de 2015 en casi un seis por ciento a 3,8 millones de personas que buscan empleo, las solicitudes de empleo de personas con nacionalidad extranjera crecían un nueve por ciento hasta alcanzar el millón de solicitantes. Esto significa que hay un número desproporcionado de extranjeros en busca de trabajo. Mientras que apenas representan alrededor del nueve por ciento de la población total en Alemania, suponen el 21 por ciento de los parados totales.

¿Qué ocurrirá, entonces, con los cientos de miles de personas que están llegando a Europa estas semanas? Es improbable que alguien lo sepa en estos momentos. Se irán sorteando y solucionando los problemas de acogida de mejor o peor forma. Y los problemas nuevos que vayan surgiendo deberán encontrar respuestas valientes y humanitarias. Angela Merkel ha dado un paso al frente y ha logrado motivarnos para hacer lo mismo. En el fragor de la "batalla", los controles fronterizos suponen un respiro para quienes quieren acoger a estas personas. Es una mala solución, pero tal vez la única posible. El verdadero talante de la Unión Europea quedará definitivamente desenmascarado en función de las soluciones que se apliquen a los problemas que, sin duda, irán surgiendo en los próximos meses.

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